http://www.elcapotedeakaki.com/2009/03/comics-y-comics.html (Ilus blog)
Entre
una constelación de gotas estáticas, una más grande, redonda, con fuerza casi
de lágrima, se escurrió desde lo más alto del vidrio del ventanal. A medio
camino se cruzó con otra gota, que caía despacio, y terminaron juntas su curso.
U contempló este último esfuerzo de aquel miércoles lluvioso desde su mesa en
la confitería La Rueca antes de levantarse, tomar su sombrero, y salir.
Caminó tres cuadras mirando alternativamente el brillo de las baldosas mojadas
de la vereda y el cielo que comenzaba a despejarse mientras anochecía. Sus
labios canturreaban una milonga cuya letra recordaba mal, detalle que no
impidió que apreciase la sonoridad de las palabras emitidas en la lengua
materna que le había tocado en suerte, y la densidad semántica de las mismas,
habitantes efímeras de las más variadas geografías y generaciones antes de
llegar a tomar cuerpo en el aire de sus pulmones. Sintió una especie de vértigo
cuando sopesó la cantidad de factores que, así como la lengua materna, definían
su vida independientemente de su voluntad. Cuando dobló la esquina, para
encarar hacia el bajo, prestó especial atención al reflejo del cielo en un
charco formado entre baldosas levantadas. Si, en cambio, hubiera levantado la
mirada, habría advertido que frente a él venía, con un sobretodo demasiado
grande para su cuerpo, un hombre que alguna vez fue el niño que en primer grado
lo había humillado para toda la vida, y a quien no había vuelto a ver desde el
fin de aquel curso, cuando U se cambió de escuela. U siguió su rumbo, se
preguntó la hora, y antes de sacar su reloj del bolsillo dudó: no sabía si
tenía números arábigos o romanos, no lo recordaba; pensó entonces que la
memoria era una especie de promesa hacia atrás, que el sentido de las diversas
historias que se hilvanan en la vida de uno sólo podría, hipotéticamente,
comprenderse una vez terminadas, pero que, dejando de lado el hecho de que todo
final que no sea la muerte es ficticio y pautado, de cualquier manera la
existencia del olvido instala la posibilidad siempre inminente del desengaño de
esta promesa. Miró la hora, en números arábigos, en el momento en que pasaba al
lado de una figura humana parada frente a una vidriera. Era la vidriera de una
librería, y U interrumpió su marcha. Notó que, entre muchas novedades de poco
interés para él, se encontraba una nueva edición de un clásico que, a su
criterio, era decididamente uno de los mejores libros que había leído y que,
estaba seguro, leería jamás. Pegó su nariz al vidrio para observar la tapa con
cuidado y, tras unos segundos, prosiguió su camino. La figura humana, que era
en realidad un joven que acababa de conocer la traición, se fijó en el
detenimiento que U había prestado al clásico. Entró en la librería y adquirió
el libro que, muchos años más tarde, siendo un escritor consagrado, reconocería
como aquel que prefiguró su carrera literaria. Esto fue algo que U nunca supo,
pero supo en cambio que le dolían las rodillas, y odió la humedad con ese odio
abstracto, medio irreal, con el que otras personas odian cierta combinación de
colores porque se encuentran en la camiseta de un equipo de fútbol rival, o con
el que los alérgicos odian a la primavera. Se preguntó si realmente sabía que
le dolían las rodillas, o si meramente le dolían, es decir, si sólo sentía el
dolor, y en el mismo instante en que llegó a la conclusión de que en ese
sentimiento había un saber profundo, implícito, que apuntaba de manera
contingente hacia su explicitación de sentido, se detuvo para pensar qué línea
de colectivo tomar, si acaso tomara algún colectivo. Esta breve vacilación,
producto de la dificultad de alcanzar dos conclusiones aparentemente
divergentes, pero originadas ambas en la problematización de su dolor de
rodillas, ocasionó sin querer que la mujer, menuda y de rulos de rulero, que
venía caminando detrás de él tuviera que esquivarlo con un movimiento brusco
por el costado y terminara chocando con otra mujer, esbelta y de nariz
exageradamente grande para las proporciones de su rostro, que caminaba en
sentido contrario. El fastidio de ambas mujeres, sin embargo, duró poco más que
ese mismo instante en que U se detuvo, porque eran vecinas con una amistad
entramada a lo largo de décadas, y al reconocerse terminaron charlando amablemente.
U no se disculpó porque, a decir verdad, nunca advirtió que podría haber
originado una molestia. En caso de haberlo hecho, y de haber entablado un
pequeño diálogo con tan simpáticas señoras del barrio, difícilmente hubieran
acabado los tres dándose cuenta que, treinta y siete años antes, en un salón de
baile ubicado no muy lejos de allí, ellas habían esquivado la mirada de un
joven marino, provocando que él, empero, se fijase en la futura madre de U, que
lo concibió esa misma noche. Una cuadra más adelante U se detuvo de nuevo,
ahora para esperar el colectivo. Lo vio venir en seguida, y no reparó en la
mujer que esperaba delante de él hasta que ambos se dispusieron a subir. Ella
se sentó bien adelante, en la primera fila de asientos que miraba hacia atrás,
junto a la ventana, y él ocupó el asiento de enfrente. Le llamó la atención, en
primer lugar, la faja ancha que rodeaba la cintura de la señorita, de un tejido
muy complejo, y lleno de colores. Ella se reclinó sobre la ventana, y el
movimiento fue suficiente para que U observara en el reverso de la faja el
mismo dibujo, pero con colores alternados, es decir, fue suficiente para
entender que se trataba de un tejido de doble faz. Le llamó la atención, en
segundo lugar, el color violáceo de los ojos de su compañera de transporte
público, que parecían hacer juego con ciertos tonos de la faja. La miró
entonces con más detalle, casi convencido de que la conocía de alguna parte; o,
quizá, y era consciente de esta posibilidad, buscaba algo que lo uniera a ella,
fabulaba un pasado común. Volvió a concentrar su atención en el tejido de doble
faz. U no estaba seguro, pero podía adivinar que deben usarse dos juegos
distintos de urdimbres y tramas, de diferentes colores, para esta técnica, y
que hace falta, a medida que se va tejiendo, ir reubicando los hilos para
lograr la imagen final, que, a diferencia de otros tipos de tejido, dejará ver
tanto la urdimbre como la trama. Unos minutos después, ambos se acercaron a la
puerta trasera para bajar del colectivo. Ella tocó el timbre, bajaron a media
cuadra. U vio que se alejaba caminando despacio y la siguió.
