Claude Monet (Ilustró Paula Munaretto)
Me resulta impresionante saberme parte de un todo; más aun, creerme parte de un todo. Simplemente me sucede que cuando anímicamente estoy un poco deprimida, alzo mi mirada y me acompaña con sus tonalidades: Lo veo lleno de rojos que emanan fuego, que parecieran indicar que se acaba todo. Y escucho al vacío que hay en él llamando desesperadamente a esas nubes que simulan no estar en este momento necesitado; así como las lágrimas no quieren nacer de mis ojos cuando la garganta se ahoga en ese mismo fuego rojo que el cielo nos muestra. Y nuevamente fijo mi mirada allí arriba, esperando una respuesta. O quizás no, quizás espero solamente una simpatía, una empatía. Un saber que me entiende, que ese cielo lleno de tonalidades ahora cada vez más fucsias y violetas comparte mi sentimiento; que es parte de él. Y sin embargo, el agua no aparece. Sin embargo una vez más pareciera decirme que el fuego no va a apagarse sino hasta que yo decida hacerlo, hasta que de una vez por todas pueda enfrentarme con ese fuego que me ruge y veo reflejado en ese cielo que me mira.
Y no es sólo en esos momentos que me acompaña; sino que es un amigo más fiel del que jamás esperé tener. Pues son más bien sus azules que reflejan al sol los que me entienden y acompañan en la vida cotidiana, en esa vida lejos de las tormentas. Son los reflejos del sol los que iluminan mi vida a diario con sus tonalidades exactas de diversos naranjas y distintos amarillos. Luz de cielo que no sólo ilumina sino que brinda calor a mi vida; da alegría a ese azul que muchas veces por sí solo pareciera aburrirse. Y sin embargo, cuando me detengo a reflexionar sobre él redescubro las profundidades de ese azul. Y ahí es cuando me parece inagotable; me corrijo, ahí es cuando me doy cuenta que es inagotable. Y una vez más, elevando mis ojos a él, me veo allí. Me reconozco allí, en cada uno de esos turquesas, en cada uno de esos cristales espejados.
Es tan cambiante y a la vez tan sereno; tan presente y sin embargo tan distante; tan mío y tan de todos. Es mi cielo, el que comparto con todos.
¡Muy lindo Paula! Me gusta como describis ese sentimiento de pertenencia a una vida compartida, "personificada" en ese cielo "cambiante y a la vez tan sereno; tan presente y sin embargo tan distante; tan mío y tan de todos."
ResponderEliminarMuchas gracias, Pau! Me sentí muy identificado con esa necesidad de reposar la mirada en el cielo y abrirse a lo que venga... como todos nosotros.
ResponderEliminarMe parecio muy lindo!!
ResponderEliminarTransmite esa « afinidad » entre la inmensidad del cielo y la apertura ilimitada del alma…
Alma que busca allí una empatía… alguien que la entienda.. un "kindred spirit".
Gracias!
Gracias por los comentarios!!Sí, la verdad que intenté transmitir un poco ese sentimiento que creo que todos tenemos.. ese pensarnos únicos a la hora de abrirnos a nuestro cielo... pero saber que lo compartimos todos..
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