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(Ilust blog)
Ocurre a
menudo. Elegido el tema con antelación, comienzo a rumiarlo en mi mente,
confiriéndole una estructura lógica. Pero cuando me aboco a la redacción
aparecen otras variantes, algunos nexos dejan de parecer lógicos, como
desubicados… La hilación de conceptos se entrecruza… y he ahí la cuestión: En
el texto, ¿qué dejo?, pues el título del mismo se me abre como una caja de
Pandora y, luego, ¿quién le pone el cascabel al gato? – He aquí algunos tópicos
que he logrado concatenar, quizás con cierta arbitrariedad.
Para comenzar, la trascendencia,
¿qué es? Ni virtud, ni pasión, ni actitud, ni acción… ¿Quizás sea una
propiedad, ¿esencia?, de la acción asociada al verbo trascender? Etimológicamente, ese verbo es “rebasar
subiendo”. ¿Cómo la leche hirviendo, desbordando
el recipiente y derramándose por el entorno? El salirse, pues, del ámbito
natural, del continente y expandirse por el entorno. La trascendencia es eso.
Por otra parte, trascendemos todos y, a su vez,
somos objeto de trascendencias. Además, ideas, conceptos, que tienen
entidad propia trascienden de por sí.
El acto de amor entre varón y mujer
– dos vidas, reunidas en esa instancia en una sola – termina trascendiendo en
la generación de una tercera, nueva vida, distinta de las dos primeras pero de
igual e infinita dignidad. El amor es
trascendente, siempre. Es apertura, aceptación y donación al otro. Obviamente,
las demás pasiones también son transcendentes, puesto que el “apasionado” del
caso afecta al entorno con su actitud. En el caso de lo opuesto al primero, el
odio, ¡de qué forma dañina, trágica, cruel y horrible sabe golpear! Además, el
amor es correspondido, es mutuo: el amado lo re-trasciende hacia el
amante. Por eso, marido y mujer, madre e
hijo, entre hermanos… se aman. El amor genera amor. Felizmente, el odio no siempre
genera más odio; aunque,
lamentablemente, las más de las veces sí lo hace, aumentando el infierno
entre humanos, desuniéndolos. Sin embargo, el mismo puede ser retribuido con
amor, cuyo trascender sobre el que odia quizás lo haga recapacitar y redimirse.
Amor –– Odio perdón – gratitud – generosidad - …, etc. son polos de irradiación
trascendentes; para bien o para mal…
La vida individual propia consiste
en un intercambio ininterrumpido de influencias con otros que, en el fondo son
trascendencias y que varían en calidad e intensidad con la edad – en general,
al principio creciendo y luego de un cierto quiebre, decreciendo - desde el
inicio de la vida hasta la madurez, vejez y senectud. Diríamos que ese
‘intertrascender’ es una función de la edad del individuo, medida dentro de su
Tiempo particular hasta que en un dado instante dicho Tiempo - cuya esencia es
el transcurrir – trascenderá el umbral de la eternidad… para hacerse presente eterno, (y valga la
redundancia) ¡por siempre!
Están, además, las trascendencias
cuasi-atemporales de los grandes hombres: pensadores, de cuyas ideas se nutren
generaciones y generaciones; artistas, cuyas obras siguen expandiendo belleza,
por siglos; estadistas, cuyo recto proceder aun hoy continua siendo ejemplo y
lo será también para generaciones venideras; hombres de fe, santos, virtuosos,
abnegados, etc., que dejaron huella positiva, pues. Ellos hacen que la
historia– a pesar de todas las barbaridades y horrores habidos - sea la
Historia del progreso genuino de la Humanidad,
como fruto de la trascendencia del Bien hacia los tiempos históricos.
Lamentablemente – a juzgar por sus obras o por las de sus seguidores – también
gozan de trascendencia los pensadores negativos, de ideas nefastas,
propagadores del odio, dominadores, explotadores… que, conjuntamente,
contrabalancean en mucho esa Historia.
En razón de su
componente espiritual el hombre, por naturaleza, está propenso a trascender lo
material, lo contingente, lo temporal y todo lo que implique límites, pues el
espíritu es libre y se mueve por donde quiere – pero, paradójicamente, en esta
Tierra ello sólo podrá tener lugar mientras el alma esté unida a su cuerpo.
