Y de repente se encontró preso de
una terrible angustia. Sólo oía los latidos agitados de su corazón…y casi podía
sentir que éste se escapaba de su pecho. Y como un paria en territorio
desconocido, miraba hacia los costados, desorientado y aturdido, sin saber a
dónde iba… Sólo sentía su vapuleado cuerpo desencajarse con cada movimiento de
aquel desdichado animal. Y un acuciante vértigo se alojaba en su garganta, cada
vez que aquél flexionaba sus patas y quedaba sin apoyo en el suelo... suspendido.
Y bajo el rayo fulminante del sol
de aquel cielo perdido, el sudor se deslizaba por su espalda y la camisa mojada
se pegaba, rugosa, a su piel. Y el aire caliente azotaba su rostro, mientras
sus mejillas explotaban de ardor. Y poco a poco, se aquietaba la marcha… Y la
vista comenzaba a nublarse, y los pensamientos se agolpaban uno tras otro, sin
sentido, y lo punzaban… Y el olor a bestia confundida y sobreexigida… y la
sequedad en los labios, el gusto amargo en la boca, la frente afiebrada. Y el
fantasma de la muerte, detrás de la pendiente. Y aquel exhausto y buen animal,
que desde algún obstinado y casi retorcido lugar, aún se decidía a andar… a
esperar.
(…)
Y como si hubiera despertado de
una larga siesta, se encontró de nuevo en su caballo sosegado, riendas en mano,
y el corazón animado. Y dudaba: “¿habrá sido aquella vivencia un sueño, y aquel
sueño un presagio…?” Y a la vista, el horizonte… tan bello y misterioso como el
alma del hombre… y quiso entrar en aquella promesa que lo buscaba desde siempre.
Y levantó los ojos al cielo ya anochecido, y murmuró unas palabras tan antiguas
como las estrellas que lo cubrían. Y acarició las crines de su fiel y noble
compañero, y lo miró confiadamente en el sagrado silencio de aquel monte
sufriente… Y se lanzó intrépido al galope… hacia adentro, en la noche…
Fernanda Ocampo
Fer, muy buen texto! Me gusta el ritmo, la musicalidad con que se desarrolla. Es interesante explorar lo onírico. Me parece que el sueño es como el yo en estado puro y siempre hay que prestarle atención. Nunca habla de más...
ResponderEliminarQuizás allí encuentre lo que le es afín, eche alas, como en el Fedro y se sacuda tanto cansancio.
ResponderEliminar¡Qué lindo Fernanda! Una de las experiencias humanas más hermosas es el cabalgar. Tanto al galope como al tranco, resalta la misteriosa fidelidad del caballo para con su jinete.
ResponderEliminarPara meditar sobre ello.