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Cada vez que veo un hombre
calvo me acuerdo de alguien que no está,
Que nunca conocí pero que me
hubiera gustado conocer.
Lo veo espejado en recónditos
espacios.
Lo veo en una montaña
Lo veo en un lago,
En la sopa,
En edificios,
En planos y papeles,
En cualquier viejito en una
esquina.
La cocina, así dicen, era su
carisma.
Y los viajes al sur, su
pasión.
Lo veo, también, en un vino
blanco y en una estaca,
Y en anteojos con olor a sepia
en algún cajón.
Quisiera preguntarle qué sentía
en la montaña
Qué sentía en las subidas, y
qué en las bajadas.
Quisiera preguntarle qué le
divertía del viento golpeándole en su nariz.
Quisiera saber qué piensa del
vértigo,
Y de la ambición de más alto y más soledad.
Un hombre al límite.
Un hombre sin límites.
Donde todo se puede.
Quizá por eso aguantó tan poco
a la vida.
Quizá porque la sacudió tan
repentinamente que la uso tanto que la gastó.
Quizá, porque entendió de qué
se trataba y no le quedó más por entender.
Un hombre que no conocí, pero
que aún está.
En un primo que quiere
escalar, huir con una moto hecha pedazos, sin cacerolas ni plata.
En otro que dibuja y piensa
que se va a quedar pelado como él,
En mi mamá insoportable que la
inspiraba a maldades inocentes como pegarte piedritas en la pelada,
En un espíritu de aventura en
más de uno,
En la paz de algunos que
invita a disfrutar,
En la languidez y flacura de mi hermano,
En la rebeldía y locura de mi primo,
En los amantes del vino,
En la simpatía de quien ríe
sin necesidad de comicidad,
En todos y en cada uno dejaste
mucho.
Serán cuestión de genes, será cuestión
de herencia.
Será, quizá, tu cercanía en la
lejanía.
Un recuerdo de alguien que no conocí
pero me hubiera gustado conocer.
Sé de sus cuentos, de su vida
y tan parecida a la mía y mi familia.
Sé del viejito que le decía a
mi abuela “dejá de pensar tanto y
disfrutá”,
Se de mi abuelo,
Se de Patricio.
Estará
quien sabe dónde,
Ojalá
haya un Cielo,
Un
Cielo donde haya amantes de las sopas.
Y sino
esperanos,
Que
algún día tomaremos sopa juntos.
Clemencia
Campos
15/05/2013
Uyy clemen, me encantó. Que lindas imágenes y que personaje parece que era tu abuelo, inspirador. Me dieron ganas de agarrar una moto destartalada y sin plata huir, no?
ResponderEliminarMe gustó también este entender la muerte como una suerte de otra aventura, porque esta ya le quedó chica, las gastó toda, y que lindo vivir con esa sensación de que se le saca el jugo a la vida.
Me acordé de un hermano de una amiga que murió en una de sus tantas travesuras y todos decían que esa, si bien una tragedia, había sido la última travesura y que en pocos años había llenado su vida de alegría y de aventuras y que lindo morir como se vivió, que nunca se apague la llama.
Me encantó la poesía final con sopa incluida!
beso
¡Qué gran homenaje Clemencia! ¡Qué maravillosa personalidad debe haber tenido tu abuelo para conquistar tanta presencia en sus vidas! Este texto debería haber estado precedido de una foto suya (aunque sea al costadito como la de Makishi). Me encantaría poder ponerle una cara a este perfil lleno de imágenes tan coloridas y heterogéneas. Ahora veo que tu abuelo está de algún modo en todos tus escritos.
ResponderEliminarY a través tuyo me dice a mí también "dejá de pensar tanto y disfrutá"
Espero que algún día, en alguna dimensión desconocida me lo presentes y charlemos los tres aunque sea un ratito. Me pase recetas, hagamos un chin-chin con una buena copa de vino y soñemos una ida en moto por la ruta 40, del Chaltén para arriba. En verano, por supuesto.
Que lindo Clemencia! Me encantó conocer a treves de tus palabras a una persona especial, que sin lugar a dudas vivía la vida como todos deberíamos hacerlo: con intensidad , alegría y entrega.
ResponderEliminarGracias
Memennnnnn! q lindo!!! cuantos sentimientos compartidos!, como se nos fue ese loco lindo! abuelo divertido!, q tarde llegamos...aunque tenes razon,esta en todos nosotros!
ResponderEliminargracias primus me encanto!
besooooooo
Cande