Obra de Magdalena Jerman. Regalo a Martín Susnik
Tal vez nos
hayamos acostumbrado. Sería comprensible, qué sé yo. Cuando pretendemos algo,
hay que pagarlo, para tener con qué pagarlo hay que trabajar, para obtener el
trabajo quizás haya que hacer mérito... Sistema de recompensas y consumo que,
según sostienen algunos gurús, hace girar al mundo de manera más eficaz, aunque
a veces cueste dilucidar hacia dónde es que lo estamos haciendo girar con tanta
eficacia.
Pero de vez en
cuando, con mayor o menor frecuencia según el caso, tenemos la oportunidad de
elevarnos por sobre ese movimiento de rotación aparentemente omniabarcativo y
tomarnos un respiro. Las oportunidades son múltiples: entregamos algo sin
solicitar nada a cambio, o esculpimos sin pretensión de recompensa algún trozo
marmóreo del universo o alguna de las vidas en él presentes, pagamos la
vuelta... Y es maravilloso. Lo hacemos porque está bueno hacerlo, porque por
alguna razón encontramos algo iluminador en la posibilidad de sortear una
supuesta “lógica” que, aunque comprensible, se torna a veces asfixiante.
Hacemos algo y lo hacemos gratis.
No es siempre
sencillo; no lo es porque dar gratis
supone superar la siempre insatisfecha angustia retenedora de la avaricia que
algunos, curiosamente, hacen pasar por virtud; porque hay que captar
encarnadamente que las alegrías propias y las ajenas no son competidoras sino
compañeras de equipo; porque cuesta comprender a veces que entregar no es
sinónimo de perder. No es sencillo tampoco porque para saber recibir gratis hay que tener la grandeza
de reconocer que no todo ha de ser un laurel producto de nuestro orgulloso esfuerzo,
y esa grandeza sólo puede ser fruto de una humildad genuina.
La idea es
abusable, lo sé. El esfuerzo es imprescindible en muchas oportunidades y aquí
no queremos hablar mal de él. En lo personal, lejos estoy de querer convertirme
en tribunero de aquellos que fomentan la flojera a través de la malcrianza o
apologeta de aquellos que reclaman beneficios desde una pereza que les permite
alzar las manos pero sin mover un dedo. Son deformaciones, intuyo, defectuosas
interpretaciones del misterio.
Sí, del misterio,
bien digo. Porque hay algo de misterioso en lo gratuito, algo que toca la
entraña misma de la existencia, que hace vibrar la piedra fundamental de las
cosas y de nosotros mismos.
Al fin y al
cabo, desde su núcleo más íntimo, que es también su fundamento más
trascendente, en su más elevada razón de ser, que es también su causa más
honda, mi existencia se explica simplemente por la libre y gratuita donación
que se me ha hecho y que se me sigue haciendo.
Y acá estoy.
No tengo en ello mérito alguno. Ni siquiera me preguntaron para ver si estaba
de acuerdo, de modo que no puedo fanfarronear en lo más mínimo... Y es
maravilloso. Acá estoy, gratis.
Gratis accepistis, gratis date (Mt 10,8)
Martín
Susnik
Me acuerdo la revolución que fue para vos la lectura de "La aceptación de si mismo" de Romano Guardini. Guardini te abrió la puerta a esa experiencia del regalo amoroso de la propia existencia y vos la abrís ahora para nosotros. Tu vida es testimonio de la cita evangélica y no sólo por Guardini, sino también por tu música, tu pensamiento y enseñanzas.
ResponderEliminarMarisa, no digas así que se me pianta un lagrimón... Te agradezco enormemente!!!!
EliminarNo debe ser casualidad que tantos hayamos elegido esta palabra para la G. Realmente es algo para notar y maravillarse.
ResponderEliminar"Cuesta comprender a veces que entregar no es sinónimo de perder" Completamente de acuerdo, pero a la vez, si cuesta, es porque uno puede estar toda la vida dando sin recibir nada de los otros. Ya que ese escenario sea posible nos (o me) acobarda muchas veces. No es fácil, y eso es parte del misterio, creo yo, porque en realidad, en la práctica, es muy simple.
Tal cual!! Es tan "simple" que se nos hace complicado. Acaso eso nos caracteriza como seres humanos, lo más simple es lo que más nos cuesta, porque embrollamos demasiado las cosas. Al menos es mi sensación.
EliminarAgrego la siguiente cita, referente al "dar":
"El malentendido más común consiste en suponer que dar significa “renunciar” a algo, privarse de algo, sacrificarse. La persona cuyo carácter no se ha desarrollado más allá de la etapa correspondiente a la orientación receptiva, experimenta de esa manera el acto de dar. El carácter mercantil está dispuesto a dar, pero sólo a cambio de recibir; para él, dar sin recibir significa una estafa. Para el carácter productivo, dar posee un significado totalmente distinto: constituye la más alta expresión de potencia. En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Tal experiencia de vitalidad y potencia exaltadas me llena de dicha. Me experimento a mi mismo como desbordante, pródigo, vivo, y, por tanto, dichoso. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad."
(E. Fromm, El arte de amar, Paidós, Buenos Aires, 1998, pp. 31-32).
Así de simple. Así de difícil.
….Y qué cerca estamos también de dejarnos “obnubilar” por ese acto de dar, en el que “experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder”, y volvernos incapaces de recibir. Qué difícil que es también recibir para el hombre contemporáneo (¿o el de siempre?), que muchas veces sucumbe a la soberbia ilusión de creer que es la fuente de todos los bienes! Y entonces no puede dejar de mirar lo que tiene el otro, para envidiarlo o apropiárselo… La envidia y la codicia nos ocultan la vista de lo verdaderamente importante: no importa quién tiene la perfección! Pues en el fondo, la perfección es un don, y el don se acepta agradecido. Y busca dar-se desde su gratuidad. Para seguir pensando…
EliminarQué difícil y a la vez qué bello desafío el que describís, Martín!
Gracias! Me encantó el texto!
Gracias a vos, Fernanda!! Especialmente por enriquecerlo con tu comentario.
EliminarMuy bueno, Martín, qué acertadas tus palabras. La última cita de Fromm sobre la relación entre dar y la vitalidad me hizo como cerrar el círculo. Es la misma idea de Platón, Plotino y el pseudo- Dionisio: el bien es difusivo. Y si le ponemos las imagenes de la luz, la sustancia olorosa y el fuego, más claro me parece. Eso sí como decís al principio, el sistema de recompensas, inversión y consumo de las organizaciones sociales actuales nos tienen, muchas veces, atrapados y confundidos. Qué macana! (por no decir algo más acertado pero menos elegante...).
ResponderEliminarGracias Martin! una vez más me viene a aportar más luz a lo que de alguna manera vengo gustando internamente... estos días meditaba algo que cito: "el ser humano puede entrar en relación plena con la vida, puede ser señor de la vida, sólo si reconoce que no es 'LA VIDA', y que la vida no le pertenece, sino que la recibe de OTRO..." (podríamos decir 'gratuitamente'). "El ser humano recibe siempre, y como señor, a condición de que no se apropie de lo que recibe. Paradójicamente, para nosotros poseer algo es apropiárnoslo, mientras que en la Palabra el ser humano es señor en la medida que no se apropia..."
ResponderEliminarRealmente es para decir "Acá estoy, gratis." Gracias!