“¿Quién me ha tocado el manto?” Mc 5,21-43
Jesús avanza en medio de una muchedumbre que lo rodea y apretuja.
Se dirige hacia la casa de Jairo, jefe
de la sinagoga quien le había suplicado que curara a su niñita moribunda. Y
allí, entre la gente, una mujer enferma, atormentada por hemorragias, considerada impura, intocable,
para su pueblo, se apura a tocar el
borde de su manto con la esperanza de ser curada también. “¿Quién ha tocado mi
manto?” Los discípulos se asombran, ¿cómo quien tocó tu manto? ¿No ves que está
lleno de gente? ¡Cualquiera pudo haber tocado tu manto! “Pero él miraba a su
alrededor para descubrir a la que lo había hecho”.
Me conmueve no tanto que Jesús haya percibido el gesto de la mujer, como que
se haya detenido a buscarla. Paró la
marcha en medio de la agitación del gentío que lo acompañaba a la casa de
Jairo, de la ansiedad que reinaba en el ambiente para que asistiera a la hijita
moribunda del jefe de la sinagoga. Se detuvo frente a la multitud que lo
¿reverenciaba?, ¿examinaba?, ¿esperaba de él una acción espectacular?,
¿desconfiaba o confiaba en su poder?, y buscó alinear sus ojos con los de tan
sólo «una» mujer que en su sufrimiento
había puesto la esperanza en Él. Encontrar su mirada con sólo un granito de arena de ese médano humano
que lo perseguía. Dar alivio, o mejor dicho reconocimiento –porque según el relato evangélico, su enfermedad ya
había sido curada, el alivio físico ya había llegado-, acogimiento, a la que
era excluida por su pueblo. Que ella supiera que Él lo sabía. Buscó su rostro.
Ella al principio temió haber ido muy
lejos en su osadía de tocarlo. Pero
Él, como respuesta a sus temores, la curó (σῴζω,
sanar, salvar, es el término usado) por segunda vez con sus palabras y su
mirada. Elevó su corazón a alturas nuevas desconocidas, invitándola a un
encuentro personal.
¿Por qué conmueve? Más allá del
hecho de que habitualmente solemos soltar una limosna de manera rápida al
desconocido que se manifiesta necesitado, esquivando su mirada con cierta culpa
y vergüenza, con algún temor a que nos
invada, a que espere siempre algo más de nosotros, sobre todo de nuestro tiempo, de nuestra
persona, porque si nuestros ojos se cruzaran quedaríamos atrapados en la órbita
interpelante de su mirada. Pero más allá de todo eso, dejando de lado la
abismal diferencia de actitudes, y considerando que todos somos indigentes si
Cristo se cruzara una mañana en nuestro camino, lo que conmueve es que no
estamos acostumbrados a ser tratados individualmente, personalmente. Somos un
número en una estadística, un punto en una votación, un añadido al porcentaje
en una encuesta, un consumidor, un televidente, un usuario, una hormiga más.
Por otra parte vivimos engañados
con que la desesperada solución a tanto anonimato sería participar de la gloria
del subconjunto de los «famosos». Nosotros jamás hubiéramos
detenido la marcha, defraudando la expectativa de una multitud que nos aclama.
Estamos dispuestos a bailar por un sueño, a subastarnos tomando mate en el Gran Hermano, a llamar a la radio para solucionar problemas de pareja, a aparecer saludando
aunque sea detrás del protagonista en
una foto de revista o en la portada de
los diarios a cualquier costo – en 2007 Robert Hawkins de 19 años mató a 8
personas en un Shopping de Nebraska y luego se suicidó, dejó una nota en la que
decía que había hecho lo que hizo porque “quería ser famoso”. O deseosos de ver
nuestro nombre en algún suplemento como primeros en el ranking de cualquier
cosa. Como el “hombre vivo más pesado del mundo” que nos sonríe ostentando sus
carnes infinitas desde la colorida edición de la Guinness World Records, o aquel autoinutilizado de “las uñas más
largas en las dos manos”, o “la familia más peluda”.
Pero seguimos siendo anónimos
hasta que no seamos atraídos y abrazados dentro de la órbita cálida de una
mirada personal. Estar en la gloria es habitar en esa presencia. Lo que verdaderamente
ocurre, ocurre en ese lazo entre las personas. Lo que verdaderamente permanece,
permanece gracias a la transformación que nos producen o producimos cuando tocamos el corazón de alguien. Lo demás
es juego de espejos o viento, brisa plástica o tornado en Nebraska.
