http://sobregrecia.com/2009/07/28/el-lago-ziro-una-joya-en-el-bosque/ (Ilust.blog)
Cuenta
la leyenda que hace mucho, muchísimo tiempo, quizás 5 ó 6 mil años antes de
Cristo, un hijo apesadumbrado deambulaba por el bosque, intentando poner orden
en su interior luego de la muerte de su padre.
Es que la vida de ambos no había sido nada fácil. El padre había querido
mucho a su hijo, pero en su atribulada existencia habían existido muchos
momentos en los cuales su conducta había estado distante de la que él había
imaginado en su juventud. El hijo, por su parte, también había querido a su
padre, pero aquella conducta había motivado su alejamiento y la aparición de
sentimientos encontrados respecto de él. En los últimos años, el hijo había
debido intervenir varias veces para encauzar la actividad paterna en algunos
asuntos familiares y, finalmente, se había ocupado de su atención y cuidado en
el período final de su vida. Ahora, una vez que su padre hubo partido, diversos
sentimientos se disputaban la primacía en el corazón del joven.
Tras
largo caminar, el muchacho se sentó a descansar a la vera de un río y en un
estado intermedio entre la vigilia y el sueño, oyó que el río susurraba que en
el curso de la vida de los humanos no puede haber existido un hijo sin la previa presencia de
un padre y que, por consiguiente, las actividades posteriores del hijo jamás
hubieran podido tener lugar sin aquel padre. Hasta aquí el susurro del río no
despertó la atención del joven, que creía estar escuchando algo decididamente
trivial. Pero el río seguía susurrando y ahora decía que si lo anterior era
obvio, de allí se desprendía que si un hijo, por ejemplo, dedicaba su vida a
hacer el bien y servir a los demás, esa cadena de compasión y caridad no
hubiera podido tener lugar sin aquella presencia del padre y que, por lo tanto,
en cada uno de los eslabones de esa cadena de amor estaría ineludiblemente,
quizás transformada de una manera misteriosa y profunda, la presencia de aquel
padre. El joven se sumió en profundo silencio, reflexionando en el susurro del
río y continuó su camino.
Bastante más adelante el cansancio venció nuevamente al muchacho, que se
sentó apoyado en el tronco de un viejo árbol, ya seco, el cual había podido
mantenerse en pie hasta ese momento por la ayuda de un rodrigón, hecho
cuidadosamente con una rama del mismo árbol. Sin poder salir de su asombro, el
joven empezó a oír la reflexión del rodrigón. Este le decía que su tarea no
había sido siempre grata, porque a veces el árbol había interpretado su apoyo y
guía como una limitación a su voluntad de expandirse en otras direcciones,
aunque fuera para caer y troncharse definitivamente. Pero decía el rodrigón que
lo que lo sostuvo hasta el final en su tarea de apuntalamiento fue que por las
noches él llegaba a percibir el silencioso agradecimiento del árbol.
El
asombrado joven siguió su camino y luego de varias jornadas se produjo una
apertura en el bosque y tuvo ante sus ojos un hermoso lago, extenso y sereno.
Al guardar un respetuoso recogimiento ante aquella calma, el joven logró oír
que el lago susurraba que él también provenía de un río tumultuoso y revuelto,
como la vida, y que no logró en un día la serenidad que hoy emanaba de sus
aguas profundas. Entonces el hijo supo que, con el tiempo y la meditación, todo
el enjambre de sus sentimientos se iría decantando y una armonía agradecida
ocuparía el lugar central en su corazón.
M.T.M
¡Mario, bienvenido al Blog!
ResponderEliminar¡Un honor que hayas dejado los números por un rato para dedicarte a las palabras!
Me conmovió esa historia del hijo tratando de reconciliarse con la memoria de su padre y encontrando ayuda en esos "seres" mágicos de su entorno. La atmósfera animista y su presentación como leyenda india emparienta tu historia con lo mitológico. Lo que vive su personaje es algo que en mayor o menor grado atravesamos todos los hombres de todos los tiempos.
El recurso a la naturaleza hace más evidente el hecho de que cada una de nuestras vidas forma parte de una gran trama en la que introducimos nuestros novedades pero que nos excede por todos lados.
¡Gracias! Disfruté mucho paseando de la mano con tu personaje.
Querida Marisa:
EliminarEl honor es mio por el hecho de que mi modesta narración haya aparecido en un blog tan especializado como es el tuyo. Como creo que te comenté alguna vez, esto lo escribí hace unos años, tratando de consolar a una amiga de mi hija que acababa de perder a su padre después de haber tenido que trabajar muy duramente para enderezar varios asuntos causados por él. Pero, luego de unos días, advertí que si bien mi idea se había originado en la realidad concreta de esta chica, yo había volcado en el muchas cosas que, mutatis mutandis, también correspondían a mi historia personal.
Te agradezco la hermosa fotografía del lago que se corresponde muy bien con la idea final. Y, por último, gracias también por las reflexiones tan interesantes que formulaste en tu comentario.
ME GUSTO MUCHO LA HISTORIA:
ResponderEliminarESTA PARTE ME GUSTO MAS:
Bastante más adelante el cansancio venció nuevamente al muchacho, que se sentó apoyado en el tronco de un viejo árbol, ya seco, el cual había podido mantenerse en pie hasta ese momento por la ayuda de un rodrigón, hecho cuidadosamente con una rama del mismo árbol. Sin poder salir de su asombro, el joven empezó a oír la reflexión del rodrigón. Este le decía que su tarea no había sido siempre grata, porque a veces el árbol había interpretado su apoyo y guía como una limitación a su voluntad de expandirse en otras direcciones, aunque fuera para caer y troncharse definitivamente. Pero decía el rodrigón que lo que lo sostuvo hasta el final en su tarea de apuntalamiento fue que por las noches él llegaba a percibir el silencioso agradecimiento del árbol.
MAX HUNICKEN
Me encantó! lograste una verdadera leyenda, con el tono, las figuras, la sabiduría! me hizo acordar a la abuela sauce señalando como una gota de agua puede reverberar hasta la orilla y otras cosas, todas las comparaciones con la naturaleza me parecen muy tiernas y acertadas. saludos!
ResponderEliminar