Masaccio, Adán y Eva expulsados del Paraíso, 208 x 88,
Fresco hecho intervenir por Cosme de Medicis
Hace unos años leí Diario de un cura rural de Georges Bernanos. Hubo una parte de la novela que me atrapó especialmente. No podía dejar de leerla. Se trataba de una encendida conversación entre el joven sacerdote que ya se encontraba muy enfermo y una antipática señora acaudalada del pueblo, a la que había ido a visitar deliberadamente con la intención de ayudar a sanar sus vínculos familiares. En ese diálogo, echando mano de la poca energía que le quedaba, indiferente a sus intensos dolores estomacales y haciendo gala de una gran capacidad de intuición y habilidad en el trato y en el lenguaje, el cura rural mediante preguntas y comentarios, fue arrancando uno a uno los velos con que la señora tapaba su alma herida y paralizada por una inmensa miseria espiritual. Era un diálogo valiente, desgarrador, una verdadera lucha anímica. El cura fue logrando con destreza que la señora dejara de ocultarse tras mentiras y enfrentara la dolorosa verdad de su pobreza, desidia y hasta crueldad interior. Ella finalmente bajó sus defensas, lo dejó entrar y ese fue el comienzo de su sanación y de una fecunda amistad. Un bálsamo. Una vida nueva.
* * *
- ¿Dónde estás?
- Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí. (Gn 3, 9-10)
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Parece que fue entonces cuando aprendimos a «taparnos», a manotear escudos y máscaras, a montar un personaje esclerosado y a vestirnos para la ocasión. Nos supimos vulnerables y el miedo fue el padre de nuestro aislamiento y antagonismo.
Creo que los disfraces y armaduras, lejos de proteger nuestra vida de las «amenazas exteriores» la abandonan a su debilidad, la empobrecen y desfiguran. Permanecemos atrincherados cada uno en su fortaleza defendiendo celosamente las puertas de acceso al mundo interior. ¿Pero cuál puede ser el sentido de nuestra morada interior si no es visitada, habitada, embellecida por los dones que los otros tienen para ofrecernos?
Pienso que la vida se hace fuerte en esa comunión con los demás pero es difícil que haya comunión sin intimidad, ni intimidad sin desnudez.
Sin embargo nadie desnuda su intimidad o abre sus puertas de par en par si no tiene delante una mirada amorosa, hospitalaria y comprensiva, unos oídos anchos, un gesto tierno y delicado.
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¿No podría interpretarse la historia de la salvación como la búsqueda por parte de Dios de un lenguaje suave para que el hombre le volviera a abrir su corazón y Él entonces le susurrara al oído, desnudo a su vez y expuesto a su máxima vulnerabilidad, “hoy mismo (volverás a estar) conmigo en el Paraíso”? (Lc 23,43)
Marisa Mosto
Creo que la clave está en esa "mirada amorosa, hospitalaria y comprensiva",esos "oídos anchos", o ese "gesto tierno y delicado" para poder despojarnos totalmente. Pero también está aquella afección profunda de no querer mostrar nuestras miserias más íntimas, ni siquiera ante la mirada más amorosa, hospitalaria y comprensiva...
ResponderEliminarEl diálogo del cura que narrás, Marisa, y la idea de Héctor que a pesar de todo hay veces que uno no quiere desnudarse ni siquiera ante una mirada hospitalaria, me hizo acordar al tremendo relato de Dostoievski sobre el encuentro de Tijón y Stavroguin. El monje sabía que no había tiempo y que él era torpe para poder manifestar el amor que sentía por Stavroguin. Su desesperación se basaba en que sabía que no podía "hablarle suavemente" y de a poco ir abriéndole el corazón... Pobre hombre... qué impotencia la de una vida humana. La vida individual no tiene todo el tiempo de la historia...
ResponderEliminar¡Tenés razón Ángeles! Ese diálogo es también maravilloso. Y hasta parece que Stavroguin fuera a ceder. Aunque no puede con su genio, es más fuerte su anhelo de independencia. ¡Pero que desnuda su alma, la desnuda, casi si ningún pudor!
