Es posible, sí, pero poco probable. Yo podría tranquilamente levantarme de mi asiento, insultarle en la cara al profesor y salir corriendo. No hay nada que me lo impida. Por lo menos físicamente hablando. Él está ahí, yo acá, hay unos 15 metros entre los dos, mis piernas funcionan bien y mi voz también. Todo está dispuesto y no tengo que hacer mucho más esfuerzo que cuando me levanto cada mañana.
Por otra parte, sé bien que nunca lo voy a hacer. No quiero. La barrera es psicológica, no física. Además, no tendría por qué hacerlo más que por el simple hecho de que puedo. Y sin embargo, no puedo. La gente se preocuparía por mi salud mental. Aunque si estoy teniendo estos pensamientos probablemente ya sea tarde para preocuparme por eso.
¿O será algo común? Por ahí le pasa a todo el mundo pero nadie lo comenta. De hecho, es demasiado tentador hacer algo así. La posibilidad está ahí, en toda su tierna inocencia, esperando ser actualizada. Y sería tan fácil… pero las posibles consecuencias me retienen.
¡Ajá! Es lo posible contra lo posible lo que lucha. Lo actual prefiere ver desde lejos, sentado en su trono de mármol cómo se disputan todos los posibles un lugar en su corte.
Será por eso que me da vueltas la idea; vino a mi cabeza sabiendo ya que nunca saldría de allí.
(A todo esto, me perdí lo que dijo el profesor)
¡Menos mal que no se te ocurrió hacer eso en mi clase! ¡Hubiera sido poco elegante insultar a una señora grande! Más aún considerando que no te he dado motivos… aunque es posible que sí… quizás harto de aburrirte. Y hubiera sido posible que alguien se parara a defenderme y otros a acompañarte y el aula se hubiera podido transformar en un gallinero y entonces podrían haber venido los que estuvieran en los pasillos a ver qué ocurría y la gente que llegaba por las escaleras por curiosidad también podrían seguir la ola y se empezaran a preguntar -“¿Qué pasa?” “¿Sabés qué pasa?” –“No sé, un accidente creo. Dicen que un alumno prendió una mecha.” -“Debe ser un principio de incendio”- “¡¿Incendio?!” –“¿Escuchaste? Incendio, dijo. ¡Corramos!”.
ResponderEliminar-“¿Qué–qué pasó?” – podría haber preguntado el guardia de seguridad al cruzarse con la estampida que bajaba “-No sé Agente, parece que necesitamos agua para apagar un incendio.”
-“¿Agua, dijo? Fue el hijo de Gobbi el que se llevó el agua. Son ellos, otra vez y han podido escaparse…¡deténganlos!”
Pero no. Preferiste bostezar… El posible que hiciste real fue un insulso bostezo…
¡Buenísimo! Por lo menos sabés distinguir entre futuro y presente, cosa que gente impulsiva como yo a veces no hace. Me ha pasado que digo: "esto ya fué" y no puedo volver atrás a ver las distintas posibilidades que me ofrecía el futuro. Te voy a tomar de profesor de futurología. Así no provoco a cada instante cosas parecidas al futuro caótico que imaginó Marisa.
ResponderEliminarChe, viendo el desenlace que podría haber tenido todo esto, gracias a Marisa, creo que TENDRÍAS que haberlo hecho. Capaz hasta evacuaban el edificio!!!
ResponderEliminarY sí, no sé si es común, no sé si a todo el mundo le pasa, pero a mí sí me pasa. Más de una vez estoy en la misma que vos. Ganas de pararme y salir corriendo del aula. O ganas de pararme y gritar, pero GRITAR, con todo. Pero bueno, todavía me queda un gramo de cordura que me hace hacer reales sólo insulsos bostezos.
Me encantó, leerlo (mientras me imaginaba a mí frente a ********) y coloreando tal situación ese gran tema de Grieg...que a todo esto también fue banda sonora de la catastrófica escena de los chismosos metidos en la clase de Marisa... genial!
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