lunes, 17 de junio de 2013

Una de bares (Jorge Oscar Marticorena)

http://www.todocoleccion.net/importante-reloj-frances-chimenea-s-xix-circa-1870-figura-bronce-naturalista-
conde-buffon~x26863033#sobre_el_lote (Ilust. blog)






Qué tipo, el Negro.
Es un amigo de hace algún tiempo, no de los más antiguos. Porque los amigos, para mí, son antiguos, no viejos. Creo en ese dicho popular sobre los trapos.

Creo y adhiero a muchos dichos populares, porque contienen muchas cosas. Sabiduría, muchas veces. Humor también, y del bueno, del ingenioso. Pero esas son otras historias.

Qué tipo, el Negro. Complejo. Entiende de algunas cosas. Conoce muchas más, aunque, como nos pasa a muchos, a la mayoría, no las entiende a todas.

Pero que sabe, sabe. Y me llevo sorpresas con él. Eso es parte de su encanto, lo hace más divertido.

Nos entreveramos en temas políticos, más de una vez en desacuerdo. Los dos somos peronistas, claro, así que siempre hay que disentir un poco, y a veces ese poco es fuerte, denso. Pero en ciertas cosas esenciales no, les damos vueltas, más de una vez nos calentamos, pero al final pasa que descubrimos que estamos diciendo lo mismo.

Tenemos nuestros bares. Como se decía antes, paramos en ciertos bares. Y el otro día, al comprar un libro en La Barca, me lo encontré y nos fuimos a navegar nuestra charla tomando un café.

Al sentarnos le comenté que había comprado una reedición de Ficciones, de Borges, y recordé que había leído el libro por primera y casi única vez, en mi adolescencia. Y que me deslumbró. Y que lo iba a releer porque, en estos mis años ajetreados, y por cierto tormentosos como los de cualquier argentino cabal, lo había perdido. Agregué, además, que me interesaba la experiencia de releerlo tras los ajetreos y las tormentas.

Pedimos un cortado cada uno, y el Negro me miraba. Yo paré un momento el monólogo y él me dijo

- Yo lo conocí a Borges
- ¡No me digas!

Y pensé:
¡A quién no ha conocido este?
Porque conoce a cada personaje…

- Si- prosiguió- cuando yo hacía relojes antiguos.
- ¡Vos hacías relojes antiguos!
- Sí, y los vendía en una librería, cerca de la Galería del Este, ahí por Plaza San Martín, en Buenos Aires.

Y se largó a explicarme la tecnología artesanal, elaboradísima, de los relojes de  los siglos 17 y 18, y cómo él la reproducía y los fabricaba. Haciendo todo. Los engranajes, los muelles con la elasticidad necesaria o los mecanismos de pesas y cadenas para darles la energía para el movimiento. Las minúsculas cadenitas de transmisión.
Me hizo recordar que “remonter”, la palabra francesa para el acto de darle cuerda al reloj, significa volver a subir. Claro, viene de cuando había que volver a subir, remontar, la pesa.

Y yo pensé que ahora entendía un poco más de dónde le venía el interés por la tecnología, que ha sido una de sus ocupaciones más importantes.

- Bueno, le dije, tecnólogo y relojero. Es coherente.
- Más vale.
-Pero, ¿y lo de Borges?

Encendió uno de sus infinitos cigarrillos. Sólo acepta ir a bares donde se puede fumar. A mí me jode, pero me lo aguanto. Vale la pena.

- Resulta que un sábado llego a la librería con mis relojes y lo veo a Borges sentado cerca de la entrada. El viejo, con su cara inexpresiva y sus ojos entrecerrados, estaba allí con una pila de sus libros, firmándolos a quien se lo pedía.

Y pone cara de Borges y hace el ademán de firmar.

- Yo, claro, como buen peronista, lo odiaba. Pero al mismo tiempo, lo había leído y lo admiraba. Era así, en esa época. A cualquier lector peronista le pasaba eso, aunque no lo confesara. Entre los cumpas, si lo decías te descalificaban. Te quemabas.

Recuerdo esas contradicciones. Pero cuando lo leí mis ideas eran las de mi familia. Progresistas, diría ahora. En aquel momento antifranquistas, antifascistas. Antinazis, por supuesto. Me crié así, e incluyendo a Perón en la clasificación.

