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Pensando en lo que un gran amigo
le preguntaba una vez a un conocido suyo que se encontró después de mucho
tiempo, me dio por escribir esto. Le preguntó que si le podría vender su vida, ¡wow!, ¡qué pregunta! Pero, se refería a una venta no como un
negocio de libertades, sino que más bien le
pedía las razones por las que valdría
la pena vivir a su modo, encarnarse
en su ser, ¡Ufff! ¡Qué pregunta todavía más complicada! ¿No? Sin darle
muchas vueltas al asunto, la conclusión a la que llegaron ambos, fue que
ninguno le podría vender su vida al
otro, ya que ninguno tenía razones contundentes para afirmar que era bueno
vivir la propia. Según mi amigo, aunque era un tipo tranquilo y paciente, su vida era una flor de quilombo, con
luces y sombras, con altos y bajos, pero según él, con más bajos que altos y
con más sombras que luces, con lo cual no encontraba argumentos que hicieran
atractiva su vida. Pero, nada que ver,
este era un tipo lleno de dones.
Siempre que lo recuerdo me hace
pensar si yo podría vender la mía... Es decir,
¿serán muchos los beneficios que se siguen de ser y vivir lo que somos,
o será que si buscamos, quizá no encontremos razones valiosas que nos muevan o
puedan mover a otros?... ¿Sería bueno que lo que vivo, pudieran vivirlo otros?... ¿Por qué?... Sin
duda, esta es una cuestión difícil de
responder para la mayoría de los mortales, cada uno tendrá respuestas, cada uno
tendrá sus razones.
Pero, ¿no será que a veces
queremos poseer la Vida? Vivencias,
cosas, placeres e incluso personas. No quiero ser un estoico ni mucho menos,
pero creo que muchas veces pensamos que tenemos todo bajo control y que entre
más cosas nos pertenezcan, nuestra vida será mejor, más feliz. Hasta que la
realidad nos da un providencial golpe en la frente… en un momento las cosas que
teníamos bajo control se nos escapan de las manos, lo que creíamos poseer ya no
nos llena, ¿Qué hacemos ahora?... Ansiamos y predecimos el futuro, sujetamos el
presente y no queremos que se vuelva pasado. Luego queremos que el pasado se
haga presente. Luego que el futuro no pase. ¡Sí,
somos seres humanos!
Por eso admiro mucho una virtud,
la he visto en muchas personas, y ojalá la pudiera cultivar como se debe, surge
de la confianza en la vida, tiene familiaridad con la sencillez, con la
gratitud y con la alegría. He visto a
mucha gente de campo, allá en mi pueblito, Chiquihuitero
(*), que por ejemplo, confía totalmente en los buenos temporales que traerá
la providencia, y tanta es la confianza que cuando el año no responde, dicen: Si Dios quiere y nos da licencia, el próximo
año será mejor. He visto también a
algunas madres, que ante la lamentable tragedia que causa la pérdida de un hijo levantan la frente y dan gracias por su vida. He visto a familias
sencillas allá en San Rafael, Mendoza
que con alegría comparten la mesa con los huéspedes,
sirviendo y dando sin esperar. He visto a amigos sacerdotes y consagrados,
confiados de vivir sin muchas posesiones para sí, habiendo dejado sus
ambiciones, y mirando con esperanza el camino que les propone Aquel por el que
entregaron su vida.
Creo que ellos entendieron bien
que todo nos fue dado, entonces por qué nos haremos tanto lío; por todo esto
pienso que fuerte es el que confía, el pobre de corazón sabe que todo es un don
y por eso confía, y porque confía se
entrega, da. Podemos hablar de un súper-hombre que no es el que tiene la
voluntad de poder, sino el que tiene la voluntad de entrega. ¡Qué raro
misterio! La virtud de la pobreza es aceptar que todo nos fue dado, que no
poseemos en sentido propio, nada.
José Manuel Flores.