miércoles, 12 de septiembre de 2012

Marciano (Teresita Suriani)

 




Se quedó mirando el pan abstraído. Tostadas calientes con queso y mermelada. Tostadas recién tostadas, recién cortadas, recién hechas. Miraba el plan y la panera, el mantel a cuadros y la taza del Sindicato de periodistas, llena de café. Café recién hecho, caliente que quema la lengua. Todo era un ‘recién’. La mesa recién puesta del desayuno lo esperó como todos los días. Pero él no se sentó apurado como siempre, no se abalanzó sobre la tostada ni se mandó el café tan rápido, como siempre hacía quemándose la lengua. Se quedó parado mirando la cocina. Los acontecimientos de la noche anterior lo habían dejado aturdido. No sabe cómo logró dormirse. Pero lo hizo. Durmió, soñó, se despertó y volvió a dormir. Ahora, a la luz de la mañana se preguntó cómo lo había hecho. La realidad lo impactó con una luz que la noche no tenía. La mesa del desayuno le confirmó casi burlándose de él que la noche anterior había sucedido realmente. La noche no podía hablar tan fuerte y claro como lo hacían dos tostadas en vez de cuatro, y una taza en vez de dos. De repente sintió la necesidad de armar lo que faltaba, de poner la cafetera, y encender la tostadora. De recrear una parte ausente y por lo menos ver que las cosas de la mesa seguían igual, que no todo había cambiado, y así engañarse un ratito, y esperar un rato más, unas horas, antes de caer en caída libre al vacío. Se sentó en la silla que tenía más cerca, alargó un brazo para agarrar la taza y se quedó duro. Su mano era una cosa azul, rara, con unas extrañas escamas. La dio vuelta unas veces y se restregó los ojos sintiendo la aspereza de esa piel. Salió corriendo al baño y se miró al espejo. Pero lo que encontró fue una cara alargada con ojos grandes y negros. Se toco la nariz y la boca, seguían siendo las mismas. Algunas cosas cambiaron y otras quedaron. Pero desde ese día no pudo ser el mismo. No por falta de iniciativa o de empeño. Visitó a cirujanos, médicos homeópatas, curanderas y templos de redención. Pero él no iba a ser el mismo, porque no se puede ser uno y para siempre cuando su hermano se acaba de ir y él se sentía un marciano.

Teresita Suriani

6 comentarios:

  1. Me gustó mucho, Teresita. Ese valor que adquieren las cosas inertes cuando están cargadas de afecto. Esos ritos que parecen sacrilegios cuando no están los ministros que corresponden. Ese ser otro cuando el otro no está. ¿"Un marciano", dijiste? Sí, creo que esa es la mejor manera de definir en qué nos convertimos, cuando la ausencia de un ser querido avasalla nuestro mundo. Gracias.

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  2. Eso de intentar expresar con un rodeo de imágenes lo que nos deja sin palabras está muy bueno. Forzar un poco el lenguaje para que nos ayude en ciertos momentos ¿no?

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  3. Me encantó la imagen que elgiste Teresita. Transmite ese sentimiento de soledad y extrañeza que habita tu texto. Esa necesidad de tener que aprender a movernos en una nueva dimensión que no nos es connatural.

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  4. "Algunas cosas cambiaron y otras quedaron." Esa frase me encantó, como sigue siendo todo igual, y sin embargo nada es igual.. Un beso Tere!

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  5. Da ganas de que esa imagen sea pintada, traducida a cuadro. ¿El marciano era azul o me lo imaginé? No quiero leerlo dos veces. Quiero quedarme con eso primero. Un beso

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  6. Muy bien escrito, con suspenso!

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