viernes, 14 de septiembre de 2012

Medusa (Mateo Belgrano)

 




Primero se acercan nuestras yemas. Quieren conocerse, quieren sentirse, apreciar su forma, carraspear su silueta, descubrir su textura. Son suaves, tus dedos. Y tu pulgar con el mío, mi menique con el tuyo, los índices, todos, bailan al compás de las olas y las melodías hippies allá lejos. Hasta que todos se enredan, todos se confunden. Caos, desconcierto, se chocan entre ellos y se abrazan. Y ya abatidos, tu palma se recuesta sobre la mía. Respira tu mano y su calor se contagia.
Y lentamente nos acercamos sin pensar, traicionados por ese misterioso magnetismo. Nuestros ojos se esquivan, como sabiendo el porvenir, pero temiendo que en las pupilas del otro se disuelva nuestro destino. Y cada vez más cerca, se atraen nuestros cuerpos por la fuerza del deseo. Y se cae el cielo, se apagan las estrellas y se calla el río. Solo vos y al mundo se lo olvida.
Se acarician nuestras narices y me acurruco en tu mejilla. Nos sentimos respirar. Nos escuchamos respirar. Me siento cómodo y ahí me quedo.
Lentamente, disimulando un paseo casual del que ambos somos cómplices, se arrima. Y quedamos tan cerquita que ya no hay vuelta atrás. Me aproximo sumiso, y mis labios piden permiso tímidamente con lo que pudo ser el último suspiro. Ahí nos encontramos, por primera vez, en los bordes de tu abismo y me zambullo con la inocente esperanza de alcanzar el fondo.
Primero, en puntillas, voy serpenteando tus orillas con las mías. Cruzado ese mar, dos continentes se tocan y caen las fronteras para que ya no haya orillas. Y una vez conocidas las barreras que nos separan uno del otro,  lentamente, temeroso, toco tu puerta. Y entonces ella se asoma y los labios se tocan por primera vez con miedo a que estallen nuestros cuerpos. Conquistadores, no de tu mundo ni tampoco del mío, sino de un puente desconocido, tambaleante entre nosotros.
Y ya no puedo no mirarte, simplemente no puedo. Tan cerca nuestros rostros, tus ojos cada vez más grandes hasta que solo tus ojos veo. En la fuente de nuestras pupilas contemplamos en silencio el reflejo de nosotros mismos. Yo me veo en vos y vos te ves en mí. Y ahí fue cuando los espejos nos condenaron y no percatamos de la fatalidad de un amor que ve y quiso dejar de ser ciego. Un frío nos estremece, por última vez, y los tambores corazones lentamente se apagan, tus labios se ponen ásperos y tus dedos bailan en caricias cada vez más mansas hasta morir en la última pieza. Mi mano queda atrapada en la rigidez de tu pelo. Se destiñe la materia, tus ojos y tus labios, mis ojos y mis labios se deslucen con la luz de la luna.  Estatua sempiterna, vencido el tiempo, nos tenemos en un beso, eterno y marmolado.
Mateo Belgrano

6 comentarios:

  1. Bellisima la descripción Mateo de la intimidad en ascenso por lo que el contraste con el desenlace es abrumador. Pareciera que un amor así no debería paralizarnos. El engaño es desconcertante. Demuele las certezas.

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  2. Muy buena descripción, me encantó!!

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  3. espectacular! buenísima la descripción para meterse en el texto y el final, inesperadísimo.

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  4. Uy... como dice Marisa, qué desenlace... adhiero a que el amor no debiera paralizarnos pero lamentablemente a veces lo hace, y tal vez la narración nos dice que no todo deba ser amado. Ahora... ¿cómo podremos reconocer a tiempo esos simulacros y esos espectros que ocultan las víboras?

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  5. ¡Espectacular! Realmente una descripción sutil y colorida de uno de los momentos más intensos de la vida.

    En cuanto al final, destaco al mármol como la eternidad del arte, de esa obra bella que es el beso y que se constituye como una acción definitiva, como una obra sin fin. La escultura es una mezcla asombrosa de movimiento y eternidad.

    Y me quedo con esta frase genial: "Ahí nos encontramos, por primera vez, en los bordes de tu abismo."

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  6. Me encanto ! "Conquistadores, no de tu mundo ni tampoco del mío, sino de un puente desconocido, tambaleante entre nosotros." Y el final inesperado y profundo...la ultima pieza.. como todo queda grabado...

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