http://www.preciolandia.com/ar/juego-te-cafe-taza-plato-porcelana-ingle-28zuwt-a.html (Ilust. Blog)
Nunca se había preguntado con suficiente rigidez por qué aquella tacita que permanecía sobre el durmiente que coronaba el hogar de la casa le robaba más atención que el resto de los retratos, la vieja lámpara de bronce y alcohol, el barquito que habían traído del viaje a Florianópolis, la ostra petrificada que rescató de un plegamiento en una cabalgata por el campo de la familia en Neuquén, la lechuza de madera que su hija le regaló después de sus primeras vacaciones solas en la costa con sus amigas. La tacita siempre había estado allí, o en otra repisa, pero siempre allí, atesorado como una de las más agraciadas joyas de la corona familiar, pero siempre allí. Como si la casa no estuviese terminada hasta que la entronizaran en el centro de la vida familiar.
Muchos visitantes le preguntaban
sobre su origen, a lo cual sólo respondía que había pertenecido a la familia
materna desde tiempos inmemorables (es decir, no sabía desde cuando…), y algo
de que el juego total estaba distribuido en los descendientes de la familia, pero ya se había perdido el
rastro de quién tenía que.
Nunca la usaba, y sin embargo no
había día en que no la limpiara, y al final del proceso volvía a colocarla en
si sitial con una mirada de interior aprobación, como si un tribunal invisible
estuviese dictando su sentencia en cada rito.
En más de una ocasión se
descubrió inquieta al regresar de viaje,
con la mirada escudriñando el living, haciendo como que miraba todo, y al
volver a encontrarla en su lugar con un tanto de vergüenza y satisfacción se la
escuchaba decir “está todo en orden”-
Pero nadie sabe qué fue lo que
realmente sucedió ese sábado por la mañana cuando hubo terminado el desayuno y
comenzó el tradicional recorrido de aseo por la casa. Fue a propósito o un
descuido, fue torpeza o cansancio, no lo sabrá nunca, pero cuando la tacita se
hizo añicos en el borde de ladrillos del hogar después de una acelerada caída,
sólo atinó a dar un grito corto y agudo de sorpresa, un resoplido de
frustración, ninguna lágrima de tristeza. A medida que juntaba con la mano y
luego con la palita los pedazos irreconocibles de lo que antes había sido, un
sentimiento nuevo iba creciendo y
penetrando en sus pulmones como un aire que hacía tiempo había olvidado
respirar. La nueva libertad de la que estaba comenzando a gozar le hizo
impensadamente brotar una sonrisa en sus labios.
“Porque donde está tu tesoro,
allí está tu corazón” Mt 6, 19-23
P. Andrés Rambeaud
Qué buen final! Me llama la atención cómo muchas veces aquello que creemos estar eligiendo o queriendo en el fondo nos esclaviza un poco. Que tu protagonista sintiera una nueva libertad con la supuesta desgracia es una grata sorpresa! Me quedé pensando que es muy raro eso que decís que ella no se había preguntado nunca con "suficiente rigidez". No puedo entender cómo sería eso.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Pienso que en ocasiones preferimos no seguir el de nuestras meditaciones cuando sentimos que parte de nuestra afectividad comienza a estar comprometida en ello. Preferimos dejar las cosas como están y no someternos a una crítica "rígida" que haga aparecer con nitidez el origen de algunas de nuestras conductas y pensamientos. Mejor que sigan en la penumbra, no vaya a ser que nos comprometan a tener que cambiar algo de nuestra personalidad.
ResponderEliminargracias por al aclaración, eso que parecía algo dicho como al pasar, tiene aristas más profundas que no había captado. En realidad me había sonado raro el adjetivo, que dicho sea de paso me sigue pareciendo raro para lo que querés expresar. Pero de ahí seguramente la fuerza de la primera oración.
EliminarAlguna vez tuve ese sentimiento Andrés de que lo que parecía una desgracia terminó siendo una liberación.
ResponderEliminarMe hiciste acordar a eso que se cuenta que dijo Sócrates en el mercado "¡Cuántas cosas no necesito!" O Teresa de Calcuta acerca de que "La pobreza es otro nombre de la libertad"
Y para seguir citando, me gustan esos versos con que Machado termina su "Retrato"
"Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar."
¡Qué lindo ir así, ligero de equipaje!
Sólo lo esencial en la valija y el corazón.
Tu recurso de que sea una tacita la causante de tantos desvelos pone en evidencia la desproporción de las preocupaciones que causa. A veces se nos va la vida tratando de mantener en equilibrio un montón de frágiles tacitas.
¡Qué bueno tenerte de nuevo en el taller, qué te hayas podido hacer un ratito!