Con ternura llegó lo esperado inesperado. Nunca estamos preparados a lo que paradojalmente es evidente.
No me esperaste, tampoco vos podías irte mirándome
de lleno a los ojos. Parece mentira. Una paz inexplicable como bálsamo
reconforta, de pronto me siento perdonada.
Atravesando la tupida niebla de una noche cerrada
los kilómetros acortaban la distancia. La cabeza jugaba por sí o por no. El
silencio hundía su filo en el alma que no se atrevía a pensar.
Autos, gente y murmullo. Aturdida atravesé el
jardín deseando encontrarte y ...a la vez no. Allí en mi cuarto despojado de
todo adorno…estabas en mi cama. Pálido, más que nunca. Eras casi transparente y
flaco hasta el límite. Tu carita apacible y sonriente. Me permití mirarte sin
apuro. ¿Descansar? Ya tendría tiempo. Nunca más ese rostro tangible, más
tarde...solo vacio...lleno, ¡¡¡qué paradoja!!!
Se me amontonaban imágenes, sentires, haceres. Se
entrelazaba el dolor con la alegría, la unión con la distancia, la liberación
con el vacio.
No tenia cabeza, no deseaba leer, ni ganas de ver.
Paso del tiempo....
Dolores Seeber
Vívidamente describís Dolores, tu llegada a la partida de tu hijo.
ResponderEliminarEs como si llevaras grabados en tu piel cada uno de esos detalles. Como si los hubieras atravesado en cámara lenta y te hubieran teñido el alma.
Gracias por permitirnos acompañarte en ese momento de alguna manera.
Un abrazo
Dolores, tu texto me lleva a la profundidad de los términos "testigo" y "testimonio" de los que tanto se escribio a proposito de la poesía y la narración contemporánea. Al mismo tiempo me lo hizo unir con el escrito de Marisa sobre los amigos de Job que sólo (¿sólo?)estuvieron al lado mucho tiempo acompañando, y acerca de su reflexión sobre la insoslayable necesidad de "soltar las manos que nos acompañan" en el momento de morir. Todo eso condensado parece estar en tu narración. Un beso.
ResponderEliminar"el alma que no se atrevía a pensar", no tenía cabeza, ni ganas de leer, de ver. Me parece como si el alma se te hubiera metido para adentro, se hubiera refugiado en lo más profundo, frente a tanto dolor. Y de esa manera ,sin pasar por la cabeza que es la que crea las paradojas, lograra darlo vuelta, para ver su contracara: paz,perdón, alegría y liberación.
ResponderEliminarqué profundo, Dolores!! y qué sencillamente dicho!
Gracias por todos los comentatios, que valioso y reconfortante es poder trasmitir, eso que decis Paola, de puentear la cabeza. Para mi es una batalla ganada y cuando escribia esto es cuando pude experimentar el perdon que me llevo muchos años.
ResponderEliminarMa! no pude terminar de leerlo porque no veo!! tengo los ojos llenos de lágrimas.. QUE LINDO!! gracias...
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