Historia de muchos argentinos.

Al Negro le pasaba lo mismo. Parientes y amigos de parientes muy gorilas, cuando supieron del encuentro, le pidieron que les comprara el libro y se lo hiciera firmar al ídolo.

- La próxima vez que fui a hacer la entrega compré el libro y me acerqué a la mesita. Borges me preguntó el nombre y yo le aclaré que no era para mí.
¡No fuera a ser que me tomara por uno de los suyos!
El sábado siguiente, otra vez lo mismo. Otro del gorilaje conque no podía evitar mezclarme repitió el pedido. Y así varias veces.

- Negro, le digo, ¡qué embole!

- No creas, me contesta, no tanto. Al final me fui acostumbrando, empecé a charlar con él y como que le perdí el miedo. Y de algún modo terminé sintiéndome obligado a explicarle que no era uno de sus admiradores.

Es más, le aclaré que era peronista, cosa que suponía no le iba a caer simpática. Y el viejo, siempre con sus párpados a media asta y su cara inexpresiva, me dijo: yo no tengo ningún problema con los peronistas, mis problemas son con el señor Perón.

Así me dijo “el señor Perón”

- ¿Nada más, le digo yo, ni general, ni presidente, nada? El señor Perón…

-Así nomás. Ahí quedó la cosa. No lo vi más. Hasta que tiempo después le hicieron una nota por televisión y en un momento le preguntan por su antiperonismo. Y el viejo repite la misma frase:
“Yo no tengo nada contra los peronistas. Mi problema es con el señor Perón.”
Y yo sentí que de algún modo muy chiquito había entrado a la historia, porque esa frase quedó, y se le ocurrió hablando conmigo.

- Negrito, le digo, sí que sos un procercito. ¡No cualquiera tiene en su currículum haber inspirado una frase a Borges!

Se ríe con ganas.

-Sí, los amigos no me lo creían cuando lo contaba. Claro, yo me había hecho cierta fama… Dale, esta es otra de tus historias, Negro, me decían.

-Y sí, le contesto, yo también soy un cuentahistorias, sé como es eso.

Sigue riendo

- Los viejos somos todos unos cuenteros.

Hago como que me enojo

- ¡Cuentahistorias sí, cuentero nunca! ¡Y además, viejos son los trapos, no jodas! Y sabés qué, esta historia tiene un sabor borgeano. En una de esas la escribo.

Y así ha sido.

Releí el libro de Borges, y me gustó más que antes.

El Negro ya no hace relojes.

Pero seguimos charlando en ciertos bares.


Bariloche, mayo 2009 – mayo de 2013. Sin música. Con recuerdos



 Jorge Oscar Marticorena

6 comentarios:

  1. Excelente tu relato, Jorge. Buena charla, con un cafecito de por medio, y en uno de esos bares que nos abrigan y motivan. Bar de amigos.

    ResponderEliminar
  2. Ese negro me hizo acordar a Edward Bloom de El gran pez, con miles de historias, creíbles e increíbles para contar. Que lindos personajes

    ResponderEliminar
  3. Jorge, me encanta el estilo de cómo cuentas esta historia; muy ameno y atrapante... hasta el final. Además, la pintura del Negro que haces es admirable.

    ResponderEliminar
  4. ¡Qué lindo recuerdo Jorge! ¡Si hasta se siente el olor a café y cigarrillo en ese "tiempo sin tiempo" que rodea la conversación entre amigos!
    Me gustó mucho esa mezcla de rechazo y admiración y la cómica ironía con la que resuelve Borges el "problema de conciencia" de tu amigo El Negro. Tiene algo de infantil el personaje. Como nuestro amor por oír relatos de cuenta-cuentos mientras navegan en el café La Barca.

    ResponderEliminar
  5. Muy buena tu historia Jorge!
    Gracias.

    ResponderEliminar
  6. No por conocida deja de ser divertida la historia del diálogo de JLB con quien lo ayudó a cruzar la calle.
    - Borges, es que soy peronista...
    - No se preocupe. Yo también soy ciego.

    Marcelo G

    ResponderEliminar