Foto tomada por Jorge Oscar Marticorena, Ruta 40, marzo de 2011
Elegí hacer un camino por la Patagonia, antes de aceptar este divertido y loco desafío de escribir cada mes inspirándonos en letras sucesivas de nuestro alfabeto, sin saltearnos ninguna.
Este mes, toca la C.
Letra ambigua que alienta divagues, según cómo se la diga en estas palabras con pertenencias a multitudes. Además de ser una letra que se pronuncia según como esté acompañada, sucede que nuestro idioma resulta de un imperio y de nuestras libertades, frutos de las sangres y los ingenios. Y en los incontables cambios ocurridos es estos siglos esta letra ganó nuevas formas de ser pronunciada.
El camino, como esta letra de sonidos variables, permite libertades fascinantes, que seducen y atemorizan como todas las libertades. Pero las libertades crean las condiciones propicias para las creaciones. Y así, al crear se puede cambiar, y al cambiar aprender, y al aprender el espíritu puede contemplar lo profundo.
Yo pienso, en consonancia con mis esporádicas visitas al zen, que según el camino que se elija, será el estilo de profundización que se logre.
Mi elección fue la Ruta 40, en solitario. Y encontré tres libertades.
Primera libertad, los recuerdos:
Desperté agradeciendo la claridad tibia del sol que nos atisbaba desde el horizonte de la estepa, dando fin al frío de una segunda noche a la intemperie, en la que ya no nos alentaba la esperanza de una cumbre virgen, ni nos deprimía la pena del fracaso.
Sólo pensábamos en la necesidad de continuar un descenso difícil por una pared desconocida. Y me perseguía la duda sobre si esta ruta que bajaba del mínimo balcón donde pasáramos la noche, frente a la belleza mítica de las montañas patagónicas que me observaban, nos llevaría a un feliz final de esta interesante aventura, o sólo sería el inicio de nuevas torturas que terminarían en el misterio de los olvidos finales.
¿La buenaventura asintió, el azar tiró dados favorables, nuestras habilidades alcanzaron para llegar al Campamento Base?
¿O todo fue así?
Y hoy puedo avanzar por este camino que se me abre e invita a
Segundas libertades
Los regresos
Con dudas por la hora y por el camino a recorrer en lo que quedaba del día, decidí visitar nuevamente las maravillosas cuevas de antiquísimos antepasados, artistas quizá inconscientes de serlo.
Pintores de manos, de rastros, de presas, de hechizos y conjuros.
Soy, sí, cultivador de ideas que luego busco depositar en ojos u oídos. Pero, lejano e indirecto descendiente, me conmueve esta identidad común que percibo. Tan fuerte, tan nítida. Como aquella primera vez de mi primera visita.
Días después, ya lejos de la Cueva, vuelvo a caminar por el sendero que me llevó a aquel extremo amanecer del recuerdo. Pienso con inquietud en los años que han pasado, sumando experiencias, pero restando energías. Y ya sobre la picada, voy enhebrando mi collar de dudas, de temores, de fantasmas.
Hoy ya no encuentro el temor al vacío, a la pérdida de las fuerzas, a lo desconocido, a la muerte, agazapada a mis espaldas, a mis lados, en esas vertiginosas paredes de hielo.
Este sendero en el bosque invita a la aventura plácida, sin peligros. Complaciente. Pero queda vigente la pregunta más angustiante, la que está en la raíz de todas las propuestas con las que en mi vida me he desafiado.
¿Podré? ¿Seré capaz de…?
Pude y fui capaz. Cumplí con mi modesto objetivo. Divisé y reconocí el lugar de la aventura y comprendí que, al decidir retroceder, rechacé las tentaciones, que pudieron ser mortales, de mis demonios.
Que elegí la vida e hice posible este hoy y
Esta tercera libertad
La calma
Calma que no proviene del triunfo ni de la meta alcanzada.
Calma y libertad que nacen del desafío aceptado, del camino recorrido también en mi interior.
Quietud del alma que ha aceptado vivir.
Jorge Oscar Marticorena, en casa, 11 al 30 de Agosto, 2011
Muy lindo Jorge! qué linda idea de las rutas de nuestra querida Patagonia. En cualquier momento agarro la ruta...
ResponderEliminar¡Qué bueno eso de "quietud del alma que ha aceptado vivir"! Parece una respuesta a todos los inquietos "casi" que aparecieron en los otros textos. ¡Es imposible no amar la vida atravesando la ruta 40!
ResponderEliminar¡Gracias Jorge y gracias por la foto! ¡Quiero estar ahi!