Vista panorámica de las Ardenas
(Ilust. blog)
Escribir
sobre el llanto es lo mismo que escribir sobre la vida. Hay tantas historias como vidas; y todas
ellas son distintas y, a la vez únicas, irrepetibles – de edición única,
diríamos. La vida nos brinda cosas hermosas, agradables, y también de las
desagradables, tristes, desgraciadas, dramáticas y trágicas; implicando estas
últimas sufrimiento, dolor, congoja, hasta desesperación. Cuando todo ello
excede un cierto umbral, se nos hace intolerable… algo se afloja en nosotros y
nos ponemos a llorar… Para mí, el llanto es un gran misterio. Seguramente y en
la mayoría de los casos es una manifestación de sufrimiento, de desconsuelo y
mucho, mucho más que no sé si es
expresable en palabras… pues, cala demasiado hondo. De nuestra parte, el
sufriente sólo merece profundo respeto y compadecimiento efectivo, práctico.
Hay también llantos de alegría, de emociones fuertes que quiebran nuestra
actitud ‘estoica’. Y esto es también un misterio. Pero también hay llantos, que
por su sola presencia son indicio de acontecimientos felices, como por ejemplo,
el del recién nacido…
Con mi
esposa y dos nenes chiquitos – uno y dos años -
siguiendo en auto al ómnibus de excursión del club de pasantes
extranjeros que tenía ‘nuestra’ institución, bajábamos en las estribaciones de
las Ardenas a velocidad reducida por una pendiente no tan pronunciada, para
virar unos pasos más adelante a derecha hacia el puente sobre el río Deulin.
Ahí, de golpe, el auto “enloqueció”. No respondía al volante, a nada, haciendo
algún zig-zag, viró en redondo, cruzando la mano ascendente se topó con el
paredón de la colina, rebotó hacia la calzada y, finalmente, se puso de
sombrero sobre la misma. La película de
esos instantes, eternos, aun la tengo presente en mi mente; pero todo pareció
transcurrir en un raro silencio, en cámara lenta, y yo encontrándome totalmente
impotente, contemplando la situación – lleno de interrogantes, al estilo de:
¿qué sucede? y ¿esto, cómo terminará? y ¿los
míos…? Detenido el vehículo, emergí del mismo con bastante facilidad,
aunque no recuerdo cómo. Debe tomarse en cuenta que adentro todos habíamos
estado cabeza abajo. También salió mi esposa. La vi que estaba bien, ilesa;
igual que yo mismo. Gracias a los cinturones de seguridad. Ahí tomé conciencia de un silencio denso, ominoso. No sabía el por qué
del mismo. Claro: ¡faltaba algo!, ¿pero qué?, ¡Qué instantes aquéllos…! ¿Qué
era lo que faltaba, pues…? Hasta que me percaté sólo al rato: nuestros dos
nenes comenzaron a ¡llorar! Ah, el llanto, ¡qué felicidad! Estaban. No
importaba cómo, pero sí, ¡estaban vivos: lloraban!… Aún se encontraban dentro,
cada cual estaría asegurado a su butaca de bebé con el cinturón del caso
debidamente ajustado pero, obviamente,
también cabeza abajo, colgando del asiento trasero. Mientras tanto, los
demás excursionistas ya se habían acercado y con su ayuda los sacamos con
premura de ahí. Salvo algún rasguño en la cabecita del mayor, los dos nenes
estaban intactos. Pero muy, muy asustados… por algo lloraban, ¿no? El resto de
la historia es de imaginar: el arribo de la ambulancia y paso por la guardia
del hospital local para observación de las dos criaturas, visita a la
chatarrería local, trámites de rigor… y
al día siguiente ya estábamos camino de casa. Felices de seguir los cuatro
juntos y gozando todos de buena salud. Lo que, en definitiva, es lo esencial.
Lo que
deseo destacar aquí es cuán feliz, inmensamente feliz, me hizo ese llanto. Fue
la señal de vida de nuestros dos hijitos. Puedo decir que para mí ése fue el
llanto más precioso que escuché en mi vida. Aun ahora, para mí, llanto es vida.
Estanislao Zuzek
Qué experiencia...
ResponderEliminarme gustó mucho eso de concluir ampliando la predicación de la vida a todo llanto. Si bien ese en particular fue una muestra clara de que estaba la vida, tenés razón, ya que por menos felíz que sea un llanto, está manifestando la vida que le subyace.
Cuántas llantos en este mes!
Estanislao: ¡qué buena frase la inicial!: "Escribir sobre el llanto es lo mismo que escribir sobre la vida" Impresionante. Así es, si llegamos entre llantos a este mundo y nos vamos también a su compás. ¡Vaya riquísima paradoja que entre llantos nos den la buena noticia de estar vivo!
ResponderEliminarCuánto suspenso! Muy bien contado todo el episodio, muy vívido. Qué bueno que todo salió bien!!!!
ResponderEliminarMe gustó mucho la introducción al texto, Estanislao. Cómo va desarrollando la idea de lo más general a lo concreto de una situación vital, uno puede ir reconociéndose en los dos momentos.
ResponderEliminar¡Qué bendición el final de esa historia!
Ya le conté que nosotros pasamos algo parecido subiendo al Chapelco y comprendo muy bien esa alegría por el regalo de la oportunidad de seguir estando juntos. Estar frente al desastre temiendo lo peor y luego comprobar que lo que uno ama sigue estando allí.
Gracias por compartir esa experiencia. A mi me sirve para mirar con nuevos ojos a los míos. A sacudirme la "costumbre" de su presencia y volverla a pensar como un milagro.
Sí, Marisa, coincido con Ud. de que ello debe ser considerado como un milagro. Además, gracias a ese milagro ya tenemos unos nietos encantadores.
EliminarAprovecho para agradecer todos los demás comentarios.
El llanto es vida, nunca se me había ocurrido pensarlo así. O tal vez sí, pero me resistía por alguna razón a la idea. Tu texto, Stane, me derriba algunas de esas resistencias. Y creo que me va a ayudar a ver los llantos, propios y ajenos (pero cercanos) de otra manera. Hvala!!
ResponderEliminarQue historia...gracias a DIOS con un final feliz.
ResponderEliminarYo siempre relacioné el llanto con la vida, será porque el primer sonido que emitimos al nacer es un llanto, que a los alli presentes, padres, medicos etc, emociona hasta las lágrimas el milagro de la vida.
Sí, Marcela. Obviamente, sólo los que poseemos vida podemos llorar o, a la inversa: el que llora posee vida. No en vano en una de las oraciones a la Virgen se hace mención de este "valle de lágrimas" que es el mundo, lleno de desgracias y sufrimiento. En muchísimos casos ese sufrimiento es tan atroz,tan sobredimensionado que los que lo padecen, quizás, quisieran dejar de existir, simplemente para... dejar de llorar inconsolablemente. Como cristiano que digo ser, a veces me cuesta admitir que todo ello esté en los planes de la Divina Providencia. En fin, el "milagro de la vida" es, a la vez, un misterio, dónde se entrelazan dichas y desgracias, placeres y sinsabores, risas y llantos y desconsuelos... en camino hacia la Vida.
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