martes, 13 de agosto de 2013

Words from William of Ockham, el tipo de Recursos Humanos (Marcelo Gobbi)






En la facultad de me dijeron que el finado Ockham tenía el berretín del nominalismo, que sería algo así como identificar los conceptos con las voces (sí, sí, eso de que en las letras de rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo).
Medio de chiripa vengo a descubrir ahora que mucha gente sigue convencida de que rebautizar algo es modificarlo. Y me parece que no debe de ser así. Si al gordo Ricardo comienzo a llamarlo Brenda no por eso dejará de tener piernas peludas y un permanente aliento a cerveza, digo yo.
Los campeones de este pensamiento mágico son los profesionales de los Recursos Humanos, gente cuyo libro de cabecera nunca tiene más de dos años y que no comparte con los anteriores ni siquiera el vocabulario. Esta gente vive cambiando de nombre a cosas que, no obstante, permanecen inmóviles como el mundo de Parménides (un nombre magnífico para una variedad de queso -parménides estacionado, denominación de origen controlada, ideal para acompañar un cabernet sauvignon).
Los que nos ganamos la vida en ambientes corporativos debemos digerir penitencialmente todo tipo de eufemismos, lítotes, metonimias, sinécdoques y metáforas berretas que forman parte del idioma que fundaron esas extrañas criaturas. Y así hay que hablarles, porque de lo contrario no entienden.
Algunos ejemplos:
1.                  Luego de que abandonaron denominaciones tan decadentes como jefe de personal, que evoca a un capataz de obraje, o director de recursos humanos, que deshumaniza a las personas al considerarlas una mercadería extraída de la naturaleza (como la bauxita o la merluza) en algunas empresas existe ahora un director de Capital Humano, nombre que produce a las gentes sensibles aun más repugnancia que los anteriores. Por suerte nadie la usa. Sobrevive la otra, como pasa con Cangallo, con Canning o con la persistente expresión tirar la cadena, inexacta pero al final unívoca (lo de tirar la cadena al final salió de pura casualidad).
2.                  Los jefes no compartimos las lecciones de nuestra experiencia sino que hacemos coaching o, peor aun, coacheamos (diga usted coucheamos, si es que puede pronunciar la primera sílaba en inglés y las otras dos en español, y meter un diptongo en la primera y un hiato entre la segunda y la tercera, todo en una palabra tan breve).
3.                  Al igualitarismo cobarde que no distingue entre ineficientes y talentosos, entre laboriosos y vagos, hay que llamarlo equidad interna. Me parece que se trata de una herencia inapropiada del mundo castrense, que debió inventar las medallitas para saber qué había debajo de cada uniforme.
4.                  Al intercambio de información entre competidores se lo titula encuesta de remuneraciones. Está bien, porque de lo contrario estaría prohibido.
5.                  Al hábito de seguir el triplete dar a cada uno lo suyo, no dañar a otro y vivir honestamente, o tan sólo de ser gente, como decía mi abuela, se lo llama propender al clima laboral, supuestamente al buen clima laboral, aunque esto no se indica. Otro abuso de la metáfora, que en este caso seguramente provendrá de un meteorólogo.
6.                  Se usa el adjetivo transparente para indicar que el otro no notará un cambio, que su experiencia será igual después de que otro haya modificado algo (este cambio en la forma de liquidar el sueldo será transparente para el empleado). Notable porque significa todo lo contrario: que será opaco.
7.                  Cuando uno quiere llamar a un incompetente para hacerle saber que no viene dejando macana sin hacer, en realidad debe convocarlo a una reunión de feedback para señalar oportunidades de mejora. Semejante título condiciona de manera irreversible el tono de la conversación e inhibe el deseo del jefe de descargar el desprecio más primario sobre la bestia y de señalarle su irremediable condición de tal. Como las oportunidades de mejora son infinitas para quien no hace absolutamente nada bien, la reunión transcurre en un clima optimista, casi festivo. El candidato descubre que su potencial de desarrollo es enorme, pero se retira tan bruto como cuando llegó. Sólo por el título que hay que ponerle a la reunión.
Vamos a ver si les pasamos un trapo con Blem a las palabras y homenajeamos su decencia poniéndolas arriba del aparador de la cocina. Con todo lo que han hecho por nosotros no merecen este maltrato.


 Marcelo Gobbi



3 comentarios:

  1. Muy gracioso Marcelo.
    El punto 7 me pareció genial.
    En realidad a los filósofos no nos gana nadie en eso de "redefinir términos". Lo venimos haciendo hace más de veinte siglos.
    Aunque últimamente los de Ciencias de la Educación se llevan todos los premios. Pero eso sí, salvo algunas excepciones, no nos pueden acusar de que lo hagamos con intenciones estratégicas, como ocurre con tu señor de los recursos humanos.
    Saludos a todos y todas


    ResponderEliminar
  2. Me encanto! Ya se lo mando a un par de migos "lúcidos" del mundo empresarial....

    ResponderEliminar
  3. Me hacés reir tanto!! es buenísimo Marcelo...tal cual!

    ResponderEliminar