miércoles, 7 de noviembre de 2012

Añoranza (Claudio Marenghi)






1990. Agoniza. Se muere en serio. Tanto que cuesta reconocerle su humanidad. Sus células fueron crucificadas, tal como sucedió con los otros treinta millones que se llevó el virus. Pero lo que quedó de él, ha decidido volver a su antiguo hogar. Es humilde su proyecto: vivir una muerte o morir una vida. ¿Cómo y con quién? En su casa y con su familia: su madre, su padre, su hermana, a quienes extrañaba y mucho. Y eso es todo lo que quiere. Las millones de personas que pueblan el mundo y el universo mismo con sus infinitas galaxias, se han evaporado. Todo se redujo a esa casa, a esa habitación, a esos abrazos desesperados por retenerlo, a esas miradas piadosas que lo han recreado una y mil veces. Ese es el estado de las cosas: la incomprensión total de lo que acontece, la absoluta falta de sentido de cada segundo allí dentro. Valiente hasta el final y queriendo mostrar que la vida y la muerte son lo mismo, quiso saludar y ser fotografiado en ese instante, para que su martirio sirviera a que otros tomasen conciencia del mal que lo sacudió y que escupió con desprecio sobre su pequeña existencia.


Cuando hace más de 20 años, como estudiante de cine y televisión vi esta foto en la revista LIFE, lloré a David Kirby como si fuese mi hermano. Sentí lo frágiles que somos por primera vez en mi vida en serio. Fue una revelación de algo tan profundo que caló en lo más hondo de mi ser y me hizo sentir humano, demasiado humano, en un mundo tan insensible como racional.


Claudio Marenghi

7 comentarios:

  1. Muy triste y muy sentido todo lo que decís. Me quedé con esta frase en especial: "Y eso es todo lo que quiere. Las millones de personas que pueblan el mundo y el universo mismo con sus infinitas galaxias, se han evaporado. Todo se redujo a esa casa" La vuelta al hogar para morir, a las familia, a lo íntimo. A veces andamos con tantas ansias de mundo, de apertura, de esas infinitas galaxias, para siempre querer volver a casa.

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  2. A mí también me impactó la parte que marca Teresita, esa de cómo todo se reduce a lo únicamente importante, los afectos y la intimidad última. Qué experiencias pueblan este mundo...

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  3. Ey, Clau! Me he quedado pensado y sintiendo en todo lo que escribiste. Vos fuiste el que me dijo una vez que el teatro griego era muy "kinestésico". Siempre me quedé pensando qué sería eso: ¿Conmovedor hastas las "entrañas"? ¿Algo así como que te sacude cuerpo y alma en perfecta unidad? Más allá de lo que exactamente sea, este relato me sacude, al punto de haberlo llamado a mi viejo y preguntarle cómo está. No me ha dicho gran cosa, pero tal vez, hay un reflejo en todo esto que no estoy viendo. O ¿sí?

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  4. ¡Muy buen comentario Héctor!
    Vos lo pensaste como hijo y yo me identifiqué con esa madre y ese padre.¡Pobrecitos!
    ¡Qué tremendo verlo sufrir así, saber que se está yendo, que ya no es ni será el mismo!

    Esas fotos que se meten en la intimidad de las personas me dan cierto pudor. Como si estuviera viendo algo que no debería presenciar. Como si estuviera en un lugar que no me corresponde estar.
    Eso lo distancia del teatro.

    Y lo hace más terriblemente cercano a la vez. Como dice el epígrafe de Hemingway al comienzo de la novela "La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, por lo que nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”



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    1. Gracias, Marisa! Este noviembre se viene peor que Octubre, parece. Será como dice Guillo es el espíritu de fin de año, ja! (cita de una conversación, no por su poema). Pero sí, creo que esto es lo grandioso de este blog, nos ayuda a vernos cómo somos. Es la scriptumterapia!

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  5. Teresa y Angeles: creo que en las situaciones límites en serio, como el caso de la inminencia de la propia muerte, todo se tiñe de otro color. Cuando digo todo, me refiero a todo en serio, hasta lo más insignificante vibra y suena de otra manera. Diría yo que se practica una 'reductio ad fundamentum': lo único que importa en ese momento son los verdaderos afectos, que suelen reducirse a un número muy limitado de personas, el resto es humo. Si hay algo que me suele doler y mucho, son los casos de personas que tuvieron la desgracia de perder a un ser realmente querido estando en plena discordia o enemistados, sin poder haberle pedido perdón o decirle cuánto lo amaba a pesar de los conflictos. Eso es terrible porque el tiempo es irreversible y más aún la muerte. En este sentido, todos los días debemos confirmar nuestro amor a nuestros amores, una y mil veces y sin vergüenza, porque desde el mismo día que venimos a la vida ya somos bastante viejos como para morir, aunque a veces lo olvidemos y vivamos como dioses olímpicos.

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  6. Héctor y Marisa: Gracias por los comentarios. Lo llamativo del caso de David Kirby en relación a lo que decís Marisa, es haber tenido como último deseo morir con los suyos y ser documentado fotográficamente. Es realmente sorprendente, muy valiente y siento admiración por esa decisión en semejante estado en que el SIDA lo había dejado. Lo que marcás Héctor, lo refiero a que perceptivamente hay personas que son predominantemente "visuales", otras donde predomina lo "auditivo" y otro grupo donde rige lo "kinestésico" que se refiere al sentir corporalmente emociones como escalofríos o erizos de piel o cosas por el estilo (ligadas más al sentido del tacto). Me parece bien que no pierdas el contacto con tu viejo, yo soy padre y daría mi vida por mi hija y estoy seguro que el tuyo la daría por vos también, nunca lo descuides a pesar de la distancia!

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