Salvador Dali
La palabra adecuado me da paz, reposo del alma. Me remite al encuentro pleno de dos realidades que se buscan, se esperan y al encontrarse ya no desean nada más, aunque sea por un breve lapso de tiempo. Un bebe que llora y se encuentra con el pecho de su madre lleno de leche. No hay nada más ni mejor para ambos que ese encuentro en ese momento.
Pero qué pocas veces sucede con esa claridad. Deseo encontrarme con situaciones claras que me digan con certeza qué es lo adecuado para ellas, así podría alcanzar esa paz que mencioné al principio. Pero no, a medida que vivo la realidad se me hace más compleja, veo más caminos posibles, una maraña donde lo adecuado es oscuro, se esconde y me lleva a preguntarme si no es una ilusión juvenil el creer que puedo descubrirlo, si no es buscar falsas seguridades y certezas ponerle la etiqueta de adecuado a algo y ya no preguntarme más. Si le saco la etiqueta se abren muchas posibilidades dejadas de lado y empiezan a aparecer fisuras y resquebrajamientos. Mi visión del mundo, donde estoy parada correría peligro.
Sin embargo el deseo persiste y con tanta fuerza que no puedo desprenderme de él.
El diccionario nos dice que adecuar es hacer que una cosa sea conveniente o pueda unirse con otra. Tengo el profundo deseo de que las realidades que nos toca vivir hayan sido hechas de esa manera y que existan otras realidades que son las convenientes para unirse con ellas y que seamos capaces de descubrirlo.
Eugenia Guastavino
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