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Te
llamé por tu nombre aquella tarde soleada de Noviembre.
Y al
darte vuelta, radiante, sonriente, plenamente abierta,
COMPRENDÍ
que,
el peso
de la realidad es sublime.
(Pobre
aquel fraile que le quitó al nombre la nodriza que lo amamanta.)
Ignacio Leonetti
Qué bueno, Ignacio! Eso de redescubrir la filosofía en la experiencia misma es una revelación que se sella con fuego y es lo que hace más humana nuestra especulación filosófica, ¿no?. Como diría el gran Guardini: "Todo pensador sabe que constantemente vuelve a encontrarse con cosas que parecen muy sencillas, e incluso banales, pero cuya aparente banalidad es sólo el reverso de su profundidad y riqueza de sentido."
ResponderEliminar¡Qué lindo suena nuestro nombre en la voz de los que queremos! Es como si nos recordaran la belleza de estar vivos dentro del radio de su mirada.
ResponderEliminarLa filosofía al nombrar debe hacer un pase de magia similar con su entorno.
Poner el nombre... mandato divino.
Excelente Ignacio!
ResponderEliminareso del fraile es por Ockam? excelente también!!!
Clap, clap, clap!!
ResponderEliminarGracias a todos. Sí! Lo del fraile es por Ockam.
ResponderEliminarOjalá siempre podamos mantener estas dos cosas fundamentales:
nombrar -con toda la profundidad de su sentido- a aquellos que amamos; y hacer filosofía desde la experiencia.
Muy lindo Ignacio, dos mensajes más que importantes los que señalás y tan minimalísticamente. Abrazo!
ResponderEliminar"DAR A CADA COSA SU NOMBRE CORRECTO" Se acuerdan qué linda esa escena y esa cita de Tolstoi (era de Tolstoi?) en INTO THE WILD, cuando el protagonista perdona a sus padres y se reconcilia consigo mismo, y con su propio nombre?
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