Caravaggio, David y Goliat
Ahí te
quiero ver junquero
Fuerza, maña y voluntad
En la lucha de hombre y río
Vence aquel que puede más.
Fuerza, maña y voluntad
En la lucha de hombre y río
Vence aquel que puede más.
Estrofa
de: La luna sobre el río Paraná (Atahualpa Yupanqui / Víctor Velázquez)
Mientras
viajaba en el tren de la mañana rumbo al trabajo me vino a la mente una
expresión que mi abuelo solía repetir en varias oportunidades a modo de refrán
y que implica para nosotros un modo de vincularnos con las cosas: más vale
maña que fuerza. No sé ustedes, pero cuando yo era pequeña y tenía alguna
“dificultad técnica”, siempre acababa consultándola a mis abuelos. No era que
mi papá no supiera hacerlo, pero por lo general se encontraba trabajando en
alguna otra cosa, y mi mamá con el simple “andá a preguntarle a tu
abuelo”, lograba que ambos, él y yo, estuviéramos entretenidos un buen
rato, y así ella podía hacer tranquila
muchas de las tareas domésticas, como pagar los impuestos. Porque ahora todo se
soluciona con Internet, pero hasta hace pocos años la tarea doméstica que más
tiempo tomaba era pagar los impuestos tras las interminables colas del banco.
Pero
volviendo a la cuestión que nos ocupa, me quedé entonces en el asiento del tren
pensando en el binomio: maña – fuerza. Y descubrí que, en verdad, se trata casi
de una cuestión antropológica. Todos los seres humanos somos susceptibles de
actuar con “maña” o con “fuerza”. Si entendemos por “fuerza” un modo de actuar
rústico, brusco, violento y poco sofisticado; y por “maña” esa ingeniosidad,
astucia y perspicacia que a veces rige nuestros modos de actuar, no es difícil
advertir que nos referimos a dos modos de actuar humanos, pero que, no
obstante, ponen de manifiesto cualidades humanas bien distintas: la primera más
parecida al ζώον, y la segunda
al λόγον έχoν.
Y
como corolario pensaba en el “darse maña”. Mi abuelo no estudió
ingeniería en la universidad, pero sin embargo resolvía cuestiones de
ingeniería con una sutileza admirable. Mi abuela tampoco estudió gastronomía, y
sin embargo prepara las comidas más deliciosas que he probado. Nosotros,
generalmente sobre-calificados para todo, somos, no obstante, incapaces de
preparar una rica comida para nuestros amigos o de arreglar la mínima rotura
del hogar. Nos hemos bombardeado de saberes, técnicas y conocimientos, pero nos
paralizamos frente a las cosas simples: no somos capaces de resolverlas si no
es levantando el tubo y llamando a alguien que nos socorra. Ya no nos “damos
maña” para nada, abdicamos del desafío ante el sólo hecho de mencionarlo. Nos
privamos de la satisfacción que genera el hecho de poder resolver algo que se
creía irresoluble. Nos encanta practicar juegos de ingenio editados con formato
de revista, pero rechazamos cualquier actividad de ingenio que implica el
contacto con las cosas misma. Somos plenos responsables del atrofiamiento de
esta capacidad tan simple y tan humana de resolver por medio de la maña.
Eugenia Varela
Tu texto me hizo acordar a esos programas de radio donde con consignas hacen que la gente cuente algo que lo caracteriza. Si bien ya no nos damos maña para muchas cosas para otras sí: yo por ejemplo, que recién hace un año tengo agua de red, te puedo explicar cómo funcionan las bombas, cómo sacarle el aire, cómo purgar, cómo hacer un dique. Facundo, mi hijo más grande se da maña para solucionarme todas las cuestiones informáticas y electrónicas que a mí me aburren. Tal vez sea que según las distintas épocas y geografías tenemos que desarrollar distintos ardides para sobrevivir y otras capacidades (por suerte) darlas por superfluas.
ResponderEliminarBuenísimo el reparar en la maña de David para vencer a Goliat!
ResponderEliminarEugenia, creo que has dado en la tecla de uno de los dramas contemporáneos: la pérdida de la experiencia. Decías que se ha perdido el contacto con las cosas, bueno, ahí está la clave. En los saberes cotidianos, los principios básicos de la sabiduría brillan por encima del prefesionalismo técnico del manual.
ResponderEliminarGracias!
Eugenia, me acordé al toque de una charla (más bien gritos, pero porque así habla él) que nos dio mi abuelo a mi hermana y a mí. Estábamos en su casa en verano y nos teniamos que hacer cargo de las ensaladas. cuestion que abrimos la heladera y no sabiamos distinguir una lechuga de un repollo, etc. (pensaran que inutiles, pero ese es el tema, nuestra TOTAL inutilidad en lo pràctico) y mi abuelo, que es la persona màs util que conozco, sabe hacer TODO, pero TODO!! nos dijo de todo tambiwn: que tienen que dejar un poco los libros y saber hacer algo!! que nos gusta el arte, la literatura, etc. pero que en la vida real somos un cero a la izquierDA. y BUE, la verdad que tenía razón. Se me disparó ese recuerdo instantáneamente al leer sobre tu falta de mañana!
ResponderEliminarJajaja. Esto que dice Teresita me hizo acordar a un día en que la maestra de jardín de infantes de mi hijo Franco les preguntó "¿Saben chicos de dónde salen las manzanas?" y Franquito le contestó: "De la heladera, señorita".
ResponderEliminarAhora ya sabe que "salen" de los árboles, pero nunca las tomó de allí. Yo tampoco, debo reconocerlo. Es como dice Ignacio,la tecnología te abre a algunas experiencias y te cierra a otras.
Pero más que en eso el dicho que traes con tu reflexión me hace pensar en la necesidad de prestar atención a la realidad para sacar de ella "lo que buscamos". Antes que en ir con aprioris forzando las cosas. Estar atentos para pescar los detalles que abren puertas a la fecundidad de nuestras obras.