ResponderEliminarLa hospitalidad, tema del seminario del 2009, que me atrapó porque me sentí muy identificada... Qué fácil es construir esas fortalezas que nos "protegen" aparentemente y qué difícil es desnudarnos frente al que nos mira sinceramente y con ganas de acogernos en su morada.
ResponderEliminarLa desnudez me hizo pensar en el descalzarse del Éxodo como invitación a quitarnos las sandalias (fortalezas) para entrar en tierra sagrada....
Acercarse a otro, con sensillez, apertura, que el otro sienta nuestro respeto, nuestra comprensión, que nuestra presencia lo ayude a liberarse de sus trabas. Es la tarea más importante. No pretender nada más. Pondré en oración este pedido: lograr lo que este cura. Gracias Marisa por traer esta imagen y este ejemplo. Ricamente expresado en un espacio tán mínimo.
ResponderEliminarMe dejó estúpidamente conmovida, Gracias Marisa. Creo que hiciste que me sacara el impermeable para que tus palabras me invadieran..Gracias nuevamente.
ResponderEliminarYo en cambio no estoy conmovido, su texto me genera mucho ruido y le digo por qué:
ResponderEliminarPrimeramente, no le puedo discutir la manera de redacción, pues es pulcra, firme y contundente. Pero, estoy peleado con el mundo interior, así, como único, como algo incólume cubierto por disfraces que me atenúan. Segundamente, admito, también, que es muy lindo lo que plantea: desnudarnos con otro y esperar a que ese otro se desnude con nosotros para establecer una verdadera relación. Para mí, el problema está en ¿Quién es el otro? Y ¿cuándo es un otro?
Terceramente, Luly, nosotros también tuvimos el tema de la hospitalidad en el 2010, habían dos posturas, una que indicaba que era posible la hospitalidad y otra que indicaba que NO era posible la hospitalidad. Yo, como extranjero en esta tierra también me emocioné con este trabajo aunque al finalizar el mismo y después de las lecturas requeridas llegué a la conclusión de lo que ya sabía por experiencia propia: ¡La hospitalidad es un imposible!. Hospitas, el término que da origen a hospitalidad o huésped también lo da a su contrario: hostilidad. El extranjero es un extraño, y el extraño es un enemigo alguien a quien temer y de quien cuidarse, así, el extraño será un extranjero, sobretodo en el lenguaje. Así también el término en inglés freak con toda la carga negativa que contiene es “extraño”. El otro como extraño, el otro es un extraño, pero en todos sus sentidos, no tan solo del que viene de otro país, quien escucha a los “Wachiturros” debe de ser asesinado, dicen quienes no gustan de ellos en el youtube, quienes ven a “Tinelli” son bárbaros que se han dejado lavar el cerebro según Foro de la nación online, quienes votaron a Cristina no piensan en el país, solo en sus bolsillos y los que no la votaron sí piensan en el país, lo escucho por doquier.
Profesora, me parece que todos somos extranjeros, todos somos extraños con otro cualquiera, ¿cómo desnudarme ante alguien que me ve y agarra su cartera pensando que le voy a robar, sin pensar que yo soy un ser humano, tan ser humano como lo es él mismo?
Cuartamente, usted dice:
“Creo que los disfraces y armaduras, lejos de proteger nuestra vida de las«amenazas exteriores» la abandonan a su debilidad, la empobrecen y desfiguran...”
Mascara = Persona, debajo de la máscara que puedo producir solo hay otra máscara producida, eso es lo que somos, máscaras, personas. En ética hemos visto, justamente con usted, la necesidad de alcanzar el sabio punto medio para las virtudes. “Los disfraces y armaduras” de los que usted habla logran ese efecto negativo solo si me hacen estar a la defensiva todo el tiempo, pero es saludable (al menos, para nuestra salud mental) llevar disfraces y armaduras en su justo medio, en tal medida que de vez en cuando dejen pasar de un lado hacia el otro, sentimientos, percepciones, intuiciones, etc. Si yo soy un disfraz, defiendo el disfraz pues es lo que soy. Lo constante en el hombre es justamente eso, la constancia, la transformación, la vitalidad por ser siempre alguien que se hace.
