Yo
siempre yo
transpirándome inevitablemente por los poros de mis hojas
derritiéndome
pegajosamente en cada palabra
mal escrita
yo
siempre yo
en cada rostro que suciamente reflejo
en cada imagen acústica y burda
que melosamente resbalo en todo otro
en cada proyección
de mis pupilas
yo siempre que miro
siempre que leo siempre que veo
yo
en todo color en toda sílaba inútil con que ilusamente me baño
yo y
siempre yo
yo, yo
ineludible yoedad con que
inoperantemente lastimo
cada piel
en que mi grasa se imprime.
Yo, yo
emano yo
huelo yo y en todos lados
yo
todo yo
donde miro donde escucho donde beso
viscoso beso en que me beso yo
a mí mismo
a esta cosa inmensa, espesa y hueca
que se reparte en cada rincón virgen
en cada tierra sin huellas
en cada niña sin besar
y yo, yo, yo
¡insoportablemente
yo!
En cada ida,
en cada vuelta
¡yo!
¡otra vez
yo, yo, yo!
¡no, yo, no,
basta, yo!
¡ya fui
suficiente, yo!
Porque estoy
yo en cada yo, en cada no-yo
en cada
silencio con que turbiamente quiero esconder la yoedad que padezco
la yoedad
con que hago padecer
a mi propio
yo
que
confusamente se disfraza
de todos
porque estoy
yo y
solo
yo
y
yo
solo
y
yo
solo
y
yo
solo.
Guillermo Barber Soler
Las imágenes tan pegajosas con que describís al Yo de tu poema Guillo me hicieron pensar en una medusa (algo mucoso que hiere) o en uno de esos organismos elementales que generan pseudópodos (no sé si esta bien dicho o bien empleado el concepto) para adherirse a otros, o en parásitos... seres que anhelan "colonizar" a los demás para sentirse vivos... reales y a la vez están hartos de la falta de novedad en la que los obliga a permanecer la omnipresencia de su yo. Ese "estar harto" me llegó como el puntapié de un proceso astringente muy saludable.
ResponderEliminarSon muy penetrantes, densas, honestas...sacuden tus imágenes.
Este sobresaturación del yo me hace entender un poco eso de los "peligros del ego", qué agotador... me hizo acordar al protagonista de El Perfume de Suskind, teniendo que ir con un consigo mismo a todos lados que le causaba siempre nauseas.
ResponderEliminarAcá, contradiciendo a Sartre, el paraíso son los demás!