J.C.
¡Bienvenido al taller mi querido Josep!
ResponderEliminarSe ha excedido un poco en el espacio. Pero yo sé que usted no es amigo de aceptar ese tipo de límites arbitrariamente decretados. ¡Y lo bien que ha hecho! ¡Cómo he disfrutado de su magnífica pluma!
Su señor U es una especie de "positivo" del señor K. Ambos dependen de una trama. Pero mientras la trama de K parece ser enemiga de su vida, la de U es una especie de compañía silenciosa que abre espacios, más que cerrarlos. A pesar de eso me intriga saber qué le pasó luego al Sr. U, cómo se sigue tejiendo esa trama como una majestuosa telaraña en la que terminaremos de un modo u otro todos implicados.
Me encantó el esfuerzo de la gota, los espejos de charcos de agua, la memoria como una promesa hacia el pasado, esa nariz pegada contra el vidrio, los rulos de rulero, y esos ojos que hacen juego con la faja.
Tienen algo de táctil todas esas imágenes. Como es táctil la urdimbre que prepara el tejido doble en que consiste la vida.
¡Qué bueno tenerlo! Siempre conservé la ilusión de que eso ocurriera.
Me gusto mucho!! en especial cómo hablas de la memoria: "pensó entonces que la memoria era una especie de promesa hacia atrás, que el sentido de las diversas historias que se hilvanan en la vida de uno sólo podría, hipotéticamente, comprenderse una vez terminadas, pero que, dejando de lado el hecho de que todo final que no sea la muerte es ficticio y pautado, de cualquier manera la existencia del olvido instala la posibilidad siempre inminente del desengaño de esta promesa."
ResponderEliminarMe hizo acordar a como las palabras, la promesa y el perdón, tiene efecto en el pasado y en el futuro, cómo podemos engañar al pasado, revertir efectos no deseados, y por sobre todas las cosas, cómo la memoria y lo que podemos hacer con ella puede llevarnos al perdón. La historia como algo no ya hecho sino que está cambiando continuamente, aún a nuestras espaldas.
Hay algo que me causó mucha sorpresa: este largo monólogo donde pareciera que los pensamientos se suceden unos a otros sin dar lugar a una reflexión pausada, plagado de oraciones largas y concatenadas las acciones, que me llevó un poco a ensimismarme, sin embargo transmite una idea que da mucha paz. ¿Será así realmente? ¿estarán del otro lado del tejido las pistas para descifrar otra trama que parece es la que cuenta? Tal vez cada uno tenga que buscar también de este lado algunos indicios, a mí me gustó eso de que el tejido estaba "todo lleno de colores".
ResponderEliminarQué bien encontraste la ilustración Marisa! el parentesco con el comic es innegable!!!
¡Gracias Anqui!
EliminarY ahora que vuelvo a mirar el texto sin leerlo, después de leer tu comentario y lo veo así largo y casi un rectángulo perfecto pensé que si le hubiéramos puesto las líneas de colores intercalados, bien podría asemejarse a un telar.
Me gustó mucho.Gracias. Pero yo tambien me pregunto como sigue la historia...
ResponderEliminarGracias por lo comentarios. Pido, ante todo, disculpas por haber sobrepasado el límite… pero qué sería de la vida si no nos excediéramos.
ResponderEliminarInteresante observación la de U como el reverso de K., y esa metáfora existencial sobre abrir y cerrar espacios. ¿En qué medida podemos, en qué medida nos lo permitimos?
Las palabras también hacen cosas. Y el lenguaje es, de alguna manera misteriosa, el canon de nuestra existencia. La rama de la rosa dixit.
Paz. Curioso. Pero qué lindo (y qué terrible, pero esto lo pongo entre paréntesis porque no tiene que ver con la paz) generar cosas insospechadas en los demás.
Tendré que tramar la continuación. ¿Ya estará la urdiembre preparada en alguna parte?
Adeu,
Pep Comas
Post scriptum: qué buenas las frases que se leen en la imagen: “Who watches the watchmen?” y “The end is nigh”.
Me gustó mucho la cantidad de hilos cruzados en la trama.Y la voz en off que va como relatando, que puede ver la trama desde arriba, y al mismo tiempo desde adentro.
ResponderEliminarEl monólogo interno es algo que me acompaña siempre....lo que me dá intriga es la imposibilidad de escuchar la otra parte, de las cosas que podrían haber sido, o de las que se enlazan con la trama de mi vida sin que yo lo sepa.
Muy interesante!!
Bienvenido!
Josep: ojalá te hubieras excedido un poco más...NECESITO SABER CÓMO SIGUE!!! Te felicito...tenés un estilo de escritura que es como una "cachetada" de novedad, de "diferencia"...me encantó!!
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