sábado, 17 de noviembre de 2012

Peña (María Echevarría)

  Pedro Figari, El patio (Ilust.Blog) http://www.reprodart.com/a/figari-pedro/the-patio.html





                La verdad es que el grupo que está tocando no se luce demasiado, pero al menos son la excusa para que decenas de parejas practiquen un poco chacareras, gatos y escondidos. La noche está espectacular, ni una nube en el cielo, una cálida brisa refrescando a los bailarines y en el patio una modesta multitud de jóvenes intenta aprender a bailar. Algunos la tienen clara y van tirando letra, al grito de “¡vuelta entera!”, “zapateo” o “giro final”. Otros siguen como pueden las instrucciones. Pero casi todos se sientan, entre aliviados y decepcionados, cuando suena una zamba. Algunos no se atreven, respetuosos de la grandeza de este género, otros simplemente se quedaron sin instructores de baile. Sin embargo unos pocos se le animan, y bailan como nunca, pañuelos al aire, al compás del bombo y la guitarra. Y aún dentro de este grupo que se le anima a los lentos del folclore hay un grupito más selecto aún. Esos son los que me encanta ver. Las parejas que llevan años y años de estar enamorados como el primer día. Es increíble ver las transfiguraciones, las sonrisas, las miradas, la alegría y sobre todo el amor que dos personas son capaces de expresar en algo tan simple como una danza. Ella, con sus casi sesenta años a cuestas, vuelve a ser una quinceañera, sonrojándose bajo la mirada de él, que pese a tener apenas unos pocos pelos en la cabeza, y todos plateados, es el mismo muchacho de dieciocho años que sigue sin poder creer la belleza que tiene frente a sus ojos. Y en cada vuelta, en cada giro, en cada vuelo del pañuelo ellos se dicen mil cosas en un idioma que sólo ellos entienden, pero que los de afuera podemos intuir. Se aman. Lo dicen sus ojos, sus sonrisas, su delicadeza al bailar y esa atmósfera tan única que los rodea. Nada ni nadie más existe en el mundo, sólo ellos dos. Y si alguna pareja de amigos, intentando descifrar los movimientos que corresponden a cada compás, se tropieza con ellos, ni se enteran, no se inmutan. Ni siquiera los músicos están allí, apenas la música, que es excusa para esa manifestación tan honda y plena de dos almas enamoradas. Sí, lo sé, todo esto suena cursi. Pero a veces el amor es cursi, ¿quién soy yo para escribirlo de otro modo? El problema es que cuando uno ve semejante espectáculo, dos personas profundamente enamoradas, ya no se puede pretender menos.

María Echevarría

3 comentarios:

  1. ¡Qué romántico María! ¡Y qué observadora! Me hacés acordar a esa película "Diario de una pasión".
    Gracias por el relato. Es muy esperanzador. Es verdad eso que decís de que luego de asistir a ese espectáculo, "ya no se puede pretender menos".
    ¿Habrá que aprender a bailar la zamba?
    ¿Cómo hago para convencerlo al rockerito que tengo en casa? jaja

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  2. Muy linda descripción María!

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  3. Muy bien descripto! Me hizo acordar a mis abuelos, yo hace poco les pregunté como hicieron para estar juntos toda la vida, me parecía imposible, y se agarraron de las manos y mi abuela dijo: es que no es una cuestión de tiempo, yo me siento igual de enamorada que el primer día. Y mi abuelo: yo también.

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