Barbara Kruger, untitled we don’t need another hero, 1987
Hace poco armé un barrilete por primera vez en mis 27 años de vida. Armarlo fue divertido, emocionante, una tarea bastante amena y entretenida. Primero había que hacer la cruz que iba a oficiar de estructura o esqueleto, tratando de que quedara sólida pero a la vez liviana como para que pudiera levantar vuelo y no cayera por su peso. Después vino el papel. Elegimos los colores, le pusimos algunos dibujos y apliques. Le hicimos flecos a los costados porque nos pareció que quedaban lindos, nos imaginamos las tiras de papel flameando al viento. También le pusimos una cola, un poco de piolín con moños de papel celofán. Parece que le da ciertas ventajas al vuelo. Luego vino otra tarea de ingeniería, los vientos. Según las instrucciones que teníamos a mano (todo se puede encontrar en internet) llevaba dos vientos nomás, atados en los extremos de la varilla horizontal de la cruz. Nos pareció que tenía que llevar otros dos, en los extremos de la otra varilla. Y así lo hicimos. Una vez terminado quedó precioso, los dos estábamos muy contentos, casi felices contemplando aquello que habíamos podido armar después de un tiempo no muy extenso de trabajo compartido, tareas de ingeniería y un poco de imaginación. Hermoso barrilete.
El siguiente paso fue llevarlo al aire libre, ponerlo a prueba, hacerlo volar. Eso fue otro cantar. Vos tenías el barrilete y yo trataba de manejarlo con los piolines de manera tal que aprovechara el viento. Cuando no había viento, corría, cuando había, se me daba vuelta toda la estructura. Pero hiciéramos lo que hiciéramos se enredaban los hilos. De pronto entendí por qué “remontar el barrilete en esta tempestad” era algo tan complicado, comprendí por qué cuando una situación se pone difícil decimos que es difícil de remontar, aprendí muchas cosas ese día.
El barrilete no pudo elevarse más que uno o dos metros, nada. Nunca llegó a volar como siempre imaginé, o como vi que hacían otras personas. Nunca pudo mantenerse en el aire. En una de las tantas idas y vueltas se le rompió el papel. La cola tuvimos que cortarla varias veces, porque se enredaba con el hilo y los vientos. Y ahí quedó el barrilete, tirado en un rincón, sin poder nunca hacer aquello para lo cual lo habíamos armado con tanta ilusión, volar.
No sé si pueda volver a armar otro barrilete, para verlo fracasar nuevamente. Basta de barriletes para mí.
María Echevarría
Me encantó que por una casualidad cósmica pareciera responder directa y específicamente al texto de Ignacio Leonetti. ¡Muy divertido!
ResponderEliminar¡Y eso que yo no hablaba de barriletes!
ResponderEliminarEstuvo simpática la coincidencia. Porque hablabas y no hablas de barriletes. Y los barriletes que Ignacio quiere volver a remontar coinciden en algún punto con "tus desencantados imposibles" barriletes. Son los molinos de viento personales y de nuestra época.
ResponderEliminarComo dice Eladia Blázquez en su tango el barrilete somos nosotros mismos. Te paso la versión de Susana Rinaldi
http://www.youtube.com/watch?v=dtEu3j9BZY0
¡Excelente la imagen Ángeles! ¡Todas las imagenes están excelentes!
ResponderEliminarMuy gracioso El grito para Raúl Lavalle; los azules en caída de los platónicos; el rojo con peinado y vestido tanguero de Bestia; la fiesta de Xul volando sobre el barrio; el boceto de Bacon... todas las obras que elegiste llenan de vida los textos. ¡Gracias Ángeles por tu trabajo!