Y quintamente, el penúltimo y antepenúltimo párrafo de su trabajo son los que más me gustaron y al mismo tiempo con los que más desacuerdos tengo. Es cierto, no hay relación unidireccional, las relaciones son siempre bidireccional, van y vienen y siempre tienen un target, “no hay comunión sin intimidad, ni intimidad sin desnudez”, pero el siguiente párrafo es a lo que me refería en mi crítica inicial: pues no puede haber comunión sin un lenguaje común, y no hay un lenguaje común con el extraño, con el que no es como uno; y si como dice Héctor, la clave está en " esa mirada amorosa, hospitalaria y comprensiva", entonces la relación deja ser líneal y esa clave deja de ser una clave para más bien ser un impedimento, se vuelve vertical, miro al otro sobre el hombre “comprendiéndolo”, “yo te entiendo, hijito”. Yo no quiero que me entiendas, no hay nada que entenderme, no estás sobre mí.
Saludos,
Martín
Entonces Martín, ¿cómo tengo que entender esto que me decís? ¿Debo interpretarlo como "una farsa", como un parlamento que intenta representar tu personaje?,y yo desde qué postura lo leo, ¿tengo que evitar "comprenderte" para que no te sientas subestimado?
ResponderEliminarHay una dimensión de la mascara que nos hace personas y otra que nos hace personajes. La mascara como un roll asignado o la mascara como un capricho, y una vergüenza desvergonzada. Hay un pasaje de Adam Buenosayres de Marechal al respecto que me gusta especialmente:
ResponderEliminar"...lo que constituye la esencia del Personaje es, justamente, una falta de esencia, un vacío absoluto, una desolación interna que lo hacen capaz de asumir todas las formas e imitar todas las actitudes. Un Personaje bien cocinado puede ser hoy Ministro de Hacienda y mañana jefe de Aviación, sin llegar a ser ni una cosa ni la otra, ni hombre, ni siquiera bruto; porque hablando en términos rigurosos, el Personaje es «la nada» con galera de felpa [...] sólo después de haberse negado y traicionado a
si mismo, el Personaje logra la virtud exquisita de negarlo y traicionarlo todo."
Terrible, y lo más terrible de todo esto, creo yo, es que el abismo que hay entre el ser persona y el ser personaje es sútil, cómo lo es simpre el abismo que divide entre el bien y el mal.
Sin querer ser agresivo pero ¡Cuanto drama que hay hoy con la verticalidad! Pareciera que no se soporta el que te miren desde arriba.
ResponderEliminarMe parece Martín que uno puede partir de la idea que el otro es un extraño y siempre somos extranjeros sin un lenguaje común. Desde el punto de vista teórico es tan sostenible como la contraria: que existe el encuentro y a veces la comprensión empática (no verticalista). La experiencia creo, dirá la última palabra para cada uno de nosotros. En este aspecto particular la teoría me importa bastante poco. Personalmente, a un nivel profundo me cuesta un poco la comunicación y a los otros los siento DEMASIADO otros. Hace muchos años que me rompo el alma para superar algunas limitaciones interiores y estructurales que todavía me acompañan para generar por lo menos una condición de posibilidad a una verdadera comunicación. Prefiero esta apuesta a seguir generando algo así como lo que podría ser una profecía autocumplida. La idea de ser un extranjero permanente en la tierra no me seduce para nada. Supongo que sólo así se empieza a construir un camino que haga verdadera historia y no mera repetición de lo mismo.
ResponderEliminarChe, tenéme un poco de piedad y no me contestes punto por punto y con cinco carillas! ja!
Profesora Marisa
ResponderEliminarAntes que nada me gustaría bajarle un poco el tono a la discusión puesto que no sé cómo se está leyendo mi objeción a su texto. Para mí este grupo es más como una clase con usted, donde somos un grupo distinto y participamos exponiendo nuestras opiniones sobre un texto específico, no hay mala fe de mi parte, solo ganas de discutir no por el hecho de discutir, el discutir por discutir no lleva más que a un ejercicio retórico, yo tengo la mente abierta, mis opiniones no soy yo, puedo cambiar de opinión y esa es la base sobre la que parte cualquier discusión que intente generar.
Usted me pregunta:
Entonces Martín, ¿cómo tengo que entender esto que me decís?
