Muchos han preferido permanecer en su guardilla ante esta señora de pacotilla.
Otros con más agallas han orillado hasta el brillo de su estrella para pillar algunas palabras sencillas de su bolsillo y martillarnos con algún murmullo (o maullido) que nos sepa apabullar.
No se dejen embarullar. Asómense a la mirilla que da a su pasillo, larguen la botella y las colillas, y déjense engullir por ella, la dama de pacotilla.
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