En todas las familias de varios
hijos, alguien es el primero en casarse y, en general, el primero en enriquecer
a sus padres con un nieto y, paralelamente, a los hermanos y hermanas con el
sobrino o la sobrina, según corresponda. ¡Y gran novedad en la familia! – De
repente, todo gira en torno a esa maravillosa criaturita, que si duerme y deja
dormir, si come bien, qué sucede al bañarla, las gracias que hace, etc. En la
actualidad eso se complementa con todo tipo de recursos que brinda la
informática mancomunada con internet – todo al instante. La criatura del caso
protagonizó alguna ‘hazaña’… y al ratito toda la gran familia ya está gozando
del video que los orgullosos padres les hicieron llegar por el cyberespacio.
Antes, la distancia física imponía una cierta restricción a la celeridad de
comunicaciòn e intercambio de información al respecto. Alguna que otra llamada
telefónica. Por correo llegaban fotografías, de esas que partían de un negativo
en celuloide, revelado en comercios especializados y transpuesto luego a
positivo sobre papel fotosensible… en fin, todo un arte que implicaba tiempo y
demora. Primero fotos en blanco y negro. Luego, a medida que el costo lo hacía
accesible, íbamos entrando en fotografía color, sobre papel o en diapositivas.
Las últimas proyectadas sobre pantalla grande, ¡ah, qué maravilla! Ahora la
criatura del caso brillaba en “tamaño baño”. Luego las películas “súper 8” o grabaciones sonoras. Pero,
no estaban en carne y hueso. Las visitas –
espaciadas, cuando venían de lejos - eran, pues, cosa mayor. ¡Una
fiesta, siempre!
Ese
primer hermano casado se radicó lejos, en el interior de la provincia como a
trescientos kilómetros y, por consiguiente, no nos veíamos muy seguido. Al cabo
de un año y pico les llegó la primer hijita; es decir… para nosotros la primer
sobrinita. Toda vez que nos visitaban, los flamantes tíos competíamos y nos
desvivíamos en atenderla a la princesita, tan despierta, con ‘todas las antenas
desplegadas’. En fin, ¡tan compradora!
Se
encontraban de visita. Tendría algo más de un año y medio. Ya ‘hablaba’ como
para darse a entender bien. Estábamos solos en el living. Me tomó de un dedo de
la mano y me hizo caminar. Me llevó hacia la puerta principal. Abrí, salimos al
jardín y encaró directamente hacia la puerta de calle. Juntos la abrimos y
¿ahora qué? Opté por “seguirle la corriente”, a ver qué iba a pasar. Caminamos
por la vereda hasta la
esquina. Doblamos y seguimos caminando a lo largo de toda esa
cuadra, hasta la otra esquina. Ahí, siempre tirándome del dedo de mi mano
izquierda, nos hizo cruzar la calle y, luego, rodeando la ochava quedamos
frente al kiosko - de ésos clàsicos, con la ventana de expendio hacia la calle
- de ‘nuestros’ diarieros, dos hermanos mayores y muy serviciales. Nos paramos
ahí. Me pidió: “¡Upa!”. La alcé de la forma habitual, que mirara por encima de
mi hombro, para atrás. Enseguida se dio vuelta hacia el kiosko y, mirándome con
sus ojitos tan compradores, apuntó con el dedó a la vitrina: “¡Melo!”. Quería
caramelos. Por supuesto que el tío la complació, pues se lo merecía. Quedé
sorprendido por lo decidido de su proceder y también por lo bien que conocía la
ruta para llegar hasta el kiosko como fuente de provisión de golosinas.
Evidentemente, alguno de mis hermanos ya la habría ‘avispado’ con anterioridad
sobre el particular.
Lo
curioso es que, a pesar de habérseme grabado ese suceso en forma casi
indeleble, no recuerdo ningún detalle sobre
qué le he comprado y menos aun con qué, puesto que, razonándolo ahora y
retrospectivamente, habríamos salido a la calle encontrándome yo “de entrecasa”
y casi seguramente sin un peso encima. Por consiguiente, me imagino que
probablemente le habré comprado alguna golosina a cuenta y se la pagaría más
tarde al kioskero. Todo para quedar bien con la sobrinita y para ver cómo
reaccionaba. Y eso vale, ¿no?
Estanislao Zuzek
¡Qué linda historia Estanislao! Una muestra irrefutable de que "el bien nos mueve por atracción" y que la atracción del bien despierta nuestras capacidades y las agudiza. jajaja
ResponderEliminar¡Qué pícara su sobrinita! Ya sabía bien lo que quería y cómo lograrlo desde chiquita.
¡Una maravilla, me encantó la anécdota y tu forma de contarla, querido Stane! Y, desde luego, ¡una maravilla tu sobrina! jajaja, qué clara la tenía. Muy acertado el comentario de Marisa...
ResponderEliminarMarisa y Martin,¡gracias por sus comentarios!
ResponderEliminarQué bueno Estanislao! Además de la anécdota tan divertida, resaltás una de las mejores cosas del nuevo mundo de la virtualidad. Ahora no es tanto lo que uno se pierde cuando está lejos. Puede seguir los crecimientos día a día y en el caso de una amiga mía que vive en Aspen hace poco me hizo un tour-notebook-skyp por su casa en el medio del bosque! Yo desde acá la iba recorriendo haciendo los comentarios típicos de cuando uno conoce una nueva casa.
ResponderEliminar