http://madreteresahabitasmicorazon.blogspot.com.ar/2009_11_01_archive.html
Todos conocerán la historia de Job. Aquella en que Satán pide autorización a YHWH
para poner a prueba su fidelidad y por
ese motivo padece un sinfín de
desgracias: los sabeos y caldeos
asesinan a sus siervos, se roban sus bueyes,
sus burras y camellos, un incendio acaba con sus ovejas y pastores, un
huracán del desierto da muerte a sus hijos. Finalmente su cuerpo es lastimado cruelmente por lacerantes úlceras… entonces: “Tres amigos de
Job se enteraron de la desgracia que le había sobrevenido y acudieron desde sus
respectivos países (…) para ir a compartir su pena y consolarlo. (…) Se sentaron en el suelo a su lado durante
siete días y siete noches, sin decirle una sola palabra viendo su terrible
dolor.” (Jb. 2, 11-13)
Siete días y siete
noches. En términos
bíblicos significa algo así como “todo el tiempo”. “Todo el tiempo que hiciera
falta” sus amigos se sentaron a acompañarlo. En silencio. Sin palabras que
intentaran aliviar o explicar o justificar o minimizar… En silencio.
Simplemente se sientan a su lado, para estar
allí.
Muchas veces es lo único que podemos hacer por alguien: estar
allí. Estar presentes.
Y no es poco.
La presencia de los otros abre un espacio que hace habitable
la vida y no sólo en el dolor.
Quizás el dolor más insoportable sea el aislamiento.
Eso es lo que temo de la muerte: ¿Cómo será ese instante en que uno tiene que soltar todas las manos que acompañan?
Entonces pienso: si existe Dios, solo
puede ser “El que es” o como dice el salmista “el que siempre Está”:
“Si subo al cielo, allí estás tú;
si me tiendo en el Abismo, estás presente.
Si tomara las alas de la aurora
y fuera a habitar en los confines del mar,
también allí me llevaría tu mano
y me sostendría tu derecha.
si me tiendo en el Abismo, estás presente.
Si tomara las alas de la aurora
y fuera a habitar en los confines del mar,
también allí me llevaría tu mano
y me sostendría tu derecha.
(…)
¡Qué difíciles son para mí tus designios!
¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos!
Si me pongo a contarlos, son más que la arena;
y si terminara de hacerlo,
aún entonces seguiría a tu lado.”
¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos!
Si me pongo a contarlos, son más que la arena;
y si terminara de hacerlo,
aún entonces seguiría a tu lado.”
(del Salmo 138)
Me gusta imaginármelo de ese modo, una Presencia que
acompaña siempre.
“Wishful thinking, quizá,
pero ésa es otra definición posible del bípedo implume.”
(Julio Cortázar, Rayuela, c.71)
Marisa Mosto
¡Qué bueno, Marisa, el texto! Eso de la presencia del otro que "hace habitable la vida y no sólo en el dolor." Es un gran verdad, ¿no? El aislamiento es el gran dolor. Me gustó mucho revalorar la presencia de los amigos de Job que sin palabras estuvieron con él, todo el tiempo que fuese necesario. Sin necesitar más que la presencia de ellos, sin consejos, sin sermones, etc. Sólo estar ahí y con un oído presto a escuchar. Gracias, Marisa!
ResponderEliminarMe gustó mucho! estar ahí sin palabras ni gestos, uno pensaría que no es nada, pero somos algo, sin hacer ni decir, que bueno que podamos estar ahí. Me encantó lo que dijiste de "¿Cómo será ese instante en que uno tiene que soltar todas las manos que acompañan?" a veces siento que la muerte es quedarse solo, en la nada. Pero después lees ese salmo, y ojalá sea así!
ResponderEliminarGenial, Marisa.
ResponderEliminarSuelo pensar en los misterios de ese momento... en la soledad y en la compañía.
Habría que ir recuperando en toda nuestra cultura ese valor por el silencio... A veces uno evita a la gente que está dolida: "No sé qué decir, no sé qué hacer". ¿Por qué nos cuesta más no-hacer o no-decir que hacer o decir lo que sea?
Misterios culturales...
Cómo me gusta, Marisa, cuando tomás un texto bíblico y lo interpretás tan humana y profundamente! Qué linda imagen de Dios y de la compañía esos tres amigos ahí sentados en presencia de Job!
ResponderEliminarAdhiero totalmente a los comentarios precedentes y, ante todo: su texto, Marisa, me llegó muy hondo. Agrego solamente que esos tres amigos son la muestra máxima de la generosidad: a Job le consagraron sus propias vidas: ¡estaban allí! - y por el tiempo que fuera menester, sín limites - acompañándolo en su dolor, padeciendo con él. Según el evangelio, esa actitud es propia del mejor de los amigos. Darse al otro lisa y llanamente es amor... que no necesita de palabras para manifestarse.¡Muchas gracias!
ResponderEliminarAdemás de filósofa moral sos una gran teóloga moral Marisa, concuerdo con la apreciación de Angeles, no es la primera vez que leo un comentario tuyo sobre alguna cita bíblica con tanta tela para cortar. Aterra ese quedarse sólo en la propia muerte, sólo la esperanza (teologalmente entendida) puede vencer esa angustia.
ResponderEliminarComo siempre, muy bueno!
Recuerdo la imagen que nos da San Agustín (creo que es él si no me equivoco) en la que la vida puede ser comparada con un tapiz. Muchas veces vemos sólo la parte de los nudos y no nos damos cuenta que el dibujo está del otro lado. Y quizá justamente Dios nos ayuda a tejer ese otro lado, nos ayuda y acompaña en su silencio hablante, lleno de misericordia y amor.
ResponderEliminarGracias!
Estar, esa es la clave. Muchas veces es, no sólo lo único que podemos hacer. Creo que muchas veces es lo único que debemos hacer. Al menos yo, muchas veces, es lo único que pido que hagan cuando estoy maltrecho. Y no faltan los que vienen a dar consejos que generan distancia, en lugar de aprovechar el acercamiento que a veces sólo el silencio hace posible. ¡Gracias Marisa!
ResponderEliminarMuy bueno Marisa!
ResponderEliminarLa felicidad tendrá que ser siempre con otros, si no, no me cierra. Pero la presencia como un vínculo espiritual, vital y vivo requiere, cómo vimos en el seminario, estar atentos a la manifestación de lo real, así como estuvieron atentos los amigos de Job. En esta presencia de lo real, creo que Dios se manifiesta constantemente en los cercanos.
A veces pienso en las cosas buenas que trajo el accidente cerebro vascular de mamá...y una es saber que Marisa siempre va a estar.
ResponderEliminarMarisa, pienso que el infierno es el vértigo de la soledad total o sea la separación y el aislamiento. En cambio el estar con Dios, en Dios, es el cielo. Muy bien expresado como siempre,tu texto. Gracias por la recomendación: estar ahí sin decir nada, saber que la presencia es suficiente. Qué lindo comentario el de Cecilia.
ResponderEliminarBuenísimo!!
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