Y sí, Héctor, la imagen del viento se la robé a Spinetta:
ResponderEliminar"y hoy que enloquecido vuelvo
buscando tu querer
no queda más que el viento
no queda mas que el viento"
De "Seguir viviendo sin tu amor".
Un pequeño sentido homenaje.
Muy bueno, Marisa, me gustó muchísimo. Me puso la piel de gallina en algunas partes, no sé bien por qué, pero creo que porque todos en algún punto buscamos esa gloria. A veces la buscamos bien, a veces saludamos atrás de algún famoso en la toma de una cámara de televisión. A veces buscamos la fama queriendo inmortalizarnos en algún ridículo listado de gente rara, y no nos damos cuenta de que ya somos inmortales, sólo nos falta darnos cuenta de que el amor nos llena y sobrepasa, elimina todos nuestros límites, nos expande, nos eterniza.
ResponderEliminarEs increíble cuando dos personas verdaderamente conectan y a mí me parece milagroso pensar que algo tan chiquito como mi existencia en este cosmos produzca un cambio, una huella, aunque sea por un segundo en otra persona.
ResponderEliminarY sí.... muchas veces parecemos hormigas... menos mal que tenemos antenas para conectarnos!!!
Te dejo un video de un grupo de danza contemporánea que me gusta mucho. Eligieron una buena canción, "Ants marching" de Dave Matthews:
http://www.youtube.com/watch?v=6dxZyD5uDZQ
Un beso!
Gracias, Marisa, por tus palabras en las de Guillo y en esta aclaración del viento spinettoso; y por supuesto, esta reflexión sobre uno de los pasajes más conmovedores del Evangelio. Esta sinergia que se da entre Jesús y la hemorroísa, un Jesús que siempre nos está buscando y nosotros, al menos tocarle las borlas de su manto. Porque todo el que se ha encontrado alguna vez con esa mirada cordial divina, sabe que le basta sólo un instante para ser transformado. Una vez, gracias.
ResponderEliminarMarisa!"Espejitos de colores" una de tus frases en el discurso que nos regalaste cuando terminamos y hoy la traes de nuevo! No sabes cuanto me ha ayudado desde entonces! Pero ese no es el tema. Sino el ser Individuo el ser Alguien para Cristo, esto es lo que lo enamoró a Kirk y a mí, por eso te dejo mi pasaje favorito de él que vine muy acorde a lo que has escrito:
ResponderEliminar¡Y el cristianismo entonces! La lección que enseña a que ese individuo, como todo individuo -por lo demás no importa quien, marido, esposa, criada, ministro, comerciante,barbero, rata de biblioteca, etc...-, es que ese individuo existe en presencia de Dios, que ese individuo, que quizás estaría orgulloso de haber hablado por lo menos una vez en su vida con el rey, ese mismo hombre que ya sería alguien para entablar amistad con tal o cual, ese hombre está en presencia de Dios, puede hablar con Dios cuando quiere, con la seguridad de ser escuchado siempre que hable, ¡y es a él a quien se ofrece vivir en la intimidad de Dios! Incluso más aún: es por ese hombre, también, para quien Dios ha venido al mundo, se ha dejado encarnar, ha sufrido y murió; y es ese Dios de sufrimiento quien casi le ruega y le suplica que quiera aceptar ese socorro, ¡que es una ofrenda! En verdad si algo existe en el mundo capaz de hacer perder la razón, ¿no es eso precisamente? Quien no se atreva a creerlo, por carencia de humilde coraje, se escandaliza. Pero si se escandaliza, es que la cosa es demasiado elevada para él, que ella no puede entrar en la cabeza(...)" Sören Kirkegaard
¡Gracias por sus comentarios!
ResponderEliminarCreo que es TU tema, María.
Muy linda la coreografía del video que me mandaste Sofi. ¡Qué parecidas todas esas chicas! Salvo alguna, hasta en el color de la piel.
Espero que estés repuesto Héctor. De todos modos es muy enternecedor que te haya "tocado" así el corazón su vida y su muerte.
Y gracias por tu querido Kierkeggard, Sol(que también transformó tu vida).
Como habrán notado me gusta destacar ese aspecto fraternal humano de la gloria, a demás del previo divino. Otra capacidad heredada.
Que lindo Marisa! Me emociono! Como creo que pasa siempre que nos zambullimos en el Evangelio, para nadar un poco mas profundamente en su VERDADERO significado, con TODO lo que nos dice y nos invita a descubrir. Si nos tomaramos el trabajo de individualizarnos, de ver al otro en todas las circunstancias de la vida y con todos nuestros projimos,no sentiriamos la necesidad de hacernos famosos, ni importantes para los parametros humanos, porque sabriamos que, somos importantes para ese que me mira o me sonrie,simplemente porque me VE. Eso es lo que hace Cristo en el pasaje, si siguieramos su ejemplo mas seguido,si entendieramos el mensaje, creo que el mundo cambiaria bastante.
