¡Qué palabra! Bisagra de frases, péndulo de ideas.
Aunque no se escriba, aunque sea reemplazada por sinónimos, “entonces” está presente.
Casi diría que su presencia es metafísica. Palpamos con lo más profundo de nuestro ser la densidad ontológica de lo que el vilo equilibrado de un “entonces” nos depara, nos augura.
El “entonces” puede soplar la amargura de una mala noticia o una noticia mal dada.
El “entonces” puede llenar el corazón de mariposas enamoradas en la adolescencia.
El “entonces” aparece en el “está muerto” o en el “se fue”.
El “entonces” está en “los declaro marido y mujer”.
El “entonces” se susurra en el oído al ritmo de “vas a ser papá” o “vas a ser abuela”.
El “entonces” confirma buenos y malos presagios.
¡Ay! ¡Cuántas veces quisiéramos liquidar de nuestras vidas esta palabra a veces fatídica! O… ¡Cuántas veces quisiéramos tapizar todas nuestras cosas y nuestros sueños con esta palabra bendita repleta de promesas!
El último “entonces” que sea necesario decir, escuchar y esperar -¡qué sorpresa!- reboza de arrebatadora esperanza viva; y ya fue dicho, escuchado y esperado:
“… y yo los resucitaré en el último día”
Ignacio Leonetti
¡Muy bueno!
ResponderEliminarGracias por el escrito.
Ignacio, tu "entonces" me pone en primera fila el caracter narrativo de nuestra vida. "Dios creó al hombre para escucharlo contar historias", opina Georg Steiner. ¿No será al revés como ocurre en "Las ruinas circulares"?
ResponderEliminarDe todos modos cualquiera sea el Relator, ¡sí que sabe mantener el suspenso! ¡Y cómo!
¡Buenisimo!
ResponderEliminarEntonces... también me ponía a pensar como Marisa en el sentido narrativo de la vida.
El final me llevó a la noción de Esperanza, cargado con un caracter positivo y con sentido.
Entonces...qué? ...Qué sigue? ...Qué hay más allá?
Saludos.
Sí, es cierto lo de la narración. Y también aquella imagen de San Agustín (creo que era de él la metáfora)de que la vida es como una sinfonía que se entiende cuándo se ha dado la última nota.
ResponderEliminarGracias por los comentarios!