Venenzio Zolla La espera, 1917 (Ilust. Blog)
“El bondi no llega más y estoy llegando tarde”, se decía un buen trabajador que como muchas otras personas miraba el reloj en la parada de colectivo. Como muchas otras personas iba a llegar tarde al trabajo. Esperaba llegar temprano, para poder hacer el trabajo que le habían encomendado, y si lo entregaba en tiempo y forma, esperaba que se lo valoraran de tal forma que junto con la felicitación tal vez vendría un ascenso.
Al fin llegó el colectivo, ese cubículo mañanero lleno de caras vacías y solitarias donde rara vez se escucha una conversación, ya que lo que más resalta son aparatos de todos los tamaños y colores tapando las orejas de los viajantes y libros ocupando las miradas; no vaya a ser que me toque una señora mayor con ganas de hablar ¡la era de la globalización, la era de la comunicación! Claaaro… De pronto se escucha el sonido de un celular. Le llegó un mensaje a aquél trabajador, sólo podía ser Micaela, que se despertaba a la misma hora que él. “Te espero hoy a las 9 en casa, como habíamos quedado, yo elijo el lugar”. Una espera más, un encuentro.
Un día agitado de trabajo, terminando el día dejaba de lado la espera por un ascenso, esta vez pensaba en la espera del fin de semana. Esta época lo hacía pensar más en que falta poco para las vacaciones tan esperadas.
Se hicieron las ocho y esta vez esperaba el taxi para pasar a buscar a Micaela. Esperaba que le fuera bien en la cena, ya salían hace tiempo y estaban en las últimas salidas para terminar la espera de decidir si se ponían de novios o no. El muchacho esperaba casarse algún día, y ya tenía 30, también esperaba tener hijos, el tiempo se le acotaba. Luego de casarse esperaba tener una casa propia, tal vez un perro, y tal vez un mejor trabajo para que su futura incógnita mujer no tuviera que trabajar (tanto) y pudiera cuidar a su hijo, que esperaba, naciera sano y esperaba también se hiciera de River (obviamente esperando previamente que ascienda), y esperaba fuera una buena persona, y esperaba, algún día pudiera tener su propia familia.
Este hombre vive todos los días como esperando algo que nunca va a llegar, porque ni siquiera sabe qué es lo que está esperando. Como si el sentido de la vida lo tuviera la simple espera sin sentido, sólo la mera sensación y comodidad de estar esperando algo. Pareciera que la felicidad viene acompañada de este deseo de siempre esperar algo más, tal vez por eso el hombre se dice que es inagotable, inconformista. Pareciera que la expectativa se disfruta más que lo alcanzado. No hay otra cosa en la vida que vivir esperando lo que vendrá, confiando en que será bueno. Nunca las cosas de este mundo nos harán tan felices que ya no esperaremos más nada. Pero hay una cuestión, si vivieras cada día como si fuera el último, no esperarías tanto lo mejor; vivirías el momento presente como el mejor y el más feliz y así basta de esperar, comencemos a vivir.
Nicolás Balero Reche
¡Conté 25 veces entre el verbo esperar y el sustantivo espera en tu texto!
ResponderEliminarMe transmitió una espantosa sensación de parálisis vital. De incomunicación con lo real. Como si el personaje estuviera viviendo en una especie de pecera aislante.
Es verdad que cuesta dejar de esperar "algo mejor" pero qué felicidad cuando logramos zambullirnos en el presente aún con sus limitaciones y carencias.
Me gusta esta frase de Nietzsche:
"El que no sabe dormirse en el dintel del momento, olvidando todo el pasado; el que no sabe erguirse como el genio de la victoria sin vértigo y sin miedo no sabrá nunca lo que es la felicidad, y, lo que es peor, no hará nunca nada que pueda hacer felices a los demás."
En relación a tu texto yo en lugar del pasado pondría al futuro.
Un presente tan lleno que nada falte, ¿no sería nuestro modo de describir la eternidad?
Esperá un poquito Nicolás! Necesito que me aclares algo:
ResponderEliminar¿a tu protagonista le habrán dicho muchas veces que espere un poco?
Hay dos cosas que no me gusta que me digan: ni "baja la voz" ni "espera un poco". Ahora veo cómo eso de esperar tiene muchas aristas, más si leemos también lo de Angel sobre la esperanza.
Daniel Penac en "Mal de escuela" habla del "presente de encarnación" y le dá un giro gramático al asunto por algunas dificultades del francés. Dice que los adolescentes franceses tienen que aprender a vivir según el hoy y está muy en consonancia con la última frase de tu texto.