Glaciar Perito Moreno, Guillermo Barber Soler
Me pierdo en la visión de un glaciar. El gigante de hielo se
me aparece como algo desbordante, proveniente de un lugar al que jamás tendré
acceso, un lugar pasado, eterno, como mítico. Cada borde, cada arista, es nomás un mero amontonamiento de
partículas, acaso aleatorio, completamente prescindible. Pero a la vez – y esto
es lo que cada vez me asombra – cada uno
de esos detalles, de esas puntas, giros, recovecos, manifiesta algo pequeño,
como escondido, e inmenso por la profundidad de lo que oculta. La naturaleza
está plagada de estos detalles, que invitan a trascendernos hacia el fondo
oscuro que ocultamente revelan. Es que hay algo misterioso en la belleza, que
nos muestra al mismo tiempo la fragilidad de lo contingente y la fuerza y
patencia de lo necesario. Y eso mismo es lo presente en el gran enigma de la
obra de arte, lo mismo que revela al Gran Artista detrás del universo, de las
montañas, de cada arista del glaciar que frente a mí impone su Presencia.
Hoy ya no soy el mismo.
***
A los pocos días descubro escrito en la pared de un refugio:
“¡Bendito sea Dios, que habita cada piedra, cada planta,
cada pájaro y cada arista de los glaciares, y que al mismo tiempo los desborda,
como una profundidad de belleza y misterio impronunciables!”
Guillermo Barber Soler
Hoy, estoy medio "down", aclaro. El tema no es la belleza de la naturaleza, el tema pasa por la convivencia de los hombres, de qué sentido guardan nuestros actos en el balance de la vida. Las cosas siempre serán bellas y un glaciar debe ser algo impresionante, pero como canta el Flaco en Pescado 2, a propósito de su fallecimiento (de ahí mi estdo): "Todo gigante muere cansado de que lo observen desde afuera." Hay que entrar en el corazón del hombre... Desde afuera, no hay vínculo real que sostenga esta vida.
ResponderEliminarEs que yo creo, Héctor, que lo que Guillo quiso transmitir es su experiencia de la Presencia de lo Divino en la imponencia del glaciar. Y esa experiencia es algo que sucede entre dos (¿cuatro?) personas (salvando las distancias).
ResponderEliminarA mi me pasó algo similar las dos veces que estuve allí. No me podía ir. El glaciar es como un imán, esos dos rios de hielo que bajan desde la montaña formando una muralla inmovil y viva a la vez, desafían al mismo Heráclito. Esa intimidad "¿empírica?" con lo sagrado es una fuente de energía que renueva las relaciones con los demás hombres. No creo que sea algo externo o sin repercusiones "en nuestros actos en el balance de la vida"
Héctor, no sé a qué tema te estás refiriendo, porque el de acá es bien concreto. Quizá "Glaciar" es el gigante que vos estás matando por mirarlo de afuera, con todos tus preconceptos traídos de quién sabe dónde. Quizá justamente no estás pudiendo establecer el vínculo con lo que este escrito tiene para decir porque hoy tu día es gris y tu espíritu está en otro lado. Y quizá tendrías que escribir vos tu propio tema, alguno en honor a Spinetta (todavía estás a tiempo de escribir "Grande") en el que digas lo que vos quieras decir, en vez de pretender que lo diga yo.
ResponderEliminarTe trato con el cariño de la confianza, y con la paz de haber sido advertido de antemano por vos mismo.
Abrazo de oso.
Y si no, esperá hasta la H, que para esa tengo una poesía que se acerca más a lo que estabas pensando.
ResponderEliminarSí, igual, Guillo, con mi comentario no pretendìa que digas nada. No soy tan insolente, creo. Simplemente era otra mirada desde otra orilla.
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