domingo, 23 de octubre de 2011

Chucherías (Mateo Belgrano)




Quizá sea como dar un paso al pasado. Poco más o menos. Me acuerdo que fue un Jueves Santo, y el cielo lloraba a mares. Yo lloraba a mares, bajo la cúpula de ocho aguas. Pero esa es otra historia. O quizá sea la misma.

Y así me lancé al túnel de tiempo, a ese laberinto de techo ondulado, que almacena el recuerdo de lo que el hombre ya no quiso. Mercado de las pulgas del alma, hay un refugio para los perdidos que desean verse con el misterio, con historias encarnadas en bujías, telares, papel y quién sabe en qué otros objetos. La lluvia pega en la chapa, como para que no olvidemos que el mundo sigue allá afuera.

Un coro de muñecas de porcelana cuchichea en el atrio de una radio Catedral afónica que grita goles de otros tiempos. Pulseras hippies, libros usados. Literatura polaca, poesía de Mozambique, Libros de cocina húngara, páginas que nos ayudan a ayudar a otros para ayudarnos a nosotros. Mircro y Macroeconomía en 5 pasos y una edición extravagante del Martín Fierro. Lámparas de los 60, sillones de los 70, alfombras de los 80 y un living para todas las edades. Los autitos de papá. Una máquina de escribir Remington que nunca tecleó un poema. Tocadiscos, vinilos a montón, botellas, un poster que anuncia la Ópera Tosca, sombreros sin cabeza, una foto de Gardel y una sonrisa. Y entre todo, una voz regateando la plata. Una búsqueda del tesoro, embarcada sin un mapa.

Pero de eso mismo se trata, una aventura sin cartografía, un laberinto sin guía, para ir degustando cada recoveco, explorar cada esquina, revolver cada uno de esos pasillos casi mágicos. Caminando con los ojos bien abiertos en busca de ese objeto perdido, para que nos cuente su historia y nos haga nuestro. Y así nos devuelva al mundo con unos pesitos menos y la nostalgia bajo el brazo.





Mateo Belgrano

9 comentarios:

  1. Me hiciste acordar al tango Cambalache, Mateo. A un paseo por la Boca, San Telmo o Parque Rivadavia o sin ir más lejos a todas esas cachiruladas de recuerdos que uno va guardando en su rincón a lo largo de su vida y dibujan el rompecabezas de su identidad.
    Son lindísimos esos paseos para recorrerlos sin apuro "en busca de ese objeto perdido, para que nos cuente su historia", en la que nos sentimos hermanados con quienes ya no están pero han dejado su huella que misteriosamente irradia en el halo de esas chucherías.

    ResponderEliminar
  2. Ay Mateo, no pude avanzar tranquilamente después del "yo lloraba a mares". Me dieron ganas de llorar a mí también, por todos, por mí, por el tiempo pasado, por "las cosas que el hombre ya no quiso", por las cosas que ya pasaron y no las lloré a tiempo. También por el abuelo de las chuletas de Marisa y por los chicos que se ganaron de arriba los chocolates de Francisca. Me parece que si me largo ahora no voy a parar nunca... así que voy a creerte y voy a buscar alguna feria abierta y a invertir unos pesos a ver si se me cura tanta nostalgia.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por el paseo!

    Tiene música cuando se lee.

    A mi me hace acordar a una canción de Sabina.

    ResponderEliminar
  4. Me encantó. Y como a Ángeles, me dejó intranquila ese llanto a mares. Hermoso texto, invita a dar un paseo por el propio mercado de pulgas, viendo qué preciosos y obsoletos objetos dejamos perdidos y olvidados adentro nuestro.

    ResponderEliminar
  5. Mateo

    ¡Ah, San Telmo! !Ah, el Mercado de San Telmo¡ Esa cúpula de ocho aguas solo puede ser de un lugar en esta ciudad…

    Muy bueno, sobretodo el segundo párrafo, deambulas por espacio y por tiempo, llevándonos a nosotros a un afuera y a un adentro de una forma sutil y deliciosa.

    El tercer párrafo es bastante rocambolesco, parece sacada de una película de Emir Kusturica, de esos espacios donde todo es anacrónico, donde parece que hubieran cerrado el lugar hace 50 años y lo hubieran abierto para mi entrada, para que uno pase revista en su ingreso. ¿Será por eso que me encanta San Telmo? Ése y Palermo Soho son los lugares en esta ciudad donde me siento un descubridor español del siglo XV, un cuatrocentista, en ambos lugares descubro cosas, tiendas, artefactos, te entiendo, tus descubrimientos son mis descubrimientos.

    En el cuatro párrafo no estoy seguro que se pueda decir "una aventura sin cartografía", cartografía es la ciencia que hace los mapas, es como si dijera no tengo economía en los bolsillos; lo que no tengo es dinero y en tu caso un mapa. Me parece, quizás me equivoque y espero que haya alguien que me corrija, que la relación entre ambos sustantivos no tiene un orden equiparable.

    Abrazo y estaré atento a tus siguientes entregas,

    Martín

    ResponderEliminar
  6. Martin, lo de "una aventura sin cartografía" creo que sí se podría decir porque es un forma de metonimia.
    Lo que Wikipedia define como: "La metonimia (griego: μετ-ονομαζειν met-onomazein [metonomadz͡ein], 'nombrar allende', es decir, 'dar o poner un nuevo nombre' )?, o transnominación, es un fenómeno de cambio semántico por el cual se designa una cosa o idea con el nombre de otra, sirviéndose de alguna relación semántica existente entre ambas."
    Jaja, solamente con vos me puedo permitir esta rigurosidad cinetífica Chiroque.
    Y por otro lado Martin, como bien lo expresó Borgen en su FUNDACIÓN MÍTICA DE BUENOS AIRES, y en tantos otros textos, Buenos Aires es eterna, nunca se la termina de conocer, es inabarcable, y en ella siempre todos (nativos y extranjeros) vamos a sentirnos como colonizadores, o conquistadores.

    ResponderEliminar
  7. ¡Muy bien, Javi! 'Estás en todas!

    ResponderEliminar
  8. Es que me entusiasmo mucho el blog.

    ResponderEliminar