http://ellogosenelmundo.blogspot.com.ar/ (ilust. blog)
Esto parece ser una capciosa
manera de escapar a la letra inicial al
tensionar el lenguaje. Pero no. A sabiendas quiero partir de la raíz del
término para llegar al final del relato.
Durante estas semanas hemos
escuchado casi minuto a minuto sobre la necesidad diá-logo entre las partes de
la sociedad cuando los puentes parecen romperse a cada paso. Cada discurso, al
mismo momento en que se pronuncia clamándolo, es la confirmación, a través de
los gestos y el paisaje humano que lo rodea y le da su propio tenor, de que el
mismo ha sido anulado. El diálogo parece ser también como la salud: se la
invoca cuando ya no está.
Convicción, firmeza, coherencia,
poseer la verdad o ser poseído por ella, son términos que nos hablan de una
razón que parece justificarse desde la frialdad de su apego a “lo racional”, lo
que es de esta manera y no de otra, la justeza desapasionada de lo exacto. Sin
embargo lo que parece olvidarse es que no existe una pura racionalidad
impermeable a la afectividad o que camina a la par e indiferente a la misma. Si
esto no fuera así, ¿qué razón hubieran tenido las lágrimas de Higgs a sus 83
años cuando descubrieron el Bosón del cual predijo su existencia cuarenta años
antes? Toda nuestra razón se encuentra internamente influida por la
afectividad, para bien o para mal. El mismo intento de una razón sin afectos es
ya una razón “afectada”, que como todo mecanismo de negación, se cobra sus
víctimas a la vuelta de la esquina, normalmente en zonas no tan iluminadas de
la vida social, en callejones de complejos, conflictos personales,
resentimientos, etc. Lugares de huída o bunkers de defensa.
Frente a este panorama nos
encontramos con la oportunidad de estar con el otro, frente al otro, como diría
Levinas, frente al rostro que se me revela como tal en su radical debilidad, y
que como tal me interpela y con su razón y afecto se interrelaciona con la mía,
a través de la palabra (diá-logo), una palabra a través del otro. Tengo algo
que comunicar y el otro también tiene algo que decirme. Pero si de alguna
manera no permito que su razón entre en la mía, solo nos queda la llamada sorda
de una campana que busca por sí misma llamar a quienes se han ido y ya no
quieren volver, que es una forma laica de recitar el himno de la caridad
paulino: “ si me falta el amor… soy como
una campana que retiñe, un címbalo que resuena”.
¿Hasta dónde la experiencia de
dejar que la razón del otro, la palabra del otro se adentre en mi propia razón
es posible sin que mis razones desaparezcan, sin que se me pueda tildar de
flojo, de tranza, de comerciante de ideas, etc.?
Pienso que en el límite justo se
abre el espacio de la creatividad, de una creatividad que es fiel a las
convicciones personales, pero que se abre a recibir lo que hay de positivo en
el otro. Sin adentrarnos en los temas que clásicamente se denominan como
“intrínsecamente malos”, el espacio del diá-logo, del encuentro con el otro a
través de una palabra que nos une y nos distingue, nos lleva a una nueva
posición en la que ninguno de los dos quedó en el mismo lugar del que se partió.
Ernesto Sábato decía que un buen
libro es aquel que hace que al terminarlo, ya no seamos los mismos que cuando
comenzamos a leerlo. Análogamente podemos decir que un buen diá-logo, es aquel
que hace que cuando lo terminamos, ya no somos los mismos. Ninguno de los dos.
Porque la palabra, por su fuerza intrínseca, ha producido una transformación.
¿Acaso no fue una palabra la que provocó la más grande de las transformaciones
imaginables cuando de la nada dijo que
seas, y vió luego que todo era muy bueno?
P. Andrés Rambeaud
En un arte ese Andrés, la capacidad de empatía tan fina que nos permita comprender el universo de los otros que siempre trae alguna riqueza. Es un equilibrio sutil entre el "hacerse otro" para comprender y el ser capaz de retroceder para dejar espacio a la libertad de los demás.
ResponderEliminarA veces el diálogo se hace difícil porque se "teme" perder algo. Como si el otro me fuera a quitar algo. En el fondo es miedo de poner a prueba las propias convicciones. Si lo que prima es el amor por el logos, la confrontación, el diálogo, el poner a prueba deberían ser más que bienvenidos porque purifican la mirada.
Qué bueno eso de incluir la creatividad. Nunca lo había pensado. En general cuando veo que no está surgiendo el diálogo generalmente me frustro y nunca emprendo, por lo menos conscientemente, este recurso a ingeniar otras estrategias. Gracias por la sugerencia, en el fondo es ir completando cada vez más este concepto de racionalidad, que como decís también es afectiva y también creativa.
ResponderEliminar