“Una
ruptura, un desgajamiento, es lo primero,
lo
que ha dado origen a
la conciencia.”
María Zambrano, El hombre y lo divino.
Romper con lo preestablecido, con lo
esperado, incluso, con lo ganado, no necesita obligatoriamente ser tomado como
una rebeldía adolescente. ¿O sí?
Creo que hay una gran necesidad de tener todo bajo control,
nos inunda una terrible sensación de inseguridad- muchas veces con mezcla de
angustia- frente a “lo que se nos va de las manos”. Queremos saber qué sucederá
si tomo esta decisión, sus implicancias, sus consecuencias para la vida, y sobre todo, queremos tener la seguridad de que todo va a salir bien. Experimentamos
que el futuro de nuestra “patria” depende de nuestras inmensas decisiones.
Esto es reflejo de un exceso de
confianza en nuestras capacidades y una desconfianza en lo incierto, en los
grandes signos de interrogación que se presentan en la propia vida.
Así siempre lo pensé, cuando era
más chica tenía mucha seguridad y eso me llamaba la atención. Pero hace tiempo
que se desmoronó este castillo de seguridad, de esquemas y límites gruesos y
bien trazados. Será que al pasar los años me di cuenta de que no todo es tan
matemático y perfectamente calculado. Ni
tan blanco ni tan negro. Que los esquemas sirven para dar un marco, pero no son
el contenido.
En mi imperfección encuentro
seguridades que me sirven para seguir adelante, y aquellas que no encuentro, las
quiero tomar como partes del camino.
Sostiene María Zambrano que es a
partir de la ruptura o el desgajamiento donde se da la posibilidad de dar a luz
nuestra conciencia, nuestros deseos sin taparlos de sobreinformación,
fotografías, ideas y experiencias. Nuestros espíritus están saturados de todo
esto. Buscar la ruptura, es generar espacios de soledad y encuentro con
nosotros mismos. Y desde ahí relacionarnos de una manera abierta y humilde
evitando el control y la medida calculada que nos empobrecen y nos alejan del
verdadero encuentro.
Lucía Nazar
Romper con unas ideas "rígidas heredadas", con una mirada compacta, con uno mismo, para entrar en comunión con los demás. Rotura y comunión. Paradojal.
ResponderEliminarMe quedo pensando. Son muchas ideas que me dan vueltas en la cabeza.
¡Gracias por el Perito Lucía! ¡Qué belleza!
Y por tu querida María Sambrano
"... los esquemas sirven para dar un marco, pero no son el contenido" me hace evocar la comparación de Zbigniew Brzezinski en su libro 'Out of control' (1996) de la democracia con una olla y que la calidad del plato dependerá de lo que se mete a cocinar en aquélla; y, por supuesto, del cocinero. Por mi cuenta agrego que esa es la razón de las tan numerosas y diferentes democracias existentes en el mundo. La olla, en coincidencia con su "esquema", es evidentemente solo el continente. La pregunta que surge naturalmente es ¿qué sucederá con el contenido - los valores - si rompemos esa olla, i. e. el esquema? Ante todo, recordemos que el esquema, por más valioso que parezca, sigue siendo un medio accesorio y nunca un valor. Más aun: el esquema, por su rigidez, puede terminar asfixiando. Mientras que los valores van generando por sí solos el espacio apropiado, a medida que los primeros van acrecentándose.Y cuando se trata del Valor, que es el amor, no hay esquema que le alcance… y, por lo tanto, según san Agustín: si amas, ¡haz lo que quieras! – Me gustó mucho su texto.
ResponderEliminar"El esquema puede terminar asfixiando" Muy cierto, los valores son el contenido y por eso ocupan el espacio apropiado, sin asfixiar sino, por el contrario, completando nuestra naturaleza maleable.
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