Entiéndalo como lo dicho en mi párrafo inicial. Usted plantea, si es que entendí bien: desnudarnos con otro y esperar a que ese otro se desnude con nosotros para establecer una verdadera relación evitando los mecanismos de defensa y armaduras. Yo le planteaba una pregunta a esa tesis: ¿cómo desnudarme ante alguien que me ve y agarra su cartera pensando que le voy a robar, sin pensar que yo soy un ser humano, tan ser humano como lo es él mismo? No hablo de un caso extremo como podría serlo de alguien que me quiere agredir por x motivo, le hablo de un caso cotidiano, que nos sucede a todos, el otro desconfía todo el tiempo de uno.
¿Debo interpretarlo como "una farsa", como un parlamento que intenta representar tu personaje?
Este personaje ya soy yo, soy una farsa en tanto usted me vea como una farsa, a mí o lo que planteo, pero no lleva a ningún lugar que me vea así, porque como le repito no hay mala fe en mi comentario.
y yo desde qué postura lo leo, ¿tengo que evitar "comprenderte" para que no te sientas subestimado?
Creo que para poder responder a esto me sirvo de lo que respondió Javier: “Sin querer ser agresivo pero ¡Cuanto drama que hay hoy con la verticalidad! Pareciera que no se soporta el que te miren desde arriba.”
Pues sí profesora, si “comprenderme” significa como Javier lo indica “compadecerme”, mirar al otro desde arriba, como si uno estuviera en una situación preferencial, pues sí, evítelo y que también lo evite Javier, no porque yo me sienta subestimado (yo no soy lo que el otro piensa de mí, y eso lo tengo claro, no es un asunto a mí persona), sino porque esa comprensión-compasión tiene el tufillo de superioridad que es justamente lo contrario de lo que sus personajes (el joven sacerdote y la antipática señora) buscaban, la horizontalidad, la empatía. ¿Drama? Pues sí Javier, todo el drama del mundo si no eres capaz de tratar al otro como un par, como un semejante.
No sé si queda claro lo que quise decir en mi anterior mensaje y en éste, y quizás por eso sus preguntas, pero para que quede claro, si es que me hace ruido la propuesta que usted hace es porque ella misma me parece irrealizable, no quiero esconderme y decir que es mi percepción o mi opinión, eso sería cobarde. Esa tesis, por más linda que me parezca, se hace impracticable en el mundo cotidiano.
Martín
Es raro, pero a veces ocurre. A mi me ha ocurrido algunas veces, con algunas personas y en diferentes grados y son las relaciones más genuinas que he experimentado. Y las personas con las que prefiero estar.
ResponderEliminarSé que es dificil, es por eso que escribí el texto y lo puse en el contexto en que lo puse.
Nunca pensé que hablabas de mala fe.
Cuando me referi a la "farsa" y el "personaje" era para hacerte ver que tu postura era contradictoria, pues vos estabas hablando de lo que de veras pensabas y esperabas que yo lo entendiera. Y eso era justo lo contrario de lo que explicitamente decías.
Lamento el malentendido.
Y para que lo sepas yo creo que justamente vos sos una de esas personas con la que se hace fácil desnudar el corazón. Cosa que por otro lado, vos ya la sabías.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo hay igualdad en tratar lo desigual como igual Martín, y valer lo mismo no es lo mismo que ser lo mismo. Me parece que te estas olvidando que existe la autoridad. En esta época en que se descuida el valor de la autoridad se puede ver a alumnos que le patotean a un profesor, o padres que le pegan a un profesor por haber desaprobado a sus hijos, o la falta de respeto hacia los ancianos, o el cuestionamiento insolente hacia el trabajo de alguién que dedico toda su vida preparandose para hacer algo, por ejemplo un médico, o el desprecio por toda disciplina castrense, y así podría seguir. No hace falta que reproduzca acá Cambalache me parece. La autoridad es del que da, del que entrega, y se le debe responder con respeto y con obediencia (no con obsecuencia).
ResponderEliminarProfesora Marisa
ResponderEliminar¡Así es que me ve como una de esas personas con las que es fácil desnudar el corazón!
Bueno, se lo concedo siempre y cuando hagamos esta obra como hicimos la obra de Artl para el Seminario del Deseo, yo pido ser la “antipática señora acaudalada del pueblo”. ¡Ese es mi rol!
