“Touch of
rain" de Leonid Afremov
Hay sujetos
cuyos estados de ánimo se ven notoriamente afectados por las situaciones
climáticas. Dicen incluso algunos que es algo natural. Aunque hay que aclarar
que, por alguna razón, el clima no incide en todos de la misma manera. Más allá
de las diferencias, sin embargo, es fácil notar que estamos acostumbrados a
juzgar que un día es “lindo” cuando hay sol (o mejor dicho, cuando está
despejado, puesto que sol en realidad siempre hay) mientras que las jornadas
nubosas y con precipitaciones suelen recibir calificativos menos favorables.
Por mi parte
debo confesar que también me gustan los días de lluvia. Nada tengo contra el
clima soleado, desde ya, pero eso no me empuja a considerar los días lluviosos
como “feos”. Hay cosas que se hacen mejor cuando llueve. Disfruto más de la
lectura, por ejemplo, cuando sé que en la interrupción momentánea de la misma
puedo alzar la vista y ver las precipitaciones dibujando misteriosas figuras
contra la ventana. Adoro reposar un oído sobre la almohada en posición de
siesta cuando con el otro puedo dejarme arrullar por el susurro de las gotas y
su tranquilizadora percusión. El café sabe mejor cuando su aroma se entremezcla
con el de la tierra mojada. Las conversaciones – incluso mis monologantes
soliloquios – se me hacen más íntimos cuando, por gracia de la lluvia, los
individuos adoptamos de modo casi instintivo una actitud de recogimiento. En
fin, tiendo a pensar que los días lluviosos pueden ser bellamente aprovechados.
Hasta las caminatas pueden ser a veces de lo más estimulantes y hermosas bajo
las caricias de la lluvia, cosa que aprendí a la fuerza y a pesar mío, pero por
cuya experiencia estaré agradecido para siempre.
Tal vez lo que
no me agrade demasiado sea esa llovizna mediocre, esas precipitaciones ínfimas
que no hacen más que jorobar, que enchastran en lugar de mojar de veras y que
hacen que uno se sienta estúpido tanto si porta paraguas como si no. Pero
cuando llueve de verdad... ¡qué bello puede ser el espectáculo si tenemos
posibilidad de sacarle provecho!
Soy consciente
de algunas cosas que no dejo de tener en cuenta. A veces las circunstancias no
son lo más propicias y gozar de la lluvia se torna dificultoso o casi
imposible. También a veces, por eternos insatisfechos que somos, queremos que
el clima se comporte de modo radicalmente opuesto al estado en el que se
encuentra de hecho. A veces sólo reclamamos el cambio, o bien lo necesitamos, y
rogamos por lluvia cuando el sol nos ha agobiado y pedimos por sol cuando el
agua ha inundado ya nuestra paciencia. Todo eso sucede, soy consciente.
Pero también
tengo conciencia de que el clima mayormente no depende de nosotros. Lo que sí
depende, en todo caso, es cómo vamos a comportarnos en base a sus aparentes
caprichos. He ahí un signo de humildad, incluso sabiduría, que nos debemos y
que favorece el clima interno, haya sol, llueva o truene.
Martín Susnik
QUE EXCELENTE IMAGEN! Yo amo la lluvia cuando estoy en mi casa en Bella Vista. Tenemos techo de chapa!
ResponderEliminarHabrá que ir a matear, entonces!! Gracias Clemencia!
EliminarQue lindo lo que escribiste! Viene al dedo con esta semana lluviosa que tuve que escuchar todos los días que alguien me diga: que día feo no? y yo decir: a mi me encanta! Me gustó tu conclusión final, no decidimos el clima, pero sí cómo nos vamos a comportar. Así que empaparse un poco nunca viene mal, y como dice una tira de macanudo que vi hace poco: que lindo día feo!
ResponderEliminarGracias Teresita! Y aplausos para Liniers!
Eliminar¡Gracias Martín! Me ayudaste a enfrentar mejor otro día lluvioso. Es que los porteños no estamos acostumbrados a tanta lluvia.
ResponderEliminarA mi me gustan los ritmos del clima. Las estaciones, con todo lo que trae cada una y deja lugar a la que le sigue. Igual con esto de la lluvia y el sol. El frio y la lluvia invitan al ensimismamiento y el sol y el calor a salir fuera de sí. Los dos movimientos ayudan a la plenitud de la experiencia. "Los dos tienen su encanto" me decía esta mañana mi hijo Agustín cuando lo llevaba al colegio.
Como el día y la noche.
Eso no quita que uno se sienta más a gusto con alguno de esos estados. Pero no sería lindo permanecer por siempre en ninguno.
Auque como vos decís, eso no depende de nosotros y lo sabio es adaptarse. Ya nos lo advirtió Darwin "sólo sobrevive el que se adpata" ¿no?
"Frente a lo que no podemos cambiar, sólo nos queda cambiar la actitud". Me lo dijo mi profesora de Ética, cuando en el 99 la facultad se mudó de Mitre a Puerto Madero. Fue en la puerta de entrada del Alberto Magno... quizás llovía...
EliminarCuando llego a la oficina en un día lluvioso, medio mojado, y la Coordinadora me ve entrar, me dice: "¿Qué hacés que saliste sin paragüas, bestia?". "No creo en los paragüas", le respondo siempre.
ResponderEliminarY sí, no creo en los paragüas. Por más que sepa que los psicólogos lo entienden como una falencia irremediable, sigo dibujante al hombre bajo la lluvia así, bajo la lluvia, tranquilo. Es agua, qué sé yo, ¿para qué hacer tanto escándalo?
Así como no creo en los paragüas tampoco creo en los barrios cerrados. Bah, eso de una pared que nos cierre y nos "proteja" me parece medio alienante. Quizá porque yo soy pura sensibilidad. El día, la noche, el sol, la lluvia, ¿no hay que estar abiertos a todos ellos?
Tu texto me hizo reflexionar y revivir las cosas que voy pensando mientras camino, tranquilo, bajo las gotas que resbalan por mi frente, que mojan mis labios y mi pelo. Pero en general, ¿no somos una cultura del paragüas? Otra variante es el preservativo. Lo que nos "protege" nos aísla del otro, nos obstaculiza. ¿Cómo entender a quien no tiene un techo bajo el cual acobijarse si en nuestros días lluviosas no sentimos el agua en los huesos?
No sé, son cosas que pienso y que me despierta la lluvia. Y tu imagen, por cierto, nos sigue revelando la belleza que habita en el fondo de la lluvia y que nosotros, los sensibles, podemos despertar y transformar en colores.
¡Gracias!
Genio Guillermo!!! "No creo en los paraguas" es fantástico. "Somos una cultura del paraguas" también. Y tus reflexiones igual. Las agradezco profundamente con un abrazo virtual desde acá... esperando que se largue...
EliminarMuy lindo Martín. Describís muy bien esa magia propia de los días de lluvia. Y qué lindo que pinta Leonid Afremov! Qué colores, hasta con lluvia!
ResponderEliminarGracias Claudio!! Mi novia es una enamorada de Leonid, y me lo está contagiando. Abrazo!
EliminarLo leí con tanto placer! No se me iba la sonrisa de tanto que me sentí identificada! Me acordaré de vos los días de lluvia, y también los de llovizna cuando no sepa si abrir o no el ridículo paraguas.
ResponderEliminarGracias Lydia, espero que el recuerdo no te traume eh!
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