Roy Lichtenstein
Vos venías con un cuento increíble, unos ojos soñadores, un juguete de bolsillo y un manojo de recuerdos, y de confusiones y de cosas. Yo tenía puestos mis jeans despreocupados, con el dobladillo lleno de signos de pregunta, pisándome el borde con cada paso, tratando de convertir la arena en tierra.
Entre tu cuento y mi dobladillo no cabía otra relación que la fascinación.
El encuentro fue casi inmediato, si no fuera porque vos estabas mirando un pájaro que no volaba y pensabas que no merecía ser un pájaro, mientras yo golpeteaba mi arenero con insistencia, esperando que me vieras.
La fascinación duró un tiempo, mucho más del esperado pero siempre menos que el querido. A esos meses de enredarnos, confundirnos, fascinarnos, le siguió la maldita pero inevitable tarea de querer ponernos de acuerdo. Desatando nudos con una minuciosidad de laboratorio vos volviste a tu cuento y yo me calcé mis jeans despreocupados. Nos dimos cuenta de que en lo único que estábamos de acuerdo era en que no lo estábamos.
Pasamos toda una vida tratando de atar cabos, de que algún hilo mío sea el nudo de uno tuyo, de que tu cuento fuera la respuesta a mi dobladillo, pisoteado y embarrado de tanto usar las mismas preguntas y no encontrar las mismas respuestas.
Teresita Suriani
Teresita, me encantan las imágenes que usas: como te pisas el dobladillo lleno de preguntas, golpeteás el arenero y tratás de hacer nudos con hilos de otro. Disfruté mucho tu texto. ¡Gracias!
ResponderEliminarMarisa
gracias! espero ansiosa los textos de la b!
ResponderEliminarMe encantó este texto. Muy simple, muy cotidiano, muy elocuente.
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