Egon Schiele, Madre con dos hijos, 1917, 1,50 x 160
(Ilustró Marisa Mosto)
- Despacito y sin dudar se acercó a la mesa del fondo y sacándose el sobretodo empezó a decir Francamente, quisiera comentarlo con usted.
-Digamé. Le contestó el otro, como quien no quiere la cosa.
-Si supiera cómo empezar...
-Siga, se lo entiende. Volviendo a parpadear, relajó la expresión de kamikaze hambriento convirtiéndose en un padre amoroso, parecido a papá Noel.
-Una daga entre cabeza y cuerpo, una fuga, una distancia, una hemorragia, un hueco, vacío. Tose, reviviendo todo eso. Un río de vidrio, un licor venenoso…
-Pero-ah-ah… hasta ahí nomás: no es vacío, está habitada: es la casa de la Pena, mi amigo.
-No sabía que tenía domicilio.
-Viví con ella. Se le iluminó la cara, como si hablara de una amante secreta y descontroladamente atractiva.
-¿Y cómo era? Ahora era un niño al que le hablan de un chino que sabe volar.
-Áspera, fría, profunda, perseverante, delicada, divina, fecunda. Más brillo en su cara, más luces y se relamía.
-¿Fue bueno haber vivido con ella? Un poco aterrado, cómo que no.
-Y…Fue estar atragantado entre el hastío y el gozo. Se detuvo con la mirada en el vacío, y al volver le costó seguir explicando, pero hizo su mejor intento. Fue de limbos y ternura. De soledad y compañía. Haber vivido con ella tuvo sentido.
-¿Fue bueno haber vivido con ella? Insistía, le gustaba eso de que le cuenten.
-M’hijo, por Dios, sí tuvo sentido.
-¿Por qué lo dice? La siento como un trago de clavos, por acá. Y se señalaba el pecho y se acariciaba la garganta y se acomodaba la corbata, carraspeaba y apretaba los ojos. Y no se explica… Como si no quisiera aflojar, sólo por capricho. Me tiene con la cincha apretada. Las riendas cortas. Ando sin hambre y sin sueño. Si pudiese sentir el vértigo que me da la hora de dormir. No quiero encontrarme con esas cosas. Porque es la peor hora, la de los fantasmas. Y forzó una carcajada para volver el comentario un poco más metafórico, aunque para él fuese de lo más literal eso de los fantasmas.
-Anímese a vivir con ella. Apoyó todo su cuerpazo en la mesa y esta se inclinó tanto que le quedaron los dos vasos cerquita de las manos.
-Me da miedo.
Tardó en contestar. Sabe que el miedo es fulero. Pero supo qué decir.
-Más miedo le va a dar si rechaza la invitación. La pena es insistente y tiene un séquito de soldados dispuestos a acabar con quien se rebele.
-Si usted lo dice. Disgustado, casi con resignación, prendió un cigarrillo.
-¿Nunca le dijo su madre que comer brócoli lo hacía fuerte? Lo que faltaba, el cuentito de la vieja, a ver qué le espera ahora. La Pena es un banquete todo de brócoli para devorar de a pedacitos. Sentado en el inodoro, entenderá lo que es, como quien dice, cagar fuego. Empinó el vaso de vino y sonrió como diciendo “touché”.
-No comprendo
-Aflojó el ceño pensado “claro que no”. Bueno, vendrá luego la luz y el calor. Usted aprenda a vivir con la Pena, ella se irá cuando empiece a quererla y a cuidarla, se va a ir para que aprenda, entienda y crezca. Ella es madre, es partera y es fruto. Aprender a vivir dejándola enseñar es tener pase libre a la próxima parada. Y verá por qué digo que tiene sentido. Alguna vez –algunas veces- nos toca empollarla, verla crecer e irse ¡Pero cómo se aprende! No deja el nido vacío, deja el nido con más vida.
Inés Uriburu
"Haber vivido con ella tuvo sentido."
ResponderEliminarClaro que si!! este ultimo tiempo descubri que las lagrimas tmb tienen algo de dulce. Muy bueno ines!!! me gusto mucho, ya lo lei como 4 veces pero me sigue sorprendiendo.
¡Me encantó cómo vas llevando la "intriga" del lector! ¡Muy bueno Inés! Uno siente que está metido en ese bar, como perdido en una dimensión desconocida, atento al diálogo como si se tratara de una situación límite.
ResponderEliminarEn algo no coincido... si es que te entedí bien. Yo prefiero no dar razones de por qué el hombre inevitablemente tiene que sufrir.
Me encantó! y me ayudó mucho, era justo lo que necesitaba leer, los fantasmas que vienen a la noche, muy bien transmitida la sensación.
ResponderEliminarMe gustó mucho Inés!!!!
ResponderEliminarComo dice Marisa, pude imaginarme la situación, hasta te digo que las paredes del bar me las imaginé de madera oscura.
Me gusta la personificación de la Pena!!
Un beso!
Muy bueno amiga!!
ResponderEliminarTe felicito, seguí subiendo cosas!!
Gracias por imaginárselo!!
ResponderEliminarHermana, mandale el texto a Drexler, se va a emocionar y te va a pedir de agregarle unas estrofas a su canción que dice: "Cuando de repente oí unas alas batir, como de un peso que comenzara a ceder, se va, se va, se fue". Mujer sos espectacular. Te felicito y no dudes en seguir publicando.
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