jueves, 7 de junio de 2012

Karma (Martín Susnik)

http://filosofianieves.blogspot.com.ar/2008/10/imaginemos-pues-que-el-alma-se-parece.html


Nuestra existencia a nada se parece tanto como a la consecuencia de una falta y de un deseo culpable.  
Schopenhauer


En su célebre imagen del carro alado Platón compara al alma humana con un tronco de corceles con alas y un auriga. A éste le toca la difícil tarea de pilotear el curioso carro, puesto que uno de los corceles es bueno, bello (¿blanco?) y se esfuerza por continuar su viaje por las alturas, mientras que el otro es de una naturaleza contraria a la de aquel y se empecina en arrastrar al alma – independiente del cuerpo hasta entonces – hacia abajo. Si esa parte “oscura” se hace demasiado fuerte, el alma es empujada hacia lo corpóreo y, encerrada en un cuerpo, padece, de manera al menos transitoria, una estadía en un territorio que le resulta ajeno.
Las ideas que pueden florecer en base a semejante alegoría son múltiples y, en lo personal, algunas me resultan más cercanas que otras. Entre aquellas que resuenan con feliz empatía en mi intelección se encuentra el intento de comprender la imposibilidad de alcanzar esa plenitud que el alma ansía y que sin embargo no logra abrazar en este mundo, como si efectivamente no se terminara de sentir en casa en una realidad que, en cierto sentido, parece no ser su patria originaria ni el hogar al cual estaba destinada en un principio. Que ello se deba a que la fuerza del mal haya ganado alguna pretérita batalla también me resulta una tesis familiar con la cual me he amigado en base a convicciones heredadas y conclusiones propias. Sin embargo, una rebotante pregunta no deja de insistir entre las paredes de mi mente cada vez que vuelvo a toparme con la genialidad platónica. Entiendo aquello de sentirse desterrado, entiendo que haya una especie de falta como causa de ese destierro, entiendo la difícil conducción del carro por la ambigüedad de los corceles... pero ¿por qué tenía que haber un caballo malo? Y en todo caso, ¿qué culpa tengo yo de que lo hubiera?
¿Era necesaria esa parte falible de nuestra naturaleza? Y si era necesaria ¿se la puede seguir considerando “falible”? O bien, si la falta, aun sin haber sido necesaria, sucedió de hecho por (de)mérito de algún progenitor de antaño, ¿era necesario que pagáramos los platos rotos los que, sin consulta alguna, resultamos herederos de sus consecuencias?
No me prejuzguen; no quiero descargar el peso de la culpa de mis propias faltas sobre espaldas ajenas. Bien sé de la responsabilidad que me toca y, con todos los desaciertos que cometo a diario, estoy seguro de que no es poca (aunque probablemente sea aún mayor a la que logro vislumbrar). También intuyo que mi propia torpeza hubiese sido capaz de arrastrar hacia abajo a los corceles, aunque los dos que me hubiesen sido dados fueran impolutamente “blancos”. Pero, puesto que mis convicciones se aferran a que no ha sido así, no puedo volver mi intriga una y otra vez sobre ello: ¿por qué?
Nacemos medio torcidos, ni falta hacen argumentos para arrimarse con convencimiento a semejante idea. Cualquier otra explicación me resulta mucho menos satisfactoria todavía. Y, sin embargo, el interrogante sobre el por qué de semejante evidencia, por manifiesta que sea, no deja de taladrar mi curiosidad. ¿Por qué este karma? ¿Por qué esta cruz, con la que el alma amanece al mundo, como un tatuaje que, si no es indeleble, en todo caso no deja de intentar esparcir su sombra bajo la epidermis del hombre?
Se dirá que no hay que quejarse tanto, que todo tiene una razón de ser y que sin esas cruces nos perderíamos la posibilidad de aprender un montón de cosas. Entiendo el planteo, créanme que sí. La experiencia me fue enseñando, a garrotazos a veces, el carácter pedagógico de las pifias. Pero eso no resuelve la inquietud: ¿acaso era necesario ese camino para que efectivamente lográsemos aprender? ¿En verdad no quedaba otra que aprender por las malas?
La cuestión me resulta casi impenetrable. Pero algo aplaca mi posible enojo, aun antes de que llegue a convertirse en tal. Ahí lo veo... el Inocente carga silenciosamente su cruz, que es en verdad la mía, la nuestra... Por alguna razón, todavía más impenetrable, ha decidido convertirla en propia. Mis interrogantes sobre el origen de las cruces, maravillados y sorprendidos entonces, no callan, es cierto, pero al menos son acompañados por la intención, exitosa a veces y otras veces no, de cargar silenciosamente la propia cruz, bajo la luz por semejante Ejemplo.

