sábado, 7 de enero de 2012

Fe (Estanislao Zuzek)

Escena de El sacrificio, Andrei Tarkovski, (1986, Ilust.blog)


  

            Es un sentimiento. Más: es una convicción, certeza: ‘Es así’ o ‘será así’ – categóricamente; en razón de evidencias o de muchos indicios convergentes hacia lo mismo - complementándose y reafirmándose mutuamente en un todo integral y ‘redondo’. También en razón de la autoridad – indiscutible, indubitable – de la que emana eso.

            En el plano de la vida natural, creemos en función de antecedentes favorables. Creemos a nuestros padres porque están investidos de autoridad pero también porque hasta el presente no nos defraudaron con mentiras o engaños. Igualmente, a los maestros y más aun a las maestras del jardín de infantes o de primaria, que para los educandos terminan siendo como segundas madres. Tenemos fe en el cuadro favorito de fútbol en cuánto desde siempre y hasta ahora viene desempeñándose bien: con jugadores capacitados, con espíritu de cuerpo, ‘ganadores’, con un DT ‘de primera’, etc. Hasta que… terminó ¡descendiendo a la “B”! Y ya no le tenemos tanta fe, ¿no?

            Análogamente puede suceder algo parecido con personas o instituciones cuyas enseñanzas o doctrinas pudieron ser desvirtuadas por incongruencias en su forma de ser o de proceder. En consecuencia, nuestra fe en aquéllas, al igual que la confianza y esperanza depositadas en las mismas se desmoronan. Nos hemos desilusionado, pues, la fe natural pasa por el éxito que, a la vez, evidencia su poder y validez en el tiempo. En general, tal fe es creencia en cosas finitas por parte de seres limitados en tiempo y aptitudes. Pero hay un campo de valores naturales que perduran más allá de la finitud del individuo y de la circunstancia: La vida, la bondad y generosidad, la honestidad, el amor, la abnegación… en fin todo lo que hace digna la vida del hombre y que la llena de sentido trascendente, sobrenatural.

            Sucede como con las aptitudes básicas de la criatura: la fe en Dios Creador la vamos adquiriendo con el ejercicio de la vida, a medida que Él se nos manifiesta en cada etapa de manera apropiada. En particular, mediante el amor de los padres – sus representantes - y de todo el núcleo familiar. La fe se nos da. Sí, es un don - a prueba del pensar racionalista. La manifestación de Lo Infinito en mí no puede ser aprehendida por la finita ‘Razón’ humana. Por otra parte, la sola percepción de El Manifestante es razón suficiente para cobrar noción de ese Ser Supremo puesto que - ¡querrámoslo o no! - ya se instaló en la conciencia de uno. Ahí Él puede ser reconocido o… ignorado. Todo don puede ser aceptado o rechazado, de acuerdo a lo que al respecto decida cada destinatario libremente. Sin embargo, aun su rechazo, consciente y libre/responsable, no implica la inexistencia del Donante. Tomar conciencia de la existencia de Dios, pues, ¡es inicio de fe! Aunque sea por negación.

            La fe adquirida en la más tierna infancia – totalmente irracional – es cultivada en  la criatura por sus progenitores, esencialmente con el ejemplo de la vida cotidiana, hasta que los hijos alcancen la edad de discernimiento – la adolescencia – dónde aquélla es confrontada con la ‘Razón’ que descree de Dios. La fe de algunos sucumbe. En otros sale revitalizada, en cuanto se encontró la compatibilidad y complementariedad de fe y razón – entre los mundos natural y sobrenatural. Sin embargo esa lucha no cesa nunca: La ‘Razón’ tratará siempre de subyugar a la fe,  con renovados embates de dudas e inconsistencias, para apartar al hombre de su meta final – su reunión con el Creador en el más allá. Al menos para mí, la fe en Dios es una actitud signada por altibajos relacionados con la aceptación de la dependencia y sumisión a Dios y, por otra parte, con nuestra soberbia de creernos dueños y señores de nuestro destino. En el primer caso eso implica una sensación permanente de Su presencia en mi vida o, al revés, que mi vida transcurre en Su presencia. Finalmente, esa actitud puede acrecentarse, debilitarse e incluso morir, dependiendo del sujeto, si cuida de ella o no. Por consiguiente, el don de la fe que alguna vez he recibido y sigo recibiendo deberé cultivarlo con perseverancia y esfuerzo que toda lucha implica, para poder traspasar el ultimísimo instante de mi vida con él en mano.