Además de esa
transcendencia, activa y pasiva, en función del tiempo propio de cada uno, está
el deseo de trascender el tiempo con el objeto de traer al presente
acontecimientos recientes, casi recientes, de pasado próximo, vía memoria
propia, o más alejados, vía apropiadas referencias históricas y, finalmente,
imágenes de la prehistoria formadas a base de pesquisas arqueológicas, etc. y
vivenciarlos en este preciso momento - ahora. En el caso extremo se encuentra
el anhelo de dar con nuestro común origen último. Desde hace milenios, ¡cuánto
esfuerzo dedica la Humanidad a la contemplación y estudio del Universo!,
buscando su razón de ser, su génesis y, por lo tanto, su origen. Es decir, el
tiempo de inicio, el “tiempo cero” sideral, o con más justeza: Tiempo = 0, respecto del cual no debería existir ningún
“antes”. Quisiéramos traer al momento presente la imagen del Universo cómo fue
en ese preciso instante. Dicen que ello tuvo lugar hace unos veinte mil
millones de años y muchos de nosotros pretendemos trascender ese enorme lapso
de tiempo sideral para situarnos en dicho instante… a partir de la visión
formada recibiendo señales electromagnéticas del Cosmos que tardaron tal tiempo
en llegarnos. Suponiendo que logremos dar con ese inicio, ¿seremos capaces,
luego, de trascenderlo hacia la Esencia de todo?
Estanislao Zuzek
Muy completo Estanislao su rastreo de las analogías de la palabra trascendencia. Noto un factor común en esa búsqueda de irradiación hacia afuera (y hacia arriba), un movimiento a salir de sí hacia lo otro. Quizás la palabra trascendencia sea algo así como la constatación de existencia de algo otro. El Otro con mayúscula es el absolutamente trascendente.
ResponderEliminarEn todas las referencia aparece ese movimiento extático. Del buscar fuera de sí y afirmar a lo que existe fuera de uno.
EXCELENTE>"""!!!
ResponderEliminarMUY RICO, MUCHOS CONCEPTOS SOLIDOS, Y BIEN AMALGAMADOS A LA BELLEZA DE CADA IMAGEN.
ESTA PARTE ME ENCANTO:Están, además, las trascendencias cuasi-atemporales de los grandes hombres: pensadores, de cuyas ideas se nutren generaciones y generaciones; artistas, cuyas obras siguen expandiendo belleza, por siglos; estadistas, cuyo recto proceder aun hoy continua siendo ejemplo y lo será también para generaciones venideras; hombres de fe, santos, virtuosos, abnegados, etc., que dejaron huella positiva, pues. Ellos hacen que la historia– a pesar de todas las barbaridades y horrores habidos - sea la Historia del progreso genuino de la Humanidad, como fruto de la trascendencia del Bien hacia los tiempos históricos. Lamentablemente – a juzgar por sus obras o por las de sus seguidores – también gozan de trascendencia los pensadores negativos, de ideas nefastas, propagadores del odio, dominadores, explotadores… que, conjuntamente, contrabalancean en mucho esa Historia.
MAX H
Muy buen recorrido Estanislao. Esa trascendencia de los grandes hombres yo la siento mucho, aparte de en la filosofía, en la literatura de una manera especial. Ciertos libros, trascendiendo el devenir de mi propia vida, me acompañaron siempre, y los vuelvo a leer cada tanto. Los que más me llaman la atención son aquellos que leí de muy chica y aún de grande sigo disfrutando: Papaíto Piernas Largas, Jane Eyre, Mi planta de naranja lima, Cumbres Borrascosas. Otros si bien los recuerdo como muy importantes en mi infancia no los terminé una vez empezados de grande, ¿porqué algunos habrán trascendido mi crecimiento y otros no?
ResponderEliminarPor los tres comentarios, ¡Muchas gracias! Marisa, muy oportuna la ilustración. Cómo que el tiempo trasciendiera la esfera del reloj, ¿no? En cuanto a su observación, sí, coincido en general. Pero mirándolo al fondo, habría por lo menos dos aspectos: Primero, el del sujeto trascendente hacia el objeto-sujeto receptor de ese trascender. Lo cual confirma la existencia de ese otro, evidentemente. El segundo consistiría en la constatación de la existencia del otro - y en particular, del Otro - por la trascendencia de las manifestaciones de su presencia que, finalmente, el sujeto expectante percibe; al estilo de "Por aquí alguien pasó...", "Esto es su obra...", etc.
ResponderEliminarÁngeles, quizás habría que complementar tu pregunta también con algo por el estilo: ¿A algunos de esos autores no los habré 'dejado atrás' junto con mi infancia, justamente?, ¿Será que sus libros estaban concebidos solamente para ese período exclusivo de desarrollo de la persona? En fin, es para pensarlo con más detenimiento.