Rembrandt Aurorretrato (Ilust. Blog)
No puedo creer que ya llegué al secundario, pensaba un adolescente, que reflexionaba (una de las primeras veces, ya que la reflexión consciente era algo nuevo para él) que esta nueva etapa lo ponía ante una nueva situación en la que por primera vez y de aquí en más debía tomar decisiones. Pero se preguntaba a él mismo, ¿de qué se trata esto? ¿Con qué tomamos una decisión? ¿Con los sentimientos? ¿Con el esfuerzo lógico de nuestra razón? ¿Con el impulso afectivo? ¿Bajo la orden imperativa del otro que me obliga? Seguramente tiene que ver en las decisiones la voluntad, esa facultad de decir quiero esto, decido esto; es la que me lleva a decidir, pero ¿qué hay antes de eso? ¿Cómo obtengo las opciones? ¿Qué me lleva a elegir entre esas opciones? ¿Qué, en última instancia, me da la última respuesta?
Y sin embargo, lo más difícil no es decidir, pensaba, sino mantener la confianza en el método de decisión; porque cuanto mayor sea la confianza, mayor va a ser el convencimiento de que decidió con certeza y mayor la voluntad en la ejecución. Pero ¿cuál es el método de decisión más importante, o cuál el mejor?
Veía a medida que crecía que las respuestas eran cambiantes. El matemático le decía que el cálculo lógico era lo mejor para decidir, aquel frío 2 + 2 es 4 que dejaba de lado tantos aspectos de una decisión, pero tal vez el más fácil de realizar; el economista le decía que calcule los costos, establezca los beneficios posibles, teniendo en cuenta las variantes de eficiencia y eficacia de la acción y según la oferta y la demanda de la ocasión decidiera; el romántico le mostró que debía dejarse llevar por las emociones, eso sí, también le mostró que sería muy cambiante; el valiente y seguro le dijo que se guiara por sus impulsos, pero le mostró que esa fuente de poder muchas veces en el fondo es excusa para no sentarse a pensar, muchas veces disfraza de una imagen de fortaleza lo que por dentro está repleto de inseguridades. Un intelectualista le dijo una vez que cuanto más conociera el objeto, mejor decidiría, y la voluntad seguiría el conocimiento. Un hedonista le mostró que debía seguir lo que le daba más placer, pero descubrió que lo que al principio era placentero, no lo era cuando lastimaba a otros, y la mayor parte de las veces sin intensión de hacerlo. Un psicólogo freudiano le dijo que en el fondo no decidía él, que decidía su subconsciente así que no debía preocuparse.
Pero el joven, casi adulto, seguía en la misma ¿cómo lo conozco mejor?, ¿qué método de conocimiento es verdaderamente objetivo? ¿De dónde saco la plena seguridad de decir esto que decido es lo correcto? Seguía tan perdido en cómo decidir y con tantos miedos que nunca lograba mantener una decisión con fortaleza, y tal vez esta angustia era la que lo llevaba a caer, pero eso no se lo preguntaba.
Y sin embargo, ya adulto, supo que lo mejor era pensar por sí mismo; por qué basarse en cierto estereotipo. Quería ser él mismo. Pero ¿y si era cambiante? ¿Y si un día las emociones le tiraban abajo esa decisión? Vivía con miedos. ¿Y si un día te crees tan valiente para creerle a tus impulsos? ¿Y si de tanto caer se ahoga en la angustia que vence a la voluntad, como el pequeño David venció al gran Goliat?
Pero basta. Ya está se dijo un día, decidiré vivir y ser feliz, sin importar el camino. Las decisiones que tome las tomaré buscando el bien como fin último, y disfrutaré el presente pensando en mí y en los demás. Qué lástima que luego de tanto decidir sobre cómo decidir haya llegado esa última decisión a mis 85 años, postrado en una cama, esperando que esa Otra oscura decida por mi cuál sería mi último minuto.
Nicolás Balero Reche
Te sumo otra opinión, Nico, la de Pieper:
ResponderEliminar"Una de las condiciones esenciales de la decisión moral es que sólo puede ser tomada por el sujeto que ha de ponerla en práctica; jamás admitiría ser formulada por un sustituto. Como tampoco puede nadie, echándolo sobre sus hombros, descargar a otra persona del peso de la responsabilidad, inseparable compañera de la decisión. El carácter típicamente concreto de lo moral corresponde en forma exclusiva, por tanto, a la experiencia viva de la persona que se decide. Sólo ella puede dar con la vía que permite el acceso a la totalidad de realidades concretas que circundan el obrar concreto, es decir la «índole» peculiar del propio sujeto operante y las condiciones del aquí y del ahora"
(Virtudes, Rialp, 42)
La maravilla de la libertad. Ser protagonista.
Y sí... a veces puede salir mal."
Hay muchos males en este mundo pero el "indeciso" la pasa mejor que el que tiene que sufrir a algún "indeciso" cerca. Igual para ser un poco comprensiva con tu personaje, diría "nunca es tarde" para aprender. Pero qué perdida de tiempo tanta elucubración mental!!! Muy bueno, Nicolás, lograste que tu texto me exasperara, voy a tener que seguir ejercitando la paciencia...
ResponderEliminarAhí leo a Marisa que es infinitivamente más comprensiva que yo... me están faltando muchas virtudes... parece...
ResponderEliminarTodo un tema, quien no tiene que tomar decisiones fáciles o difíciles? "To be or not to be", ser o no ser. Gracias por pensarlo, gracias también a Marisa por lo de Pieper.
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