sábado, 7 de enero de 2012

Fortaleza y fragilidad (María Echevarría)

Carlos Juérez, La huella que persiste, collage (ilust. blog)


Siempre me sentí fuerte. Y siempre me supe frágil, fragilísima. Nunca entendí cómo podían darse juntas estas dos cosas y, a la vez, no concibo que pueda ser de otra manera.

No entiendo bien cuál es causa y cuál efecto, pero me parece que por ser frágil, demasiado receptiva y sensible, fui creando una especie de muro que me permitiera protegerme. Como el caparazón en que se refugia el frágil caracol. Como la fortaleza infranqueable del bicho bolita cuando se cierra sobre su propio ombligo. Creo que eso es lo que siempre hice, construir una gran muralla  alrededor de mí. El problema es que cuando una pared de este tipo sufre alguna fisura (y eso SIEMPRE pasa), uno estuvo tantos años escondido que hasta el más tenue rayo de sol quema lascerante la hipersensibilizada piel. Y entonces pueden pasar dos cosas. O uno recibe esa herida, la cicatriza y se va haciendo más fuerte, se va curtiendo la piel, a la par que las rajaduras en la pared siguen aumentando hasta tornarla inútil. O uno se asusta más aún y refuerza la muralla, a tal punto que nos terminamos ahogando en nuestra propia trampa mortal donde ni la luz, ni el aire siquiera, son bienvenidos.

Creo, sin embargo, que el asunto tal vez sea más simple. ¿Por qué armar un caparazón que nos proteja del mundo, un exoesqueleto, si, después de todo, tenemos más de doscientos huesos dentro de nosotros que nos dan estructura y firmeza, para interactuar con ese mundo? Seguro que sufriremos heridas pero parece que esa es la única manera de vivir. De adentro hacia afuera.


María Echevarría

2 comentarios:

  1. María, has dado creo yo con una gran verdad Y es que justamente no se puede ser fuerte sin ser vulnerable. Me parece que pensás la fortaleza como una especie de “escudo protector aislante” y la fortaleza creo yo es justamente lo opuesto: ser fuerte es estar dispuesto a soportar las heridas que trae la vida. La fortaleza es un movimiento de apertura y disponibilidad no de repliegue y aislamiento. De ahí que ser fuerte y ser vulnerable sean dos caras de la misma moneda. El fuerte es el que se arriesga a vivir y a sentir, no el que no siente nada. De otro modo la fortaleza no sería una virtud.

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  2. Me he dado cuenta de que la fortaleza está, precisamente ya que estamos en la f, en la flexibilidad. Ser flexibles y estar en apertura al cambio, al otro, al Otro, nos permite amoldar nuestra fragilidad sin quebrarnos. Creo, no sé.

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