 Estanislao Zuzek










4 comentarios:

  1. ¡Gracias Estanislao! ¡Me resultó muy enriquecedora su meditación sobre la fe! Me sentí muy identificada con el último párrafo. Cuando habla de los altibajos vinculados a la experiencia de la presencia de Dios.
    La imagen que pusimos es de una escena de El sacrificio de Andrei Tarkovski. Si bien toda la película está vinculada al tema de la fe, la imagen que aquí figura pretende ilustrar un relato que aparece allí en el que se intenta condensar el significado de la fe. Al parecer cuando un discípulo le preguntó a uno de los Padres del desierto cuál es el significado de la fe, éste le respondió con ese relato que figura en los Apotégmas de los Padres del Desierto. Cuenta la historia que un monje obedeciendo a su Abba, regó durante 3 años un árbol seco. Para regarlo tenía que buscar el agua en un lugar tan lejano que prácticamente no podía hacer otra cosa el resto del día. Pero al tercer año empezó a reverdecer. Lo importante como símbolo de la fe no es tanto el final “feliz” cuanto el hecho de continuar regando un árbol seco día tras día, año tras año.

    Creo que el ser humano tiene una natural apertura a un inmenso signo de interrogación acerca de sí mismo por un lado y por otro lado, como dice Newman su conciencia moral lo hace experimentarse naturalmente como responsable. La experiencia de la responsabilidad es personal y dialogal, supone un «cara a cara» frente a alguien. Creo que son dos ámbitos plenamente humanos que nos dejan en suspenso y hacen que de alguno modo sepamos “que no somos dueños y señores de nuestro destino”.

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  2. ¡Marisa, muchas gracias por su comentario! Que, a su vez, también me enriqueció mucho. Coincido con Ud. que la fe es un asunto totalmente íntimo y, por lo tanto, estrictamente personal. Por mi pa<rte creo, que lo más íntimo suele ser incomunicable o algo muy próximo a ello. Por lo tanto, podemos hablar del misterio que es la fe de cada uno en Dios. - La ilustración es muy oportuna y me gustó ni bien la ví

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  3. Estanislao
    En mi caso particular es imposible pensar una fe sin la duda que ella representa. Me parece que solo los Santos o personas iluminadas por Dios pueden tener una fe a prueba de balas. Cuando era chico leí por primera vez la pelea de Jacob con esa sombra, pelea que duró toda la noche y al final esa sombra era Dios. Me parece que Dios quiere que así sea mi relación con él, que me enfrente a él, pero no solo que luche contra él sino que encima le gane, Dios no quiere pusilánimes, quiere hombres fortalecidos de una lucha ferviente contra él mismo; y si en el camino abandono mi Fe, pues es el riesgo para el tipo de hombre que Dios quiere de mí.

    Siempre lucho contra él y contra la Fe que tengo y es por Fe que lo hago. No estoy de acuerdo con que la Fe sea una gracia, pues recuerda que las gracias se les da a unos pocos, me parece mas bien que es parte de la creencia misma que necesita dialécticamente sus opuestos para regenerase. Entre la duda y la certeza está la Fe.

    Martín

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  4. Martín, tendría que detenerme con más tiempo a pensar cuanto coincido en esto con vos, pero me gustó mucho el comentario, sobre todo el paralelo que haces con la lucha contra Dios. Eso me hizo acordar también a lo que leí una vez que dijo un budista que algo así como que luchaba a los zarpasos como un oso con Dios...

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