Martín Susnik
 

6 comentarios:

  1. Martín, me hizo pensar bastante tu texto.
    Primero, más allá de que si lo pienso medio segundo todos detectamos esta discordancia entre nuestro anhelo más profundo y lo que la realidad nos ofrece, que es insuficiente, yo no siento ese no estar en casa. Es más siento que esta realidad terrenal y espiritual que me constituye, miti-miti, es la única que me cabría, me calza digamos. De chica siempre me daba terror pensar en el cielo como un lugar donde no queda nada más por desear, y todos somos felices y perfectos, me causaba aburrimiento la idea. Eso por el lado de lo que decís de :"como si efectivamente no se terminara de sentir en casa en una realidad que, en cierto sentido, parece no ser su patria originaria ni el hogar al cual estaba destinada en un principio". Y después el tema de la naturaleza esta falible, el karma, la culpa, etc. En clases de Historia de Filosofìa Medieval veíamos las características del hombre original, no caído, y yo me preguntaba ¿para que? este es el hombre que somos, no el otro, ese que puede no haber existido nunca. El profesor decía que era una descripción útil para saber a qué debiéramos tender en nuestra perfección humana, puede ser... pero nunca me convenció del todo.
    Quizás no lo tenemos que pensar como una culpa a arrastrar cual cruz al calvario sino como el vivir, vivirnos así, que en realidad no es una elección porque es la única que nos queda...porque como también dijiste: ¿Era necesaria esa parte falible de nuestra naturaleza? Y si era necesaria ¿se la puede seguir considerando “falible”?

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  2. Qué linda reflexión y qué bien escrita Martín. No sé por qué pero sospecho que Marisa le sacará buen jugo a tu cuestionamiento…

    “¿Por qué tenía que haber un caballo malo? Y en todo caso, ¿qué culpa tengo yo de que lo hubiera?” “¿Por qué este karma? ¿Por qué esta cruz, con la que el alma amanece al mundo, como un tatuaje que, si no es indeleble, en todo caso no deja de intentar esparcir su sombra bajo la epidermis del hombre?”

    No de manera tan poética y elegante, pero creo que estas preguntas me las hice mil veces... Nuestra condición de caída es un “factum” del que no deberíamos renegar... Pero uno sigue encaprichado en cuestionar y cuestionar... Por qué? Por qué? Por qué? Como el nene que ve la luna y llora porque no puede tocarla con la mano...

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  3. ¡En qué compromiso me pusiste Claudio!
    No creo que haya una explicación para este tema. Por otro lado tampoco creo que podamos dejar de patalear. Eso al menos es lo que aparece en el libro de Job. Es como si Dios esperase nuestro cuestionamiento. Tal como ocurre en la Leyenda de El gran inquisidor (de nuestro común amigo). Jesús escucha en silencio todos los reproches que el inquisidor mayor tiene para hacerle ¿y luego qué? Por toda respuesta simplemente lo besa.
    En el libro de Job ¿cuál es la respuesta que le da YHWH a Job? Ninguna respuesta “teórica”, sino que se le manifiesta. Y Job se queda maravillado de lo que experimenta.
    Creo que no hay una respuesta teórica que nos “cierre” totalmente (y con Ivan Karamazov no sé si “me gustaría” que la hubiera). Tal es el misterio “Evidentemente Dios no quiere que entendamos” (Ionesco). Eso nos pone frente a única alternativa (si es que verdaderamente existen el Amor y el Logos), confiar en ese “beso” o estancarnos en nuestro pataleo impotente.


    ¡Muy bueno lo tuyo Martín! Un placer leerte. Es muy interesante que esta intuición haya estado ya en Platón. ¡Qué maravilla! Y todo tu cuestionamiento creo, no tendría cabida al margen del hecho de que contemplás la misma realidad desde otra tradición. La tradición del hombre imagen y semejanza que se siente con "derecho" a cuestionar al Padre.

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  4. Me encantó el texto. Yo me planteo lo mismo y "respondo", de alguna manera, pero desde una filosofía natural (o sea, religiosa pero no sobrenatural), justamente inspirado en Platón: el bien existe y por sí mismo nos llama a buscarlo. Pero si existimos en una realidad donde hay bien, ¿por qué esta misma realidad está dispuesta de tal modo que exista la posibilidad de injusticia? ¿Para que hagamos algo para combatirla y nos merezcamos esta vida que no pedimos? Pero como bien decís "¿acaso era necesario ese camino para que efectivamente lográsemos aprender? ¿En verdad no quedaba otra que aprender por las malas?" ¿Por qué nacemos obligados y en deuda? Si Dios existe, este es el mejor de los mundos posibles ¿no? Pues no lo parece.
    Es muy raro... sin embargo el que exista el bien implica que el misterio no puede terminar en tragedia. Pero esta implicación no es lógica ni mucho menos... por eso también no termina de cerrar nunca ¿no?

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  5. Martín, qué sincero, cómo te abriste en este texto. Me hizo bien leerlo. Me siento como si estuviéramos en diálogo. Tus preguntas son Humanas, con H mayúscula. Supongo que sólo vamos a entender cuando estemos allá, del otro lado. Una asociación de ideas: mi hija Luz siempre dice que el hombre y la mujer no están hechos para entenderse, dice que es un error de diseño. Sin embargo no hay errores de diseño. Quien sabe la búsqueda sea lo que vale, "el ir hacia". Gracias por tu escrito.

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  6. Martin, me encantan la concatenación y fluidez de tus pensamientos!

    "¿Por qué esta cruz, con la que el alma amanece al mundo, como un tatuaje que, si no es indeleble, en todo caso no deja de intentar esparcir su sombra bajo la epidermis del hombre?"

    Me imagino que te refieres a la mancha del pecado original que nos marca o todos. Claro, ¿y porqué? - Se me ocurre que habiendo sido expulsados nuestros 'arqueprogenitores" de ese paraíso impoluto - y sin ninguna posibilidad de retorno - sus descendientes arribamos a la vida en un ambiente estructuralmente contaminado y eso nos marca "wx works", ¿no? Lo único que nos queda pues es asumir esa mancha y tratar de blanquearla... dentro de o posible.

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