ResponderEliminarUn beso, Marcela
Qué hermoso, Marisa! La mirada de ojo a ojo en profundidad es comunicación. Es decir, co-participación de vidas. Es entregarle parte de la propia vida al otro y, por otra parte, también recibirla de aquél. Siendo la vida lo mas preciado que poseemos, su donación al otro es el acto más sublime que podemos hacer. Es amor.
ResponderEliminarExcelente Marisa! El marketing, las vedettes de plástico, el galán estereotipado. La industria cultural! Qué mejor que Marilyn para representarlo.
ResponderEliminarVolvamos a la mirada personal.
Ay Marisa! ¿porqué siempre tenés razón? más allá que esté lejos de ser famosa, cuántas veces me levanta el ánimo un reconocimiento laboral, que me acepten un escrito, que alguien me comente que alguien en algún lado habló bien de mí... ¿a quién verdaderamente le importa eso no?
ResponderEliminarEn realidad Ignacio la elegí a Marilyn Monroe porque al parecer sufrió en carne propia esa contradicción de ser venerada por multitudes y a la vez sentirse muy incomprendida en la intimidad.
ResponderEliminar“¡¡¡Sola!!!
Estoy sola - siempre estoy sola
sea como sea
No hay nada que temer
salvo el propio miedo”.
Marilyn Monroe
¡Jaja! Ángeles, en casa no piensan lo mismo.
ResponderEliminarToda esta reflexión trajo a mi recuerdo, un poema de Ernesto Cardenal. Aquí se los comparto...
ResponderEliminarORACIÓN POR MARILYN MONROE
Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.
Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!
¡Gracias Héctor! No lo conocía. ¡Buenísimo tu aporte!
EliminarGracias por este texto Marisa! Hacía mucho que no pensaba en ese pasaje de los Evangelios, gracias por recordármelo. No tengo mucho que agregar a todos los comentarios anteriores, también me emocionó, y en esos primeros párrafos narrás el encuentro de una manera tan vívida que parece que uno estuviera dentro de la escena!
ResponderEliminarQuerida Marisa, por fin llegué a leer lo tuyo de Mlle G. Es muy conmovedor lo que vos decís. Para mi fue como una oración en este miércoles de ceniza, que siempre es un día tristón. Si, Jesús se para y la mira, nos mira. Qué lindo eso de que alguien te mire a los ojos, te escuche con el corazón, alguien que te reconoce en la multitud. Vale la pena vivir solo por esos momentos. Pero hay alguien que siempre nos espera y nos mira, y es Jesús. Podemos contar con Él. Y contigo que hacés tanto por este blog tan lindo.
ResponderEliminarInterpretamos el pasaje de la hemorroísa haciendo caso omiso del sorprendente milagro, del acto de fe... y sin embargo destacando la nimiedad de una mirada. El programa metafísico sucumbe, y no queda más que viento. No me parece mal, pero no nos quedemos en el nihilismo y empecemos a reclamar por los 15 minutos de Warhol.
ResponderEliminar"El hombre cool no es ni el decadente pesimista de Nietzsche ni el trabajador oprimido de Marx, se parece más al telespectador probando por curiosidad uno tras otros los programas de la noche" dice Gilles Lipovetsky. De todas las opciones planteadas -tener fe en algo trascendente, quedarme en el nihilismo, ser un proletario o fascinarme con los zapatos de polvo de diamantes de Warhol- y si se pudiera elegir, definitivamente la que no agarro es la última. Ahora bien, creo que las elecciones no son tantas para cada individuo. Pero tal vez entre dos, mínimamente podamos movernos según alguna decisión personal.
ResponderEliminarEl reclamo de los 15 minutos surge de reconocer que lo que viene en lata (Metafísica, Nietzschiana o Marxista) no es del todo saludable para mí, y de que tengo derecho no sólo a mezclar mi propia ensalada sino también a difundir mi receta en algún medio, como este blog en el que puede haber réplicas. Sin dudas, la calidad de la conectividad que se logra con internet no es la misma que se logra con la TV que es unidireccionalmente tiránica como la mayoría de los que en ella se lucen. Comparto que no hay más que alguna opción binaria fundamental.... ¿entre Heráclito y Parménides, quizás?
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