lunes, 16 de julio de 2012

Logos – día (una palabra… a través…) P. Andrés Rambeaud

http://ellogosenelmundo.blogspot.com.ar/ (ilust. blog)




Esto parece ser una capciosa manera de escapar a la letra inicial al  tensionar el lenguaje. Pero no. A sabiendas quiero partir de la raíz del término para llegar al final del relato.
Durante estas semanas hemos escuchado casi minuto a minuto sobre la necesidad diá-logo entre las partes de la sociedad cuando los puentes parecen romperse a cada paso. Cada discurso, al mismo momento en que se pronuncia clamándolo, es la confirmación, a través de los gestos y el paisaje humano que lo rodea y le da su propio tenor, de que el mismo ha sido anulado. El diálogo parece ser también como la salud: se la invoca cuando  ya no está.
Convicción, firmeza, coherencia, poseer la verdad o ser poseído por ella, son términos que nos hablan de una razón que parece justificarse desde la frialdad de su apego a “lo racional”, lo que es de esta manera y no de otra, la justeza desapasionada de lo exacto. Sin embargo lo que parece olvidarse es que no existe una pura racionalidad impermeable a la afectividad o que camina a la par e indiferente a la misma. Si esto no fuera así, ¿qué razón hubieran tenido las lágrimas de Higgs a sus 83 años cuando descubrieron el Bosón del cual predijo su existencia cuarenta años antes? Toda nuestra razón se encuentra internamente influida por la afectividad, para bien o para mal. El mismo intento de una razón sin afectos es ya una razón “afectada”, que como todo mecanismo de negación, se cobra sus víctimas a la vuelta de la esquina, normalmente en zonas no tan iluminadas de la vida social, en callejones de complejos, conflictos personales, resentimientos, etc. Lugares de huída o bunkers de defensa.
Frente a este panorama nos encontramos con la oportunidad de estar con el otro, frente al otro, como diría Levinas, frente al rostro que se me revela como tal en su radical debilidad, y que como tal me interpela y con su razón y afecto se interrelaciona con la mía, a través de la palabra (diá-logo), una palabra a través del otro. Tengo algo que comunicar y el otro también tiene algo que decirme. Pero si de alguna manera no permito que su razón entre en la mía, solo nos queda la llamada sorda de una campana que busca por sí misma llamar a quienes se han ido y ya no quieren volver, que es una forma laica de recitar el himno de la caridad paulino: “ si me falta el amor… soy como una campana que retiñe, un címbalo que resuena”.
¿Hasta dónde la experiencia de dejar que la razón del otro, la palabra del otro se adentre en mi propia razón es posible sin que mis razones desaparezcan, sin que se me pueda tildar de flojo, de tranza, de comerciante de ideas, etc.?
Pienso que en el límite justo se abre el espacio de la creatividad, de una creatividad que es fiel a las convicciones personales, pero que se abre a recibir lo que hay de positivo en el otro. Sin adentrarnos en los temas que clásicamente se denominan como “intrínsecamente malos”, el espacio del diá-logo, del encuentro con el otro a través de una palabra que nos une y nos distingue, nos lleva a una nueva posición en la que ninguno de los dos quedó en el mismo lugar  del que se partió.
Ernesto Sábato decía que un buen libro es aquel que hace que al terminarlo, ya no seamos los mismos que cuando comenzamos a leerlo. Análogamente podemos decir que un buen diá-logo, es aquel que hace que cuando lo terminamos, ya no somos los mismos. Ninguno de los dos. Porque la palabra, por su fuerza intrínseca, ha producido una transformación. ¿Acaso no fue una palabra la que provocó la más grande de las transformaciones imaginables cuando de la nada dijo que seas, y vió luego que todo era muy bueno?

P. Andrés Rambeaud 

2 comentarios:

  1. En un arte ese Andrés, la capacidad de empatía tan fina que nos permita comprender el universo de los otros que siempre trae alguna riqueza. Es un equilibrio sutil entre el "hacerse otro" para comprender y el ser capaz de retroceder para dejar espacio a la libertad de los demás.

    A veces el diálogo se hace difícil porque se "teme" perder algo. Como si el otro me fuera a quitar algo. En el fondo es miedo de poner a prueba las propias convicciones. Si lo que prima es el amor por el logos, la confrontación, el diálogo, el poner a prueba deberían ser más que bienvenidos porque purifican la mirada.

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  2. Qué bueno eso de incluir la creatividad. Nunca lo había pensado. En general cuando veo que no está surgiendo el diálogo generalmente me frustro y nunca emprendo, por lo menos conscientemente, este recurso a ingeniar otras estrategias. Gracias por la sugerencia, en el fondo es ir completando cada vez más este concepto de racionalidad, que como decís también es afectiva y también creativa.

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