“Invocación
o imprecación a Dios que se hace al principio de la misa”. Esa fue la
definición que encontré de esta palabra, venida del vocativo de “Señor”, en
griego. Y me preguntaba, ¿cuántas veces invocamos a Dios en esta realidad de
hoy? ¿Lo hacen sólo al principio de la misa los que todavía van? ¿O lo
utilizamos en varias ocasiones? Por lo que se ve, o al menos yo, la mayoría de
las personas viven como si Dios no existiera. Desde viajando en colectivo,
pasando por los medios de comunicación, hasta el contacto con los adolescentes,
jóvenes y adultos en diferentes ámbitos se puede ver que el centro es el
hombre, el poder es el fin último, el dinero la felicidad, el placer la
“sindéresis” que guía nuestras decisiones. Y para los que Dios existe, rara vez
es el protagonista de nuestras vidas, a quien invocamos continuamente para
notar su compañía. Y sin embargo. El Kyrie, la invocación a Dios, aparece
naturalmente cuando más lo necesitamos. Cuando las “papas queman” o cuando la
alegría es inmensamente grande veo en prácticamente todos esa invocación a lo
divino, a algo más allá. A eso sobrenatural que nos mantiene en nuestra vida,
aquél que pone en el camino lo malo y lo bueno (y generalmente lo odiamos por
lo malo, pero nos olvidamos de quererlo por lo bueno).
Entonces,
a pesar todos los paradigmas distintos y contradictorios que se viven, aunque
todo lo externo puede cambiarse como se cambia uno la remera; hay algo en el
profundo corazón del hombre, que hace que sea espontánea la invocación Kyrie, cuando uno necesita algo, cuando uno
se siente solo, cuando uno sufre; e incluso, muchas veces cuando festeja,
cuando estalla de alegría, mira para arriba, ¿a quién mira? O mira para adentro
¿a quién busca? Entonces, si tenemos algo espontáneo que nos dice que Dios vive
en y con nosotros, por qué no pasar esta espontaneidad a lo cotidiano, y vivir
sabiendo que siempre está: no hay que invocar a Dios sino saber que Él está
siempre para nosotros.
Nicolás
Balero Reche
Gracias Nico por tu reflexión.
ResponderEliminarY me quedo pensando, hoy que es el día del padre, en que esa actitud humana que describís refleja muy bien nuestra realidad de filiación. Recurrir al Padre en el dolor o en la necesidad. Es la situación en la que en mayor medida reclaman nuestra presencia los hijos. Analogías del ser imagen y semejanza.
Y también la alegría del Padre por poder consolar y reconfortar a sus hijos. Como nos cuenta la historia del Hijo Pródigo.
Te dejo una poesía de Rilke, Otoño, que me hace experimentar esa ternura paternal
"Las hojas caen como si se marchitaran
en los lejanos jardines del cielo:
caen haciendo un ademán de negación.
Y en las noches cae la grávida tierra
fuera de todas las estrellas, en la soledad.
Todos caemos. Esta mano cae.
Y mira a los otros: la caída está en todos.
Y sin embargo, hay uno
que recoge suavemente, sin fin, todas esas caídas.
Yo creo que siempre sabemos que está ahí, pero justamente como es tan seguro no lo invocamos, más que cuando lo necesitamos más que nunca, en la necesidad y la tristeza. Y no sé si estoy equivocada, pero no me parece tan mal. Justamente como decís al final "no hay que invocar a Dios sino saber que Él está siempre para nosotros" Y ese saber no se da siempre para afuera, demostrándolo en la vida cotidiana, sino más bien para adentro, en silencio, y a veces sin que nadie se entere.
ResponderEliminarMe gusto mucho lo que escribiste. Y si, hoy en día, al menos mi sensación es que todos tendemos a guardar a ese Dios de la vida justamente, en la mesa de luz, porque sabemos que El siempre está, siempre nos espera, siempre tiene la esperanza de que lo llevemos con nosotros, cuando salimos al vivir cotidiano...y no siempre lo hacemos a pesar de lo facil que es, porque solo hay que respirarlo a ese DIOS paciente, generoso amoroso... en todo y predicarlo con el ejemplo.
ResponderEliminarGracias
Pero no se puede confinar a Dios al campo de la subjetividad. El hombre no solo puede sino que debe poner en palabras (en la medida en que está a su alcance) la alabanza que la creación entera dirige hacia a Dios. "Si ellos callan gritaran las piedras". No podemos dejar de alabar y rendir honores a Dios ¡¡Viva Cristo Rey!!
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