domingo, 8 de julio de 2012

Laberinto (Ignacio Leonetti)

http://www.google.com.ar/imgres?q=laberinto+de+creta



  Misterio de la humanidad que roza lo incomprensible, el laberinto quizá sea un asomarse de la razón al abismo de contradicciones nunca dichas o reconocidas. Quizá sea el testimonio de los peligros que acechan al hombre que se encierra en el espiral incuestionable de sus quehaceres o sus egoísmos.
  Desde tiempos inmemoriales el miedo de lo que misteriosamente nos acecha, que aprendimos a ubicar en la tan lejana y a la vez tan próxima isla de Creta, nos recuerda que el no encontrar salidas puede resumirse en la esterilidad de la esperanza rota a la vuelta de la curva supuestamente salvadora que concluye tristemente en un paredón sin salida.

  Y tener las esperanzas rotas nos espanta. Nos espanta porque la esperanza es la virtud que alimenta nuestro andar. Sin alimentos y con el riesgo de haber caído en un laberinto desprevenidamente, termina representándonos un amargo acontecimiento que repentinamente nos ensombrecerá cualquier idilio. Y tal sensación no podrá ser matizada por ninguna imagen prístina que nos venga de los relatos mitológicos.
  Si esto nos pasa –y a todos nos ha pasado alguna vez- aunque tengamos el hilo de Ariadna en nuestras manos, tendremos que preguntarnos:

¿Cómo llegué hasta ese mar revuelto de pensamientos, confusiones, presunciones y prejuicios?
¿La esperanza la perdí luego de buscar infructuosamente dentro de un laberinto que superaba mis fuerzas?
¿O no será más bien que caí en la trampa macabra de las vueltas sinsentido a causa de haber primeramente desesperado?

Ignacio Leonetti

5 comentarios:

  1. Una vez, leí en un texto de Maritain (Las fronteras de la poesía)que decía, más o menos, así: "De todo laberinto, se sale por arriba". Y con esto me daba entender que ante cualquier situación laberintesca, es necesario ampliar la mirada para encontrar la salida. Pararse en una instanscia anterior, para ubicarse. Ese "por arriba" también era reflejo de la mirada transcendente divina ante la postura inmanente laberintesca. De cualquier modo, la salida está en alzar la mirada. Gracias por tu texto.

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    1. Sí, Héctor, coincido plenamente. La salida es por arriba.

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  2. Muy buena palabra elegiste Ignacio. Y tu texto se parece a un laberinto al querer describirlo. Dicen que del laberinto se sale para arriba, ¿no? El tema es que uno no sale solo. No es cuestión de "ponerle voluntad" sino de tener alguna experiencia que te renueve la esperanza. O sea que alguien te tienda una mano. Lo que uno puede hacer es no cerrarse sobre sí, no cruzar los brazos.
    Hoy estaba leyendo el diario y vi una "propaganda" que decía: "Tim Guenard" hablará mañana en la UCA y el jueves en el Colegio Marin" ¿Quién será? Pensé y lo busqué en Google.
    Resulta que es un francés, campeón de boxeo. Su madre lo abandonó, su padre le pegaba duro (dice que le rompió más de 50 huesos), fue violado a los 15 años, se prostituyo, se hizo delincuente... ¿laberinto? y que conoció el amor (y a Dios) gracias primero a un vagabundo y a muchas otras personas con las que más tarde se cruzó. Es muy triste y muy esperanzador escucharlo.
    Me hizo pensar en el gran poder de reparación que tenemos los hombres y en la maravilla de Tim que a pesar de todo lo que vivió conservó la capacidad de reconocer lo bueno en los otros y de estirar su mano para recibir ayuda.

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    1. Gracias por tus palabras Marisa. Sí, la salida es por arriba: por eso afloró al final lo de la esperanza.
      Tanto tenemos que agradecer!

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  3. Tu laberinto me hizo reflexionar, Ignacio. El miedo de lo que nos acecha, el abismo de contradicciones, no encontrar salidas, la desesperanza…A propósito de estos terrores del laberinto encontré que en muchas regiones se lo considera con una función de defensa, como acceso a un centro, como "anuncio de la presencia de algo precioso o sagrado" (Chevalier-Cheerbrant, Diccionario de símbolos). Habría que pasar por esos rodeos, por usar más que la razón, la intuición, por "alzar la mirada", por usar los ojos del corazón (como en el impactante relato de Jim). Cómo salir sin perderse, sin hundirse. Quizás sospechando que lo más valioso suele estar velado, una y otra vez. Cómo esperar en la desesperanza.

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