Verte sonreír con mi llegada,
sentir el calor entre tu brazos...
Aprender cada cosa que me enseñaras,
caminar tomado de tu mano...
Dar mis primeros pasos y recibir tu abrazo,
escuchar tu voz cada noche con cada cuento nuevo...
Aprender cuánta alegría podría causarte siendo un
buen niño
y amarte aún más por no acabar nunca de perdonar
mis errores.
Tomar mis decisiones después de largas charlas
contigo,
gozar de tu compañía en cada nueva etapa de mi
vida...
Añoranzas que quedaron en el silencio de aquella
vida no vivida, porque no me escuchaste, porque te negaste a sentirme, porque
no me dejaste amarte...
Pero lo más triste es que mis añoranzas no superan
el dolor de tu mayor añoranza, que tan oscura y profundamente ocultas... La
añoranza de HABERTE PERMITIDO AMARME...
Sin embargo, mamá, quiero que sepas que desde donde
estoy, no hago más que amarte...
Mili Lanusse, Flores
Milagros Lanusse
¡Qué tremenda esa añoranza que imaginás Milagros!
ResponderEliminar¡Y justo en contrapunto con la añoranza anterior!
Un hijo que se va y otro que nunca nacerá.
¡Cuántos NUNCA!
Las flores del final traen algo de esperanza. La belleza que vive de lo que está sepultado. Muerte que sigue dando vida bajo una apariencia diferente, inesperada.
Durisimo Mili, e impresionante el haberle dado voz, presencia a uno de los millones de hijos inocentes no nacidos, y para hacerlo dar un mensaje de amor a pesar del horror.
ResponderEliminarConmovedor Milagros, me emocionó tu relato, mucha ternura y mucha tristeza ante un tema tan incomprensible, horripilante y patéticamente actual.
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