Hace unos años una mujer joven que esperaba su segundo hijo consultó al
pediatra sobre cómo hacer para que su hijita no se sintiera desplazada y éste
la tranquilizo diciéndole que le estaba dando el mejor regalo que le podía dar,
un hermano.
Son nuestros hermanos los que están
allí para recibirnos cuando
llegamos al mundo o, somos nosotros
quienes los esperamos y les damos la bienvenida
a ellos cuando nacen, y pasan a
formar parte entrañable de nuestras vidas. Compartimos con ellos tiempo
y espacio; tiempo de juegos, comidas, peleas, televisión, aburrimiento y el espacio común de la casa, cuartos, baños, roperos, asientos del auto, etc.
También compartimos con ellos a nuestros padres, algunas veces celando o compitiendo por su amor pero
muchas otras llevando juntos sus defectos
y debilidades. Y más tarde su recuerdo que sólo puede ser cabalmente compartido con
ellos. Un lazo muy profundo nos anuda,
podemos tener más o menos afinidades, llevarnos mejor o peor pero imagino una
soga gruesa que está sumergida uniendo nuestras vidas.
La relación de hermanos es sostenedora, acompaña el
caminar, enriquece y alegra la existencia. Nos enseña a aceptar, amar y disfrutar las diferencias. No
ignoro que hay personas muy difíciles; que a veces la competencia y los celos
ganan al compañerismo, y las relaciones entre hermanos se rompen, pero esta es una herida que no sana nunca. Ese
lazo roto duele para siempre. Inversamente un buen vínculo entre hermanos es
irrompible, resiste grandes
dificultades y acompaña la vida entera.
Recuerdo que cuando era chica tenía varias amigas que
eran diez u once hermanos, nosotros
éramos cinco. Me encantaba ir a esas
casas llenas de gente, no solo porque
eran muchos hermanos sino también porque
muchos otros se hermanaban allí donde
eran bien recibidos, se mezclaban todas las edades en la charla y los
juegos. Por supuesto los educaban como batallón, todos la misma comida, sin
preguntar si a alguien no le gustaba, a
algunos hasta los vestían iguales y los
últimos heredaban la ropa de todos sus
hermanos. Ninguno tenía nada sólo para
sí. Sus exigidas madres no tenían mucho margen para la
psicología y seguramente algunos de sus hijos la hubiesen necesitado. Pero creo
que mucho de esto quedaba compensado por la seguridad y protección que les daba pertenecer a ese verdadero clan
que formaban.
La forma de vida del mundo actual está convirtiendo a los hermanos en una
población en franca disminución. Es
verdad que cuando en una casa hay pocos niños reciben más cuidado, dedicación,
estímulo y atención de sus padres, pero
también más exigencias y expectativas. Hay por otro lado nuevas formas, más hermanos que comparten a uno solo de sus
padres y que viven juntos
intermitentemente, o algunos que viven juntos sin ser hermanos, por ensambles
familiares. Son experiencias distintas que ya darán sus frutos, no pretendo hacer un juicio. Pero en mi experiencia personal confirmo lo que le
dijo el pediatra a aquella mujer, los
hermanos son un gran regalo que recibimos de nuestros padres.
Y deduzco que así lo viven también mis hijos ya que
este verano que fuimos de vacaciones sólo con el más chico y le dimos muchos más
gustos de lo que él está acostumbrado,
le preguntamos si le gustaría ser hijo único y respondió sin palabras, se puso
los dedos en ele sobre la sien y
gatilló.
Eugenia Guastavino
¡Qué gracioso Felix! ¡Seguro que lo tenían cansado!
ResponderEliminarEntiendo a esa señora a que haces referencia. Cuando nació mi segundo hijo (Lucas), sentí que estaba "traicionando" al primero (Franco). ¿Cómo iba a tener DOS hijos? Los grandes afectos venían de a uno, un padre, una madre, un marido... un hijo. Luego supe que a varias mujeres les pasa lo mismo. Evidentemente que es un apriori que enseguida se desvanece ante los encantos del segundo hijo.Aunque no fue así para Franco, jajaja hasta el día de hoy se pelean y además se tuvo que bancar los que vinieron después.
El vínculo con mis hermanos lo valoro mucho más ahora de grande y luego de tener que compartir con ellos las dificutades que trae la vida que cuando eramos chicos. Y lamento mucho que vivamos tan lejos (físicamente hablando) unos de otros.
Eugenia, cuán acertadas son sus palabras!Las comparto plenamente puesto que provengo de una familia de muchos hermanos - todos muy distintos pero, en un gran balance, también muy unidos - y también por lo que observo en nuestros hijos viendo cómo se quieren. En verdad, teniendo (muchos) hermanos es difícil terminar siendo egoísta.
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