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Estar uno al yunque: Estar tolerando o sufriendo la molestia impertinente de otro, los golpes y acaecimientos de la fortuna, o cualquier otro trabajo. (Diccionario de la Real Academia Española)
Tiembla el piso. El
monstruo se acerca. La gente se amontona contra el borde del andén y lo mira,
lo mira. El temor a no ser tragados por el bicho se hace general y se acrecienta
en la sangre a medida que se acorta la distancia. Ya se va oyendo el grito
desgarrador que lanzan las vías, cansadas de ser torturadas por la detención
del inmenso vermiforme.
Torpemente la bestia abre
sus esfínteres, escupiendo las sobras de su comida anterior, y así poder tragar
con más facilidad el banquete fresco que anhela ser devorado. Tomando los
restos de una voluntad muerta, cierro los ojos, endurezco mi espíritu y mi
cuerpo, y avanzo, conocedor de las fatalidades que esperan al débil…
Cuando los vuelvo a
abrir, me encuentro inmerso en tripas sudorosas y grasientas, con mi libro bajo
el brazo y mi mochila allá, en la lejanía inescrutable de mis pies. Apoyado en
quién sabe qué humanidad, siento también
que éste se apoya en mí, y juntos comenzamos a fundirnos en la grasa general.
Secreciones repugnantes de orígenes diversos y hasta curiosos actúan como bilis
para el humano, degradándolo hasta un estado casi vegetal.
. El calor se vuelve
insoportable, y mi cuerpo me abandona de
a poco. Pienso que en un viaje como éste nadie puede negar la existencia del
alma inmaterial. ¿Conservaremos intactos nuestros cuerpos? Tal vez al bajar y
una vez afuera descubra con sorpresa que soy yo quien ve el sol, pero otro
cuerpo el que lo siente. Mi cuerpo quedó ahí, en la plastilina informe que
sigue viaje hacia Congreso de Tucumán. ¿Y ahora?
O quizá sea efectivamente
mi cuerpo quien se baje, pero yo me quede atrás, atrapado por la gente que
atolondrada sube, quede atrás y se vuelvan a cerrar las terribles fauces. En ese
caso quedaría yo condenado a viajar hasta Congreso, volver en colectivo y
buscar entre los ríos de personas a mi informe cuerpo. ¿Dónde estará? ¿Estará
preocupado por mí? No, seguro fue a
parar a un bar, y se estará refrescando en una cerveza, tranquilo porque yo lo
estoy buscando. Claro, total él tiene la billetera y yo, acá, desnudo sufriendo sus torpezas. Pero pobre, no sabe,
y sé que me va a extrañar.
Ya estoy en Juramento, y
me bajo. Riéndome de mis tontos temores, dejo pasar al joven del libro y la
mochila, y vuelvo a casa, a mi mujer y mis hijos.
Mateo Santillán
¡Muy bueno Mateo! Diferente a todos los demás. Se ve que te sentís muy cómodo en ese dejar llevar la imaginación.
ResponderEliminarTu tren-gusano es la contracara del "tren feliz" de Ángeles. Describís muy bien esa situación tan agobiante. Me pasó al leerte que me sentí "liberada" con la posibilidad de un desdoblamiento aún con las dificultades "prácticas" que mencionas, jajaja.
Gracias me gustó leerlo
Sí, Marisa, es la contracara del Tren de la India. O tal vez los indios hacen esto con lo que, vos, Mateo, fantaseás. Se alejan de su cuerpo material y viven el viaje lo más bien. Muy ocurrente!
ResponderEliminar¡Muy bueno Matius! Genial. Tremenda idea y tremendo final. Te acabo de googlear y vi este. Me queda pendiente "Umbral" porque tengo que seguir estudiando.
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