Quizás sea una buena oportunidad para conocer a la gente del grupo.
Abrazos,
Martín
Javier
ResponderEliminarMe dices que no hay igualdad en tratar lo desigual, estoy de acuerdo contigo hasta en cierto punto porque sobre eso giraba mi crítica, todos los otros no "iguales". Tu Javier, no eres igual a mi vecina que no me saluda cuando pasa, pero no eres igual en tanto afecto tenga para ella y para ti. Si veo a ambos en un aprieto y tengo que ayudar a alguien, voy a ayudarte a ti, que eres un muchacho noble y que te conozco, porque en relación a mi afectividad ambos no son iguales, pero si son iguales en el sentido que ambos son personas. Objetivamente todos somos iguales, subjetivamente no, pero sé que tú no eres un relativista que cree que su medida es la medida de todas las cosas, así es que objetivamente sí, todos somos iguales en tanto somos seres humanos.
Me increpas que me olvido de la autoridad, y como en mi anterior comentario te cite para responderle a la profesora Marisa, ahora uso un comentario de ella para responderte a ti (y es que así soy yo, respondón):
“Lo mismo nos lo recuerda Dostoievski en la leyenda del gran inquisidor. Jesús vuelve a la tierra en la peor época de la inquisición en Sevilla. El inquisidor mayor lo encarcela (¡ahora es la misma Iglesia la que encarcela a Jesús!) y le dice:
“Hemos corregido tu obra y la hemos asentado sobre el Milagro, el Misterio y la Autoridad. Y los hombres se han alegrado mucho al verse conducidos de nuevo como un rebaño y al notar que habían levantado de su corazón aquella terrible y pesada piedra de la libertad, que tantos sufrimientos les había ocasionado.” (…) Toda la humanidad será feliz. Ya no se rebelarán los hombres ni intentarán destruirse mutuamente, como hacían durante el reinado de tu famosa libertad. ¡Ah desde luego, lograremos al fin convencerles de que no serán realmente libres hasta que no renuncien a su libertad en favor nuestro, sometiéndose a nosotros! ¿Y será entonces verdad lo que les habremos dicho o habremos mentido? Creo que ellos mismos se convencerán de que tenemos razón porque recordarán muy bien a qué esclavitud a qué desesperación les había conducido la libertad que les diste. La libertad, el libre albedrío y la ciencia les habrán extraviado por tan profundos barrancos.” (…) “Comprenderán entonces la enrome ventaja que les supone el hecho de haberse sometido para siempre.” ”
Yo no te comprendo, te soy sincero, sé que eres diferente, y así te acepto, pesan más las cosas buenas que veo en ti que tu radicalidad que veces brota.
Te abrazo,
Martín
Pero eso es una perversdión de la autentica autoridad... La autoridad es del autor, autoría es creación y donación, es decir es Amor, en tanto que el amor es creador, en tanto el amor significa entrega desinteresada por el bien del otro... La autoridad es del que ama, del que se entrega, del que entrega algo de sí. La rebeldía es soberbía, es la negación del don del otro, es la negación del propio otro. Hasta el más humilde de los santos (a mi entender al menos San Francisco de Asís) tuvo a la obediencia y a la autoridad por don, por virtud, por valor. Es que reconocer el valor de la Autoridad, del Don, del Misterio, eso es humildad.
ResponderEliminarUn saludo Martín, con mucho respeto.
QUé polémmica tu entrada, MArisa!! jaja, después de tanto comentario ya me olvidé el texto original, jaja. A mí me encantó tu texto, y veo que estas divergencias son fiel testimonio de la dificultad terrible que tenemos los hombres de encontrarnos entre nosotros... lo difícil que es ser el primero en "desarmarse", el primero en confiarse... Pero cuántas veces hemos confiado y ganado al otro, domesticado al extranjero, hospedado al huésped, cobijado al marginado?? Yo creo que esas experiencias son más frecuentes de lo que pensamos. A veces es una mirada la que abre... Pero lo que sí, me parece que no depende ni de uno ni de otro... no depende de nadie, porque no es algo que pueda ser suscitado gracias a una técnica. El encuentro es algo que sucede... sin duda del orden de lo milagroso.
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