Antonio Berni, Escuelita rural (Ilust. blog)
“De chiquilín te miraba de afuera, / como a esas cosas que nunca se alcanzan”, escribió Discepolín. Testimoniaba él su afecto por esa palestra de vida que es el café. No tuve tanto tiempo como para frecuentar a diario un boliche, pero de chiquilín conocí, y desde adentro, algo quizás mejor. Pues en el aula, junto con los chicos, me encuentro a mí mismo. El tango termina: “y la poesía cruel / de no pensar más en mí.” Siempre nos acompañan de algún modo crueldad y dolor; pero no es menos cierto que hay Pascua después de la Via Crucis. ¡Y no la pasé tan mal! No en vano en latín escuela se dice ludus.
¡Ojalá conservaramos tan solo un poquito de ese espiritu latino en nuestras escuelas!
ResponderEliminar¡Gracias por tus "pinceladas" Raúl!
Me dejan pensando.
Me quedé pensando en eso de la convivencia cotidiana en la escuela, cómo en el grupo encontramos algo de nuestro nombre propio; en cómo la escuela es la vida en miniatura con sus "menos" pero también sus "más"... Tus pinceladas salpican.
Creo que lo que más me gusta de la docencia es esto que marcás vos, Raúl. En todos esos alumnos despreocupados y llenos de energía encuentro a la Angeles que era y que, en alguna medida un poco escondida, todavía soy. He tenido colegas profesores (y a mis chicos les tocaron algunos) que los miraba y me preguntaba "¿qué hacés dando clases si no te gusta para nada el asunto?". Cuando veo cómo se ha sindicalizado el "gremio", cómo muchos faltan por cualquier cosa y utilizan cuanto artículo pueden usar para no tener que ir a lo que toman como uno más de los trabajos, siento muchísima lástima. Creo que del estilo de profesor que yo tuve ya quedan pocos... lo único bueno es que con tan sólo un buen ejemplo aquél que tiene verdadera vocación docente la puede reconocer, encausar y disfrutar aún cuando tenga a un grupo barullero o difícil adelante!
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