martes, 25 de junio de 2013

¡Usted! – en mis recuerdos (Estanislao Zuzek)




            Esta forma arcaica de relación entre personas como manifestación de respeto – que marcaba distancias, “hacia arriba”, entre individuos pertenecientes a distintos estratos sociales; pues, Usted es contracción de Vuestra Merced – se continua usando aun hoy y frecuentemente en sentido inverso desde una posición superior, p. ej., para reprimendas o dar órdenes, pero acompañado de mucha corrección. Sin embargo, aún está vigente su uso como fórmula de mucho respeto hacia quienes no nos liga una relación de mucha confianza o familiaridad o en el trato con personas mayores. Un caso de lo primero aún resuena en mis oídos.

            La profesora de matemáticas, la señora de Mérida estaba desarrollando sobre el pizarrón la demostración de un teorema, de espaldas a la clase. Con la seriedad y eficacia de siempre. Tenía justa fama de muy recta y severa. Atendiendo en sus clases, el libro de texto casi no hacía falta.  De pronto se dio vuelta, miró y apuntó con el dedo hacia algún lugar del fondo del aula y con voz serena:

            - ¡Ustééee…!

            El compañero que, sintomáticamente, se sintió aludido, se incorporó:

            - ¿Yo, señora?

            - ¡Sí!... ¡Usted!  Señor, ¡pase al frente! Venga, venga Usted…

            Avanzó caminando hasta el pizarrón, silencioso, confundido.

            - Bueno, señor… ¡Continúe con la explicación!

            Obviamente, el compañero seguía allí, más bien petrificado y más confundido aun, mirándola a ella y al piso. La profesora, con voz que no admitía excusas, se dirigió nuevamente a él:

            - Vamos, explique, por favor. ¡Prosiga!

            - No puedo, señora.

            - ¿Por qué no puede?

            - Porquéeee… Es que no lo sé!

            - Ah! Yo creía que seguramente lo sabría, puesto que no le hacía falta atender a mi explicación... Pero, ¿realmente no lo sabe? - Moviendo la cabeza: ¿No - lo – sabe…?

            - ¡No, señora! No, no lo sé…

Tomando la libreta de calificaciones, le preguntó:

            - ¿Su nombre, señor?

            - Obri. Obri, Ja-cin-to, señora.

            - Bueno. Señor Obri, esta vez por no saber el tema le voy a poner un cero. Pero, además, por haber estado distrayendo a sus compañeros, se va a ir Usted, ahora mismo, a presentarse al jefe de celadores para que le haga firmar una nota. ¡Vaya, ya!

            En medio de un silencio sepulcral Obri se marchaba - para que le pasasen una amonestación – y la interrumpida demostración matemática era retomada por la profesora serenamente, cómo que nada había ocurrido…

            En un Colegio Nacional de Capital Federal, en el año 1953. Una lección de respeto y justicia. La aprendimos todos y tanto que hasta finalizar ese año no se registró ningún incidente más.

            Para mí ése fue un año excepcional. Además de la señora de Mérida, el profesor de psicología, neurólogo Dr. Eduardo Astarloa, las profesoras de francés, literatura española y química inorgánica, las señoras de Puig, Pico y Spadavecchia respectivamente fueron docentes que me marcaron profundamente y para siempre con su dedicación, coherencia y honestidad. Transcurridos sesenta años, que estas líneas les sean de agradecimiento y homenaje a la vez.


 Estanisalo  Zuzek

4 comentarios:

  1. Qué lindo, Estanislao, para estos profesores que te acuerdes todavía de ellos! Eso sí la Señora de Mérida debe haber sido brava! ¿y del amonestado qué será de la vida no? Seguramente la siga recordando también. Para mí el usted es un problema. Cuando la jerarquía lo exige lo uso pero a mitad de camino, a veces, me olvido y se me arma un mamarracho peor mezclándolo con un desentonado "vos".

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  2. ¡Uy! Estanislao, ¡Si hasta me dió un escalofrío por el pobre Jacinto! Me divirtió mucho su relato. Parecía que estuviera viviéndolo en la actualidad.
    A mí me pasó eso, pero peor ¡en la facultad! A menudo se me ocurría algún comentario gracioso para hacer y no resistía las ganas de decírselo a quien tuviera a lado. Una vez el profesor paró la clase por ese motivo y en medio de un silencio sepulcral me gritó: "¡Señorita! ¡Si habla una vez más la echo de la clase!" ¡Un papelón! Se me fueron las ganas de hacer chistes. Me "ubicó".

    Qué buen recuerdo de sus profesores. Qué maravilla
    Yo me acuerdo siempre con muchísima admiración y respeto de Elsa Insognia, una excelente profesora de geografía que amaba la Patagonia. Hay un libro de fotos de la Patagonia de Aldo Sessa con comentarios suyos. Todas la escuchábamos con la boca abierta y no volaba una mosca en sus clases. Hace unos años fui a Calafate y leyendo un libro de huéspedes del hotel, me encontré con un texto suyo agradeciendo la estadía. Su letra era inconfundible. Fue muy linda esa coincidencia. Ella me seguía dando cátedra muy pomposamente.
    Eso es muy cierto: las enseñanzas siguen vivas. Se hacen carne y sangre, dice Edith Stein

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  3. Angeles y Marisa, les agradezco sus comentarios. Sí, eran profesores que explicaban en serio y, por lo tanto, podían (diría que "debían") exigirnos, con justicia.

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  4. Que buenos recuerdos! Gracias por compartirlos.Y eran otras epocas donde el aprendizaje y la enseñanza estaban marcados por valores y actitudes que lamentablemente hoy estan desdibujados y trastocados.

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